ENTRE MÉXICO Y ESPAÑA EN PLENA PANDEMIA | ENTREVISTA CON SILVIA ORTIZ

Por Matías Helbig, corresponsal en Europa

Al entrar en el espacio de la Calle de San Mateo 16 da la impresión de pisar un santuario. Un santuario dedicado al luto del lenguaje: dedicado a esos signos que el artista mexicano Jorge Méndez Blake presenta al visitante como grandes héroes desfallecidos. El lenguaje como una deidad que nos hemos cargado. “Esto es una suerte de grito, una visión catastrofista de lo que viene”, dice Silvia Ortiz, una de las directoras de Travesía Cuatro. Y agrega: “El propio nombre lo dice”. Toda letra es la última letra es la exposición individual que Méndez Blake presentó hasta el pasado 13 de marzo en la galería madrileña. Planteada en dos salas sucesivas, las obras presentadas componen un réquiem, una elegía del lenguaje, pero también esbozan un gesto de resignación y de liberación, de reivindicación: la segunda sala exhibe cuatro piezas de neón en las que el lenguaje adopta una función poética. Como si aún, antes de estrellarnos, pudiéramos recitar un verso. La exposición, en definitiva, es un gran poema; porque “el modo de operación del pensamiento poético es la imaginación y esta consiste, esencialmente, en la facultad de poner en relación realidades contrarias o disímbolas”, escribió Octavio Paz. “En los círculos más extremos [los poemas], une a los opuestos”[1].

    Pero el motivo de mi visita no es Méndez Blake ni la poesía sino Silvia Ortiz que, antes de hacerme pasar, sube y baja de la galería al depósito y del depósito a la galería, pidiéndome un momento, y mostrando una serie de obras a un coleccionista. Cofundadora y directora de una de las galerías de mayor proyección internacional en Madrid, Ortiz dirige con Inés López-Quesada el espacio Travesía Cuatro hace ya 18 años. A lo largo de su trayectoria la galería se ha posicionado como una referencia en el circuito de arte contemporáneo tanto en España como en México, donde cuentan con otros dos espacios: uno en la ciudad de Guadalajara y otro en la capital del país latinoamericano.

Fachada de Travesía Cuatro en Madrid. Ph: Travesía Cuatro.

    En medio de la crisis sanitaria y económica que golpea al mundo y a la industria del arte, Silvia nos abre su galería para conversar del trabajo de Travesía Cuatro durante la pandemia, las nuevas formas de concebir la galería a partir de ella, su visión del coleccionismo en España y en América Latina, y de las posibilidades que el momento histórico que nos ha tocado transitar ofrece a un espacio como este.   

. Hace unos años, en una conversación con Dani Levinas, comentabas que, al comienzo de tu carrera, el concepto de galería te fastidiaba un poco por su carácter lucrativo. Con casi dos décadas de trayectoria como galerista, ¿seguí teniendo esa impresión? 

    No. Cuando una es más joven tiene una concepción idílica del mundo del arte. Pero luego te implicas y tienes una galería, empiezas a trabajar con los artistas, a desarrollar un vínculo profundísimo con ellos y con su obra e investigaciones… Ese ecosistema de trabajo que se genera ya te hace concebir el espacio de la galería como algo que excede su función comercial.

    Ahora bien, su parte comercial es inevitable. En mi caso siempre me ha costado mucho involucrarme cuando una obra ingresa en ese sistema de precios y de especulaciones. Pero lo cierto es que ese sistema permite que las galerías y los artistas sigan adelante. Y en ese sentido me parece genial.

    El monstruo de sistema en el que estamos metidos es ineludible….

. Un monstruo, sin embargo, que la pandemia ha puesto en jaque.

    Absolutamente. Como cualquier negocio en el mundo.

. ¿Qué soluciones están desarrollando desde la galería para afrontar la situación?

     Ahora mismo estamos trabajando en un canal dentro de la galería en el que realizaremos una serie de entrevistas. La idea es generar un espacio de diálogo con personas vinculadas al mundo del arte del Sur Global para abordar temas socioeconómicos, políticos y artísticos. En definitiva, enunciar una visión crítica desde la galería; creemos que es una tarea fundamental que tenemos.

. Además del tiempo para desarrollar iniciativas como estas, ¿qué otros cambios positivos a traído la pandemia?

    El hecho de haber dejado de hacer ferias ha hecho que gastemos menos dinero. Hemos participado en ferias online, claro, pero salvo para galerías inmensas, las ferias online no funcionan. Al menos para Travesía Cuatro. Se extraña mucho la experiencia física de las ferias: desarrollar una propuesta, establecer relaciones con coleccionistas de todo el mundo, todo eso daba mucha adrenalina y demandaba un trabajo de comunicación muy interesante… Sin embargo, dos años antes de la pandemia ya veníamos pensando, con Inés, que estábamos sobrepasadas. No tanto por las ferias sino por todo lo que montábamos alrededor. Casi que parecíamos una empresa de eventos. Eso nos quitaba una cantidad de tiempo y energía brutal.  No tener que hacer más todo eso me encanta: he podido concentrarme muchísimo más en la galería, estar aquí físicamente, estar constantemente valorando nuevos proyectos…

    Esta nueva época tiene cosas buenísimas. De cierto modo, ha enriquecido mucho la forma en que concebimos las galerías. Hemos podido poner en perspectiva la vorágine en la que la industria del arte estaba metida antes. Ojalá cuando salgamos de la pandemia tengamos un balance entre lo de antes y todas estas nuevas formas de trabajo que hemos adoptado.+

   

   

    Inés López Quesada y Silvia Ortiz, sin embargo, son expertas en reinventarse. En 2008, a cinco años de haber fundado Travesía Cuatro, las galeristas se cambiaron a un nuevo espacio en el barrio de Chueca. “Invertimos muchísimo dinero en la reforma del local, cuando llegamos el edificio estaba con el ladrillo visto”, cuenta Silvia. “Inauguramos en septiembre, con más de cuatrocientas personas, fue un éxito de inauguración. En octubre cayó Lehman Brothers y nunca más entró nadie”. Lo que salvó a la galería fue nuestra relación con el mercado latinoamericano, especialmente mexicano, que había comenzado en el 2004, cuando participamos en la primera edición de Zona MACO en CDMX.

    Pero ahí no acaba la odisea, en 2019, las directoras de Travesía Cuatro, en asociación con Jaime Gorozpe —coleccionista mexicano— y Gerard Faggionato —galerista italiano que ha tenido a cargo espacios como The Estate of Francis Bacon, en Londres—abrieron un nuevo espacio en Ciudad de México. Al poco tiempo de la inauguración, todos sabemos lo que ha pasado.

    Aún así, con el mundo en una suspensión aparente, Travesía Cuatro sigue adelante y con múltiples proyectos e inauguraciones en la agenda.  En la sede de Madrid, el 23 de marzo inauguran La lengua en los ojos, una exposición colectiva de fotógrafas mexicanas —ninguna de ellas representadas por la galería— curada por Andrea Celda y Claudia Llanza. “Es un trabajo espectacular; social y feminista”, dice Silvia entusiasmada, “estoy loca por verla montada ya mismo”.

 

. ¿Por qué motivo fue que establecieron un vínculo tan profundo con México, incluso afincando parte de la galería allá en vez de hacerlo, por ejemplo, en una ciudad como São Paulo o Buenos Aires?

    La verdad es que fue algo muy espontáneo. La primera feria de arte en la que participamos con Travesía Cuatro fue Zona Maco, hace diecisiete años. Era la primera edición de la feria. Ahí conocimos, entre otras personas, a José Dávila. Nuestro vínculo con él, con Jorge Méndez Blake y con Gonzalo Lebrija nos hizo poner el ojo sobre Guadalajara, ciudad en la que los tres residen y trabajan.

    Después estuvimos en Buenos Aires para arteBA, en Bogotá para ARTBO; comenzamos a recorrer el circuito de América Latina. Pero México nos absorbió. En 2013 ya teníamos la galería montada en Guadalajara. Tanto esta como Ciudad de México son ciudades con una energía que nos atrapó e impulso a lo bestia. Allí hemos conocido a muy buenos coleccionistas que nos apoyan constantemente, y la relación que tenemos con los artistas mexicanos de nuestra galería es prácticamente un vínculo de amistad.

    Además de posicionarnos dentro de América Latina, México nos ha permitido diferenciarnos y desarrollar una identidad.

. ¿Qué diferencias encontrás entre el coleccionismo en México y en España?

    La diferencia es entre América Latina y España. El coleccionismo latinoamericano tiene otra visión que el español. Aquí se piensan mucho más las cosas. Allá tienen mucha más frescura y conexión con el arte contemporáneo. El mercado español es menos arriesgado… A lo mejor es una herencia de nuestra historia reciente, de la dictadura. Pienso que eso ha tenido un efecto muy grande en nuestra manera de percibir el arte contemporáneo. Y no quiero decir que en América Latina eso no haya pasado, pero, por mi experiencia, veo una relación mucho más natural de la sociedad con el arte contemporáneo… 

. ¿Menos elitista?

    No. Me refiero a que la gente que puede comprar arte, compra. En España hay gente con muchísimo poder adquisitivo que antes de comprar una pintura prefiere comprar un coche. No hay una tradición fuerte de coleccionismo.

. Y en cuanto a la producción artística, ¿podrías establecer una diferencia entre América Latina y España, o Europa en general?

    No me gusta categorizar. Es cierto que vivimos en un territorio con fronteras y con lenguas y diversidad. También es cierto que, al final, todo eso nos proporciona una identidad. Pero no me gusta pensar que lo que pasa allí tiene ciertas connotaciones conceptuales y lo que pasa aquí otras... No. Sí que las hay si te pones a pensar, por ejemplo, en el arte mexicano de los 90: tiene una tónica singular, claro, una unión que lo hace reconocible. Pero en la actualidad está todo mucho más confundido. No sé si para mejo o peor, pero las fronteras están desdibujadas. Con las tecnologías que hay los artistas no solo dialogan con obras de artistas de su país o ciudad. Un artista de Guadalajara, por decir algo, puedes estar pendiente de lo que se produce en el mundo entero; antes las relaciones y las influencias que tenían los artistas estaban dadas por lo poco que viajaban y por lo que sucedía dentro de la comunidad de artistas que los rodeaba. Esas fronteras ya no existen.

   

   

    Respecto a las fronteras, Silvia Ortiz también reconoce que ha habido un cambio a nivel institucional. Cuando Travesía Cuatro comenzó su camino, en 2003, la galería tenía como objetivo poner el foco sobre el Sur Global. “La escena del arte contemporánea la manejan Alemania, Estados Unidos y Gran Bretaña. La franja norte del mundo”. Eso, según la directora, ubicaba al resto en un escenario desventajoso. “Una galería con base en España y México es un exotismo”, dice riéndose. Todo el circuito de arte contemporáneo sucedía en el norte y los cupos de participación para galerías de como Travesía Cuatro eran limitados, “era un contexto un poco frustrante”. Sin embargo, hace unos años, afirma Ortiz, esto ha ido evolucionando. Si bien a nivel comercial es mucho más complicado, el discurso del Sur Global ha cobrado mucha visibilidad, “Pero todavía permanece la cuestión económica… A veces te haces la pregunta, ¿quién hace la historia del arte? Sigue mandando el dinero”.

 

. Por último, y en el sentido de seguir impulsando la producción del Sur Global: en el marco de una emergencia sin precedentes de ferias y plataformas virtuales, y de un mercado que se desplaza cada vez más hacia la esfera digital, ¿tiene sentido contar con tres espacios físicos?

    Sí. A lo mejor el mundo va hacia esa otra dirección, pero nosotras no queremos renunciar a la experiencia física. No es lo mismo inaugurar con los artistas, generar un clima de intercambio entre coleccionistas, galeristas y artistas… Es parte de este trabajo. Quizá en diez años te digo otra cosa. Pero de momento, Travesía Cuatro no piensa renunciar a lo físico.

  

[1] La otra voz. Poesía y fin de siglo, Octavio Paz. Seix Barral, Barcelona, 1990, (p.137-138).

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