COLECCIÓN: Instituto Cultural INHOTIM

Una nueva forma de experimentar el arte

Por Jacopo Crivelli Visconti (São Paulo)

Hace unos pocos meses, en la cima de una colina situada en el centro de Minas Gerais, Brasil, se utilizó una inmensa grúa para levantar enormes vigas de construcción de acero de perfil doble T hasta una altura de 60 metros, para luego dejarlas caer en una pileta de alrededor de diez metros por diez llena de cemento fresco, creando de esta manera una impresionante jungla de cemento, a mitad de camino entre escenario catastrófico y elegía tanto al medio ambiente natural como al patrimonio histórico de la región, que tradicionalmente obtuvo su riqueza de la actividad minera, en primer término del oro y más recientemente del acero.

COLECCIÓN: Instituto Cultural INHOTIM

Posiblemente no tan traumática como sus míticas obras Shoot (1971) o Trans-fixed (1974), la pieza de Chris Burden Beam drop: Brazil (2008)1 es definitivamente una de las obras más impactantes en exposición en el Instituto Inhotim, la sede de la entidad sin fines de lucro y en constante expansión que alberga a una de las colecciones de arte más originales de Brasil. Su originalidad se deriva, entre otras cosas, del hecho de que incluye varias instalaciones de grandes dimensiones, algunas de ellas consideradas hitos fundamentales en la trayectoria artística de sus creadores y auténticas obras de arte. Tal el caso de Desvio para o vermelho (1967) y Através (1989), de Cildo Meireles; Neither (2004), de Doris Salcedo y Lézart (1989), de Tunga.
Cuando a principios de los años 90 el empresario Bernardo Paz trabó amistad con Tunga, su colección estaba compuesta principalmente por obras de arte moderno, pero sus conversaciones con el artista carioca y su contacto con obras tales como Lézart, o algunos años más tarde, True Rouge (1997, otra de las piezas destacadas de la colección), provocó una epifanía que lo llevó a enfocarse exclusivamente en el arte contemporáneo. Radicado en Belo Horizonte, la capital del Estado de Minas Gerais, Paz exhibió parte de su colección en su fazenda en Brumadinho, a aproximadamente 60 km de la ciudad. Allí invitaba a sus amigos, entre los que se contaban artistas y arquitectos como Roberto Burle Marx (1909-1994), el más influyente arquitecto paisajista en la historia de Brasil, quien personalmente diseñó y cultivó parte de los jardines que hoy constituyen el espectacular escenario que enmarca a la colección –actualmente pública – compuesta por más de 400 obras, parte de las cuales se exhiben en varios pabellones diseminados en un parque de 45 hectáreas. Otras 600 hectáreas de bosques conservados en forma permanente rodea al área abierta al público y constituye el Parque Natural Inhotim, dedicado a la preservación de vestigios de los biomas amenazados de los Bosques Atlánticos y el Cerrado (sabana brasilera), así como a la restauración y el mantenimiento de colecciones botánicas de Brasil y de otros países del mundo.
Algunos de los pabellones están dedicados enteramente a la exposición permanente de un único artista, ya sea exhibiendo una sola instalación o una selección de obras. Adriana Varejão, por ejemplo, ocupa una galería inaugurada recientemente (una caja de concreto bastante impresionante suspendida sobre un estanque artificial), diseñada por el arquitecto residente en San Pablo, Rodrigo Cerviño Lopez, con obras de la última década, incluyendo la enorme instalación pictórica Celacanto provoca maremoto, producida originalmente en 2004 y a la que se le agregó una parte nueva para llenar el espacio de la sala principal de la galería. Entre los mejores pabellones individuales se encuentra el ubicado en un viejo taller de carpintería, que alberga la delicada instalación de Víctor Grippo titulada La intimidad de la luz en St. Ives (1997). Concebida originalmente para los Estudios Porthmeor en Saint Ives, Cornwall, un espacio utilizado por numerosos artistas a lo largo del siglo XX, la obra constituye una reflexión tanto sobre el paso del tiempo como sobre la lucha metafísica del artista con el material en bruto que emplea para crear una obra de arte.
En total, aproximadamente el 25% de la colección se exhibe en conjunto, lo que permite al equipo de curadores del Instituto Inhotim, conformado por Jochen Volz, Allan Schwartzman y Rodrigo Moura, llevar a cabo con tranquilidad la selección de obras para las exposiciones temporales que ocuparán cuatro de los pabellones – denominados Lago, Fonte, Praça y Mata (es decir, Lago, Fuente, Plaza y Bosque, respectivamente) – y que se renuevan cada dos años. Esta abundancia de tiempo y la calidad de la mayoría de las obras en exposición se conjugan para que los pabellones donde se presentan exposiciones colectivas sean tan interesantes como los que exhiben muestras individuales. El mejor ejemplo lo constituye actualmente la “Galería del Bosque”, donde los curadores instalaron una muestra cuidadosamente planificada que se titula Pontos de vista (Puntos de Vista). La Máquina de mirar (2001) de Olafur Eliasson, un gran caleidoscopio que permite observar el interior y el exterior de la galería, da la bienvenida a los visitantes, estableciendo de inmediato un diálogo tanto con el escenario natural circundante que invade el pabellón a través de las paredes de vidrio (y es percibido de una forma enteramente nueva cuando se lo observa a través de la máquina de mirar) como con las obras que se encuentran en las salas que siguen, que incluyen un nostálgico film en 16 mm de Jonathan Monk, tautológicamente titulado A cube by Sol Lewitt photographed by Carol Huebner using nine different light sources and all their combinations front to back and back to front forever (2001), o los Fuegos de artifício (2002) de Jorge Macchi, una simple e inmensamente poética instalación del artista argentino, uno de los más representados en la colección.
Por último, algunas de las obras se exhiben al aire libre, en contacto con la naturaleza. Tal es el caso de la obra de Dan Graham, Bisected Triangle, Interior Curve (2002), o de la de Simon Starling, The Mahogany Pavilion (Mobile Architecture nr. 1) (2004). El ejemplo más impactante, sin embargo, es definitivamente la obra de Hélio Oiticica Magic Square no 5 – De luxe (1978). Concebida como parte de la serie Magic Square, el penetrável (‘penetrable’, el término que Oiticica empleaba para describir sus instalaciones relacionales de grandes dimensiones en las que los visitantes supuestamente debían ‘penetrar’) es absolutamente impresionante; sus vibrantes colores revelan de pronto la proximidad entre las investigaciones de Oiticica relativas al color y las arquitecturas latinoamericanas arquetípicas, tales como las de Luis Barragán en México. Oiticica es uno de los artistas cuya obra – específicamente la serie completa de las instalaciones ambientales Cosmococas – será exhibida en forma permanente en un pabellón individual en un futuro cercano, como parte de un proyecto en curso del Instituto Inhotim de constituir un grupo relevante de obras de los últimos cincuenta años que puedan ser consideradas fundamentales para alcanzar una comprensión profunda de los desarrollos más recientes del arte contemporáneo, un esfuerzo particularmente alentador en un país en el cual tan pocas instituciones públicas demuestran tener programas y objetivos claros.