En su tercera edición celebrada entre el 7 y el 11 de abril en el Coconut Grove Convention Center de Miami, Florida, la feria Merrill Lynch arteaméricas 2005 demostró calidad y altura, afirmándose contundentemente como una de las tres ferias más importantes de Miami junto con Art Basel Miami Beach y Art Miami. La feria Merrill Lynch arteaméricas 2005 aseguró el arraigo y la inserción del arte de América Latina en los Estados Unidos. Cincuenta galerías de 18 países, no sólo de América Latina sino también de España, Francia, Canadá y los Estados Unidos participaron con más de 200 artistas. Las ventas abarcaron un amplio espectro de precios; se vendieron obras desde los 3000 hasta los 25.000 a 30.000 dólares. Sin dudarlo el público apostó a la compra tanto de pinturas como de esculturas, pero también optó por obras más desafiantes, tales como instalaciones, videos y fotografía contemporánea en impresiones digitales y de gran formato. El arte clásico hizo contrapunto con el arte contemporáneo, ofreciendo al publico una increíble variedad estética de propuestas de calidad. Las galerías demostraron un gran profesionalismo. Lo bueno sustituyó al comercialismo fácil que hemos visto en otras ferias contemporáneas.
Encontramos piezas maestras de los clásicos de la Modernidad Latinoamericana, entre ellas una rara pieza escultórica de Joaquín Torres-García, en la Galería Sur, -"Café, Escena de París", de 1927, ¡¡un verdadero incunable!!; en Aldo de Sousa, Buenos Aires, tres piezas seminales del maestro escultor argentino Enio Iommi de los años cuarenta, donde se percibe el hierro en bruto, el mármol ya manchado por el tiempo, y la maravillosa armazón de puntos y líneas sobre planos; un excelente óleo de Fernando Toledo, Mis vecinos, en Arte Consult, Panamá; un magnífico dibujo de 1972 de Enrique Grau en Nohra Haime, Nueva York; piezas cinéticas magníficas del maestro Jesús Soto en Inés Sicardi, Houston; en León Tovar, un óleo de Fernando Botero, La Madre Superiora en las rocas (1966), mostrando una imperturbable monjita a caballo, en una alegoría a los poderes femeninos latinoamericanos, y un soberbio óleo, el Retrato de Rosa Rolando (1930) de Diego Rivera!!. Destaco un estupendo César Paternosto de corte abstracto-geométrico-mondrianesco y piezas constructivas seminales de Gonzalo Fonseca, en Cecilia de Torres, Nueva York. En Cernuda Arte, Miami, destaco la poética visual de Exorcismos en el lago (1989), de Mario Carreño, y Ensueño total, de Roberto Fabelo, entre otras obras.
Se destacaron consagrados del arte contemporáneo que hoy son grandes nombres en colecciones de Estados Unidos y de América Latina. Entre ellos, Oscar Muñoz (Sicardi Gallery, Houston), con un magnífico múltiple en forma de palimpsesto: un rostro femenino, en blanco y negro, en plena desaparición, resultado de una técnica descontructiva por medio de la cual el artista delinea el rostro sobre el agua de un lavamanos usando polvos de carbón, y éste se disuelve cuando el agua se va por el conducto. El artista toma fotos del proceso descontructivo y del pasaje del tiempo en la metáfora de la finitud humana. Con un impresionante virtuosismo para el dibujo de corte neo-surrealista, Hugo Crosthwaite (ArtSpace/Virginia Miller Galleries, Miami), mostró dos gigantescas banderolas colgantes del techo, en grafito sobre tela, Hugolino I y II, con desnudos masculinos devorados en su "terribilitá" corpórea. Admirables las gradaciones lumínicas y los "chiaroscuros". Eugenio Espinoza (Alejandra von Hartz, Miami): pinturas neo-geométricas monocromáticas en acrílico sobre tela cruda, donde dominan el silencio minimalista y limpias líneas rectas cortando el espacio vacío, carente de detalles. Magdalena Fernández (Durban-Segnini Gallery, Miami) mostró un conjunto fotográfico críptico: fotografías digitales de los fugaces destellos de las aguas que surgieron en la preparación de los sets para la filmación de sus videos. Hay una sofisticada transferencia de las imágenes fijas a imágenes en movimiento, en las huidizas líneas fractales de las fotos. Federico Uribe (Karpio+Facchini Gallery, Miami y Lyle O. Reitzel, Santo Domingo) con sorpresivos materiales cotidianos, monedas, lápices, brochas, crayones,-para la construcción de sus torsos femeninos o sus "pinturas" en relieve. Isabel de Obaldía (Mary-Anne Martin, Nueva York): torsos femeninos en vidrio coloreado, con símbolos o animales heráldicos, enunciando criticas metáforas de la feminidad. Atelier Morales (Galería Nina Menocal, México), en una reconstitución de la memoria colectiva y la identidad, mostró una investigación fotográfica sobre los ingenios de los españoles, que una vez fueron los estandartes de la identidad de Cuba. Para realizar su obra fotográfica hubo una larga tarea de investigación de estos lugares ya desaparecidos, en antiguos archivos de Paris y en antiguas colecciones cubanas. Ronald Morán (KSAC Arte Contemporáneo, San Juan) presentó una instalación describiendo la violencia en el bar de una casa, con su conocida técnica de cubrir los objetos del ambiente con algodón sintético: destacaron la blanca inocencia de copas rotas y botellas lanzadas al suelo, como alusión a la violencia doméstica. Nelson Leirner (Galería Brito Cimino, San Pablo), siempre apoteótico, presentó una magnífica obra con impactantes caretas de chimpancés junto con espejos; cuando el espectador miraba la obra, veía su rostro en el espejo al lado de las paródicas caras de los monos, en un irónico paralelismo de los humanos con sus antepasados en la línea evolutiva. Las fotografías de Rochelle Costi (Galería Brito Cimino, San Pablo), de corte socio-antropológico, develan una versión de la identidad latinoamericana. Descubrimos una obra genial de Edouard Duval-Carrié (Lyle O. Reitzel, Santo Domingo), Strange Moon ($12.000) de pequeño formato con una impactante luna roja en forma de rostro en una caja de acrílicos, y figurines de Walt Disney. El colectivo Robert Behar y Rosario Marquardt (Nina Menocal, México): una curiosa escultura- pajarillo en hojilla de oro, que cantaba cuando el espectador se acercaba; muy interactivo. Igualmente, bellos dibujos de narrativas intercambiables sobre la memoria en llamas de una niña. Oscar Páez (Diana Lowenstein, Miami) presentó pinturas-altares con utensilios ancestrales que rememoraban ritos tribales. Destacaron por su calidad las obras de Rubén Torres Llorca e Ignacio Iturria, en Praxis Internacional; Graciela Sacco y Roberto Diago en Panamerican Art; Víctor Vázquez en Intemporel; Oscar Oiwa e Inés Vega en Thomas Cohn, San Pablo; Francisco Larios y el colectivo Carolina Sardi/Pablo Contrisciani en Mackey Gallery, Houston; Cauduro en Acquavella, Caracas; Jorge Segui y Gaudi Este en Spatium, Caracas; y Aurora Cañero en Fernando Pradilla, Madrid, entre otros.
El aspecto no comercial lo constituyó EPHEMERAL/TRENDS, una curaduría bajo mi responsabilidad, con instalaciones aéreas y efímeras de 18 artistas latinoamericanos: Giovanni Basile, Rakel Bernie, Jorge Brugo, Aisen Chacin, Amalia Caputo, Pablo Contrisciani, Lilian Domínguez, Guerra de la Paz, Liliana, Cecilia Lueza, Marcus Marín, Julián Navarro, Andrés Michelena, Sylvia Riquezas, Evelyn Valdirio, Pedro Vizcaíno y Daniel Fiorda, quienes mostraron su talento para el arte conceptual y su alta capacidad de adaptación a espacios arquitectónicos. Los mejores stands de la feria, por el conjunto general de sus propuestas, fueron: Inés Sicardi, Brito Cimino, Karpio+Facchini, Nina Menocal, Durban-Segnini, Alejandra von Hartz, Kunsthaus Santa Fe, Isabel Aninat, León Tovar, Virginia Miller, Lyle O. Reitzel, Mackey Gallery, Praxis Internacional y Walter Otero.
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