Muere Carmelo Arden Quin, Figura Vital del Movimiento MADI

Por Adriana Herrera Téllez

El influyente artista Carmelo Arden Quin, nacido en Rivera, Uruguay, en 1913, falleció el 27 de septiembre de 2010 a los 97 años de edad, en Savigny-sur-Orge, la localidad a las afueras de París donde se asentó, justamente por su cercanía a la ciudad que sirvió de luz y de puente comunicante a los creadores de la abstracción geométrica latinoamericana.

Carmelo Arden Quin, 1989 pintura sintética, acrílico, plástico y metal sobre MDF- 122 x 127 x 5 cm Ingresó en 2005. Donación del artista, gentileza de Sofía Müller.

Fue al regreso de Joaquín Torres García (1874-1949) de París, cuando en 1935, Arden Quin asistió en Montevideo a una conferencia suya que siempre recordaría como el punto de partida de un arte que defendería la invención frente al valor de toda forma de representación: “Fue la primera vez –declaró varias veces- que oí el nombre de Mondrian o de Kandisnky y de Malevich, mientras veía imágenes de sus obras. Enseguida, enseguida, me hice geométrico puro".

Sólo un año después participó en una exposición colectiva a beneficio de los españoles antifranquistas. En 1944 creó la revista Arturo, que sería una tribuna de divulgación de las ideas en gestación del Movimiento MADI, del cual fue cofundador junto con otros artistas que participaron en el lanzamiento del histórico Manifiesto MADI.

La definición que Carmelo Quin daba a La pintura MADI era: “Color y bidimensionalidad. Forma poligonal. Superficie curva, cóncava y convexa. Coplanar, es decir planos articulados con movimiento lineal, giratorio o de traslado”.

Adhiriéndose a una búsqueda que se separaba radicalmente de la ilusión de representatividad de la realidad burguesa, se encaminó a un arte que en lugar de pretender expresar o significar, buscaba lograr que el objeto “naciera y delirara rodeado de un resplandor imperecedero”.

El Manifiesto pedía a la arquitectura hacerse móvil, girar sobre ella misma para plantear formas incesantes, y desafiaba a la pintura a salirse del rectángulo al que hasta entonces estaba confinada. "Nosotros –declaró Arden Quen, aludiendo a la revolucionario marco recortado de Rothfuss- introdujimos la diagonal e hicimos posible pintar entre ángulos obtusos y agudos que transforman el plano radicalmente".

Además de la multiplicación de los ángulos, "infinitos como los números", de las nuevas formas que éstos creaban al entrar y salir del cuadro y de la sorpresiva superposición de planos, los MADI, precisaba Arden Quin "seguimos las lecciones de nuestros antepasados, los futuristas e incorporamos el vacío, ese hueco redondo que lanza los ojos detrás de la tela, e integra a la composición de la obra el espacio que no se ve".

En obras escultóricas como el Juguete del perro acostado Arden Quin aplicó la idea de la variación a piezas con volúmenes abstractos. Su idea era que el mundo cifrado en la geometría –esencia del universo- se descifraba a través del movimiento de observador que, moviéndose alrededor de la pieza, la alteraba.

"El órgano más extraordinario que tenemos, el ojo, es móvil; el ojo es MADI, es el órgano de la luz, que no puede separarse de la geometría y reconstruye todo el tiempo las formas", afirmaba Arden Quin.

Disfrutaba con la idea de que el artista era una suerte de armador de juguetes estéticos para el disfrute del ojo y de la mente, pero sabía que sólo se articula un universo cuando se vislumbra esa "especie de orden universal" que él persiguía no sólo a través de la geometría, sino en líneas de versos. "Desde el aire observo los signos" –escribió en un bello poema que puede anticipar esta ausencia física definitiva y lo que antes de partir dejó inscrito en la tradición de la abstracción geométrica.