Julio Valdez

De los Anhelos a las Afirmaciones

Por Palomero, Federica
Julio Valdez
  En los últimos años, el arte de Julio Valdez parece haber pasado de los anhelos a las afirmaciones. Contundente en su lenguaje siempre lo ha sido; pero la deconstrucción que caracterizó su trabajo de los noventa (superficies fragmentadas, secuencias, signos sueltos, lí­neas discontinuadas, colores evanescentes...) ha dado origen, en las obras de 2000 y 2001, a una nueva construcción en la cual se articulan ahora los mismos elementos de su vocabulario.
Ya en 1998, en "Raí­z de sueños II", la composición en damero, tan frecuente hasta esa fecha, se ve relegada a una franja en el registro superior, y en la superficie sin fronteras se abre una especie de ventana como reminiscencia y umbral: huella de espacios anteriores, anuncio de futuras visiones. El artista parece buscar una correspondencia plástica a los ecos de una compleja y multiforme realidad, hecha de mitos e imágenes más que de circunstancias cotidianas. El recurso del registro superior compartimentado, al cual el artista recurre con frecuencia en ese mismo año, trae a la memoria los retablos de los primitivos italianos, como una referencia religiosa que impregna sutilmente la pintura de Valdez.
Esa referencia se repite en el dí­ptico -formato privilegiado del cuadro de iglesia- titulado "Travesí­as III", donde una situación social precisa no se representa de modo ilustrativo y anecdótico, sino que, al contrario, se torna una reflexión, expresada en términos simbólicos, sobre el hombre caribeño enfrentado a la precaria fuga, al incierto exilio, a "la maldita circunstancia del agua por todas partes", como dijera Virgilio Piñera.
Para Valdez -bien lo proclama su obra-, la condición caribeña es ante todo espiritual, más allá de su marco histórico, geográfico y polí­tico. De ahí­ que los ecos religiosos resuenen con tanta profundidad en su arte. Decir la insularidad y su cultura hí­brida y sincrética como las dice Julio Valdez es un acto de fe, y no el recurso de lo exótico para un consumo externo. Acto de fe que da sentido pleno a su instalación "Raí­z de sueños" (1999), en la cual fusionan el hombre y la naturaleza, la tierra y los mitos, y que incorpora signos ancestrales al lenguaje contemporáneo, a través de una apropiación de éste para metamorfosearlo en la magia del Caribe.
Partiendo de la figura del hombre-isla, autorretrato que asume los rasgos de la identidad caribeña, el artista, como portador de una tradición cultural que amasa lo más í­ntimo con lo colectivo, remonta a sus propias raí­ces familiares en "Carne de mi carne" (2001) al tiempo que evoca la universalidad a través de una obra como "Om".
En esta última, así­ como en "Personaje con historia II", la composición abarca toda la superficie en una clave barroca, y el trazo abiertamente expresionista, cargado de materia y violencia, contribuye a hacer más rotundo este nuevo acento de Valdez, que ha abandonado el tono menor y fugaz de sus obras anteriores a favor de presencias avasallantes.
En éstas sus obras más recientes, Valdez confirma el valor de su trabajo como paradigma de la cultura caribeña más genuina: ignorando los conceptos ya trillados de "centro y periferia", coloca su propio centro en esa compleja propensión del hombre de estas tierras (estas islas) a ser introspectivo y universal, y a fundir los signos del arte internacional en expresiones de arraigo propio. En esta capacidad siempre renovada podrí­a residir su más honda identidad.