Thimo Pimentel

Pasión, materia e imagen

Por Miller, Jeannette
Cuba
Thimo Pimentel
A Thimo Pimentel le tocó ser protagonista de la década del 60, una época de convulsión polí­tica y social en la República Dominicana. Fotógrafo, dibujante, pintor, escultor, vitralista y ceramista, su capacidad multidisciplinaria y su compromiso con las demandas sociales produjeron: una colección de fotografí­as sobre la Revolución de Abril, 1965 que hoy, recogidas en un libro, actúan como memoria visual de lo acontecido; y su inserción en Proyecta y Nueva Imagen , dos grupos que en Santo Domingo establecieron las propuestas de una contemporaneidad marcada por la libertad de expresión y el experimento.
Sus trabajos de esos años lograron, en dibujo y pintura, la iconografí­a de una figura abultada, especie de tótem que unificaba la madre tierra con reminiscencias tainas; luego, esa iconografí­a trabajó piedras sólidas caligrafiadas a tinta, que propusieron una nueva modalidad en la escultura local. El bloque, la masa, la materia dura estaban presentes sin poder prescindir de la grafí­a, y es que el dibujo sentó la base de su primer aprendizaje, garantizando una formación que luego caminó hacia la tela y los colores, para encontrar, después de las esculturas gráficas, las posibilidades de la cerámica
Thimo Pimentel incursionó en la cerámica producto de su amistad con el maestro Paúl Giudicelli, quien también trabajó en dibujo y pintura; experimentó con materiales y terminó atado al azulejo, por considerarlo el medio idóneo para realizar una obra de arte.
Quienes han trabajado cerámica confiesan que el proceso complejo que hay que llevar a cabo desde la concepción de la obra hasta el resultado final, es un reto para el artista que debe manejar diseño y composición, cromatismo, y ese valor escultórico que tiene toda obra que utiliza un material moldeado. Formas, colores, propuestas que sufren mutaciones y presentan sorpresas como resultado del proceso de cocción; el trabajo sensorial, directo, y los resultados inmediatos que pueden ser modificados con la mano o con el fuego, aportan una sensación de plenitud al creador, conectándolo con ese ejercicio de vida y realización que conlleva el oficio. En 1967 Thimo Pimentel acepta el reto de la materia-esencia y a partir de entonces la cerámica resulta su principal medio expresivo.
Los gruesos trazos negros de sus primeros cuadros fueron la base de sus azulejos que aparecen en formatos pequeños para luego alcanzar proporciones monumentales. Los colores umbrí­os de sus inicios se abren a la luz y una fiesta de azules y amarillos, de naranjas y rojos conforman nuevas imágenes. La isla, el entorno, el universo mágico-religioso de la imaginaria popular, las tradiciones, se convierten en imágenes de un Caribe que no todos conocen. Más tarde, el manejo de la composición le permite jugar con bloques de materia y de color que presentan nuevos valores de forma, superficie y diseño. Palmeras y montañas, el movimiento del mar y de la tierra, la sensación de lontananza...actúan como un todo vibrante.
Paralelamente trabaja la escultura cerámica y surgen los cubos color hoja, color tierra, cubiertos por la clorofila vital o por esa amalgama de deterioro que puede ser la vida. Pobreza, marginalidad, crimen ecológico, prostitución, se sugieren en un universo cuadrado incapaz de vencer sus propios demonios.
En su intento de registrar la memoria pasada e inmediata, Thimo comienza la serie de los perros, animales valorados por las comunidades indí­genas. Aparentemente, los perros de Thimo son iguales, el mismo cuerpo, la misma posición, pero sus rostros cambian en un crecendo que parte de la inconformidad, pasando por la disensión y la ira, hasta alcanzar la violencia. El elemento básico es la boca que se va abriendo poco a poco hasta convertirse en fauce.
Su pasión por la cerámica lo lleva a crear en 1998 la Fundación Ingerí­ para promover la búsqueda de las raí­ces del arte dominicano en las manifestaciones de los primeros habitantes de la isla, instituyendo la Trienal del Azulejo Cerámico que alcanza proyección internacional.
A grandes rasgos su producción artí­stica cabe dentro del expresionismo y sus variables -expresionismo geométrico, expresionismo abstracto, expresionismo neofigurativo - que ha sido el lenguaje distintivo de la plástica dominicana y al que Pimentel aporta modalidades propias. Igualmente, su quehacer propone dos respuestas: una dramática y otra festiva, como los opuestos que rigen la existencia. En ese quehacer dual, abierto y experimental, Thimo Pimentel se vale de técnicas tradicionales como el rakú y el paperclay, modificándolas con materiales criollos (fibra de yuca) que evitan el deterioro del color y aportan mayor flexibilidad y dureza.
Hoy esa obra se encuentra en museos, galerí­as, salas de colección, hoteles e instituciones, enriqueciendo la capacidad de interpretación de los espectadores.
Si penetrar las disciplinas tradicionales utilizando un concepto ecléctico, experimental y multidisciplinario, es quizás la mejor definición del arte de hoy, Thimo Pimentel es un artista actual que ha logrado una sí­ntesis innovadora, recreando los significados de una memoria cultural que debe responder de una manera crí­tica y contestataria, para que no sea borrada.
A Thimo Pimentel le tocó ser protagonista de la década del 60, una época de convulsión polí­tica y social en la República Dominicana. Fotógrafo, dibujante, pintor, escultor, vitralista y ceramista, su capacidad multidisciplinaria y su compromiso con las demandas sociales produjeron: una colección de fotografí­as sobre la Revolución de Abril, 1965 que hoy, recogidas en un libro, actúan como memoria visual de lo acontecido; y su inserción en Proyecta y Nueva Imagen , dos grupos que en Santo Domingo establecieron las propuestas de una contemporaneidad marcada por la libertad de expresión y el experimento.
Sus trabajos de esos años lograron, en dibujo y pintura, la iconografí­a de una figura abultada, especie de tótem que unificaba la madre tierra con reminiscencias tainas; luego, esa iconografí­a trabajó piedras sólidas caligrafiadas a tinta, que propusieron una nueva modalidad en la escultura local. El bloque, la masa, la materia dura estaban presentes sin poder prescindir de la grafí­a, y es que el dibujo sentó la base de su primer aprendizaje, garantizando una formación que luego caminó hacia la tela y los colores, para encontrar, después de las esculturas gráficas, las posibilidades de la cerámica
Thimo Pimentel incursionó en la cerámica producto de su amistad con el maestro Paúl Giudicelli, quien también trabajó en dibujo y pintura; experimentó con materiales y terminó atado al azulejo, por considerarlo el medio idóneo para realizar una obra de arte.
Quienes han trabajado cerámica confiesan que el proceso complejo que hay que llevar a cabo desde la concepción de la obra hasta el resultado final, es un reto para el artista que debe manejar diseño y composición, cromatismo, y ese valor escultórico que tiene toda obra que utiliza un material moldeado. Formas, colores, propuestas que sufren mutaciones y presentan sorpresas como resultado del proceso de cocción; el trabajo sensorial, directo, y los resultados inmediatos que pueden ser modificados con la mano o con el fuego, aportan una sensación de plenitud al creador, conectándolo con ese ejercicio de vida y realización que conlleva el oficio. En 1967 Thimo Pimentel acepta el reto de la materia-esencia y a partir de entonces la cerámica resulta su principal medio expresivo.
Los gruesos trazos negros de sus primeros cuadros fueron la base de sus azulejos que aparecen en formatos pequeños para luego alcanzar proporciones monumentales. Los colores umbrí­os de sus inicios se abren a la luz y una fiesta de azules y amarillos, de naranjas y rojos conforman nuevas imágenes. La isla, el entorno, el universo mágico-religioso de la imaginaria popular, las tradiciones, se convierten en imágenes de un Caribe que no todos conocen. Más tarde, el manejo de la composición le permite jugar con bloques de materia y de color que presentan nuevos valores de forma, superficie y diseño. Palmeras y montañas, el movimiento del mar y de la tierra, la sensación de lontananza...actúan como un todo vibrante.
Paralelamente trabaja la escultura cerámica y surgen los cubos color hoja, color tierra, cubiertos por la clorofila vital o por esa amalgama de deterioro que puede ser la vida. Pobreza, marginalidad, crimen ecológico, prostitución, se sugieren en un universo cuadrado incapaz de vencer sus propios demonios.
En su intento de registrar la memoria pasada e inmediata, Thimo comienza la serie de los perros, animales valorados por las comunidades indí­genas. Aparentemente, los perros de Thimo son iguales, el mismo cuerpo, la misma posición, pero sus rostros cambian en un crecendo que parte de la inconformidad, pasando por la disensión y la ira, hasta alcanzar la violencia. El elemento básico es la boca que se va abriendo poco a poco hasta convertirse en fauce.
Su pasión por la cerámica lo lleva a crear en 1998 la Fundación Ingerí­ para promover la búsqueda de las raí­ces del arte dominicano en las manifestaciones de los primeros habitantes de la isla, instituyendo la Trienal del Azulejo Cerámico que alcanza proyección internacional.
A grandes rasgos su producción artí­stica cabe dentro del expresionismo y sus variables -expresionismo geométrico, expresionismo abstracto, expresionismo neofigurativo - que ha sido el lenguaje distintivo de la plástica dominicana y al que Pimentel aporta modalidades propias. Igualmente, su quehacer propone dos respuestas: una dramática y otra festiva, como los opuestos que rigen la existencia. En ese quehacer dual, abierto y experimental, Thimo Pimentel se vale de técnicas tradicionales como el rakú y el paperclay, modificándolas con materiales criollos (fibra de yuca) que evitan el deterioro del color y aportan mayor flexibilidad y dureza.
Hoy esa obra se encuentra en museos, galerí­as, salas de colección, hoteles e instituciones, enriqueciendo la capacidad de interpretación de los espectadores.
Si penetrar las disciplinas tradicionales utilizando un concepto ecléctico, experimental y multidisciplinario, es quizás la mejor definición del arte de hoy, Thimo Pimentel es un artista actual que ha logrado una sí­ntesis innovadora, recreando los significados de una memoria cultural que debe responder de una manera crí­tica y contestataria, para que no sea borrada.