Lorna Marsh

El eterno femenino

Por Planchart Licea, Eduardo
Lorna Marsh
  La obra de Lorna Marsh realizada entre el 2000 y el 2001 se caracteriza por un vigoroso expresionismo, pleno de resonancias existenciales. Los elementos plásticos que la integran poseen una dimensión simbólica e irónica. La monocromí­a establece una lucha entre el caos y el orden que nos lleva al Génesis bí­blico, al tiempo y el espacio del origen convertido en eterno presente. Realidad mí­tica que aún determina el destino de nuestra sociedad. Este sentido es acentuado por la tensión entre la definición y la indefinición, lo ní­tido y lo borroso. Es un tiempo y un espacio sacro con clima surrealista. Presente en composiciones y situaciones de las pinturas tituladas Ofrenda (Offerin, 2001) por las relaciones que se establecen entre la mujer, la manzana, el árbol de la ciencia del bien y el mal, la serpiente y animales mí­ticos de África como la hiena.
Los contornos definidos coexisten con lí­neas entrecortadas, con secciones del cuerpo fragmentadas, hí­bridas, elementos simbólicos que crean tensiones entre la materia y el vací­o, entre el cuerpo y la psique, el yo y el objeto. La lí­nea segmentada transmite, paradójicamente, climas lúdicos, pues vincula la figuración a los juegos infantiles de recortar y pegar para crear personajes que se visten y se manipulan al antojo. Esto nos lleva a la mujer objeto, concepción que en óccidente es determinada, en parte, por el mito edénico, fundamento de la civilización patriarcal judeo-cristiana.
La indefinición de los rostros en la pintura de Marsh es propia de sus desnudos femeninos en esta serie en particular. La definición formal sólo se hace presente en áreas del cuerpo vinculadas a la fertilidad, de donde brota y se sustenta la vida: el torso, los senos y el vientre. Se crea, así­, una mitologí­a creativa sustentada en imágenes arquetipales que nos remontan a las primeras manifestaciones de la mujer en la prehistoria. Venus como la de Laussel crean relaciones plásticas y simbólicas entre la Luna, expresión de los ciclos cósmicos, la fertilidad y la mujer. Donde la intención fundamental pareciera ser destacar el sentido vinculante, vital y mágico de lo femenino. Se está ante la relación de los ciclos biológicos de la mujer y el universo, entre el útero y la tierra. La relación de imágenes primigenias con la propuesta de Lorna Marsh transmite nuevos sentidos. La tradición judeo-cristiana invierte este proceso de divinización de la mujer al acompañarla con elementos como la manzana, la serpiente y el árbol entramado y a través del cual se sataniza la condición femenina. Sin embargo, a un nivel significativo, estos ví­nculos determinan una reflexión estética y existencial sobre el papel de la mujer en el Génesis, y una revisión de las causas que provocaron la expulsión de Adán y Eva del Edén.
La obra de Lorna Marsh no se pierde en las sendas del surrealismo o la irracionalidad. Cada uno de los elementos de su abecedario plástico tiene una función simbólica y expresionista dirigida por una mitologí­a creativa personal, llena de vitalidad, que retoma y recrea aportes del arte contemporáneo para crear una propuesta mí­tica.