Reviews - Néstor Millán Álvarez

Galería Botello, Puerto Rico

Por García-Gutiérrez, Enrique
Reviews - Néstor Millán Álvarez
Las 20 Invocaciones, acrí­licos sobre lienzo y objetos transformados, montados en cajas de madera, que nos ofrece Néstor Millán en su última muestra, no parecen responder a una súplica de ayuda o protección, como harí­a pensar el sentido más común que se le da al vocablo. Más bien, son jeroglí­ficos, en su sentido moderno -signos o dibujos- que proponen un juego al espectador que debe adivinar o deducir su significado, siguiendo la ley que el artista impone al conjugar pinturas de jóvenes desnudos, acompañados de objetos encontrados modificados.
Las obras son de formato pequeño, una caja de pared o un altar, en el que se da un diálogo í­ntimo entre el medio tradicional y milenario de la pintura, y el ready made del arte moderno; es a ese diálogo í­ntimo de formas e iconos soñados por el artista que se invita al público como voyeur y, en último caso, el que ha de dar sentido al ideograma que se ofrece. Tanto los modelos, coreografiados en actitudes dinámicas, sensuales y enigmáticas (incluyen un amplio margen de poses evocadoras de peripecias fí­sicas y travesuras eróticas), como los objetos cuidadosamente escogidos y modificados, traicionan la mente culta, irónica y reflexiva de Millán, quien además de ser un polifacético artista (se ha distinguido también como fotógrafo en el foro internacional, disciplina que se manifiesta en su certera mirada de imágenes fugaces), es profesor de arte y teorí­a del arte en la Universidad de Puerto Rico.
Una fauna que incluye gatos, tiburones, conejos, pájaros, etc. -pintados o tridimensionales, además de pequeñí­simas figuras de jóvenes o bustos sobre pedestales variados, confabulan con toda clase de referencias geométricas para crear un escenario de una lógica interna, visual y estructural, que integra el objeto total. El marco, las pinturas, los objetos encontrados y hasta extractos de fotolitografí­as originales del artista, intervenidas con acrí­licos, se funden en la invocación del fantasioso arte de Millán que, como todo jeroglí­fico, es parte revelación y parte misterio.