¿QUÉ VEMOS CUANDO MIRAMOS?

Por Victoria Verlichak (Buenos Aires) | junio 11, 2019

Las asombrosas invenciones de Leandro Erlich (Buenos Aires, Argentina, 1973) se presentan actualmente en el extenso homenaje al escritor Jorge Luis Borges (Buenos Aires, 1899-Ginebra, 1986), realizado en Buenos Aires en ocasión de cumplirse 30 años de su muerte. La lograda muestra interdisciplinaria Borges: Ficciones de un tiempo infinito -en Centro Cultural Kirchner- vincula al inmenso creador con las letras, claro, y también con las artes visuales, el cine, la imagen clásica del laberinto, las matemáticas y otras ciencias.

 

Maison Fond, 2015. Ph: Maffini.

En Ascensores, Erlich sorprende una vez más con una pieza participativa, ofreciendo al visitante una situación cotidiana (el ingreso a un elevador automático) transmutada en extraordinaria (no verse y verse reflejado al infinito). “El público entra a un habitáculo familiar -como es un ascensor- pero no encuentra su reflejo, sino el de otra persona (desde otra perspectiva su imagen se multiplica). Hay una cierta situación laberíntica y de la idea de un ‘otro’, que tienen que ver con el imaginario borgeano”, señala el artista.

Precisamente, los temas recurrentes en la obra de Erlich son la realidad y la apariencia, lo ilusorio y el extrañamiento. Pero, las trampas visuales que alteran el campo perceptivo no buscan engañar al espectador sino sacudirlo de su conformismo; “el truco no es la cuestión, el artificio está a la vista”, dice. Construidos según una lógica cartesiana, que es distorsionada, los espacios que propone el artista ofrecen experiencias tan lúdicas como inquietantes. En todas sus piezas el artista plantea una situación y le propone al observador a interpretar sus obras con autonomía, la misma con la que él trabaja.

Erlich sorprende una vez más con una pieza participativa, ofreciendo al visitante una situación cotidiana (el ingreso a un elevador automático) transmutada en extraordinaria (no verse y verse reflejado al infinito)

Sus instalaciones -donde los contornos que dividen el espacio / obra no son claramente reconocibles- suelen ser proyectos importantes, de gran impacto. Es en esa dimensión donde el artista encuentra gran libertad para expresarse: “llegué a ella como una forma de quebrar el límite que define al objeto”, asegura.

     

   

Mundos vivos

Las piezas de Erlich -en instituciones o el espacio público- invitan al espectador a acudir a sus propios recuerdos y vivencias, para dejarse llevar por los recónditos dispositivos que ofrece el artista y dar rienda suelta a su imaginación. Al mismo tiempo que los Ascensores borgeanos eran exhibidos en mayo a la entrada del Barrio Joven Chandon -en la edición 25° de arteBA-, la instalación Postes estaba en la calle en el ingreso a la feria. La obra, que permaneció durante dos meses, reemplazó los cables de luz convirtiéndolos en un elemento escultórico: los cables, en lugar de ser líneas negras son líneas de luz, vinculando los postes que portan cables con la idea de la energía que transportan. Desde la inteligencia y el humor, lo conceptual y el ingenio técnico, los provocadores trabajos de Erlich cuestionan la normalidad y el espacio, creando mecanismos que suscitan la fantasía de todos. El simulacro y la interacción del público son clave en su trabajo, modificado una y otra vez con la presencia del mismo. En ese sentido, sus instalaciones, objetos, esculturas, videos y fotografías son mundos vivos, que hacen sentir al visitante como imprescindible protagonista y lo transportan a otras realidades y situaciones.

Fabricante de ilusiones, Erlich y sus provocadoras obras han viajado extensamente por el mundo a partir de fines de los años ’90; se mudó a Nueva York y en 2000 intervino en la Bienal del Whitney Museum, y no paró más. Incluso, formó parte del envío argentino a la Bienal de Venecia en 2001 (también en 2005) con La pileta, una instalación repleta de aparatos ilusorios desplegada en el patio del Fondaco dei Tedeschi (actual edificio del Correo Italiano). Entonces, el artista construyó un gran cubo blanco y lo cubrió con una delgada capa de agua, sobre una placa de acrílico, que se movía suavemente a través de un dispositivo oculto. Los concurrentes ingresaban a la gigantesca instalación a través de una abertura lateral al cubo que, visto desde los pisos de arriba, simulaba una piscina con agua y con personas vestidas con ropa de calle paseando adentro. ¿En serio que su pileta no tenía agua, sino la ilusión de un líquido plácido y azul debajo del cual los visitantes podían pasear?

Las trampas visuales que alteran el campo perceptivo no buscan engañar al espectador sino sacudirlo de su conformismo

En los últimos años, Erlich -además de exhibir en galería Ruth Benzacar-  trajo muchas de sus instalaciones viajeras a Buenos Aires. El consultorio del Psicoanalista -presentada por primera vez en Francia- se desplegó en Fundación Proa en 2009. Nada más apropiado para una ciudad que se precia de ser una de las máspsicoanalizadas del mundo. “La obra se gestó en París donde residí hasta el 2006... Quizás lo más sorprendente, porque no lo sabía en un principio, es la cercanía que la obra tiene con algunas experiencias ópticas que Lacan   ha utilizado para representar y explicar ciertos temas del psicoanálisis”. Erlich explica que en la instalación-desarrollada en dos espacios separados por un vidrio: una sala de psicoanalista, con muebles y objetos que la identifican como tal, y un sitio vacío con algunos cubos, al que el espectador ingresa-, el visitante se convierte   en performer; interactúa y genera una ficción que a su vez construye una imagen metafórica (su imagen se vereflejada -a través del vidrio- sobre algún objeto real de la otra sala (en las sillas del psicoanalista o del paciente).

   

     

Lo ilusorio y el extrañamiento también en La democracia del símbolo, el trabajo de Erlich sobre y con el Obelisco de Buenos Aires, donde se vuelve a verificar que sus obras son ocultamientos y, a la vez, descubrimientos. La presunta desaparición de la punta del monumento causó conmoción en la ciudad, el suceso fue visto por millones de personas (Internet, prensa, “en vivo”). Ya en 1994, cuando tenía 21 años, pensó en trasladarlo a una plaza de La Boca. Entonces, exhibió en galería Ruth Benzacar -junto a participantes del Taller de Barracas- su maqueta y su intención de utilizar el arte para expandir fronteras. Como a fin de 2015 en MALBA, ahora en la explanada de Usina del Arte está la parte superior del Obelisco -que el artista sacó / cortó durante un par de semanas y que causó un revuelo impresionante en los transeúntes-, dentro de la cual se observan cuatro proyecciones que muestran qué se ve desde los 70 metros de altura del monumento urbano. Justamente, en el espacio central de exposiciones de Usina del Arte -magnífico centro cultural reciclado en La Boca- se instaló Edificio, en 2009. La pieza diseminó diversión y repitió el ilusorio efecto de que había personas audazmente trepando a una fachada de un edificio. Para aparecer escalando era preciso acostarse en el suelo (donde estaba el símil de la construcción), el resto lo hacía un gigantesco espejo que reflejaba las insólitas poses de los visitantes, las diferentes situaciones.

Emplazado a orillas del Río de la Plata, el MUNTREF, Centro de Arte Contemporáneo (albergado en parte de lo que fuera el Hotel de Inmigrantes) presenta Puerto de Memorias. La novedad de esta obra de carácter específico -primero exhibida en Corea- es que en su versión porteña incorporó movimiento (creado por el área de robótica de la Universidad Nacional de Tres de Febrero) a los barcos amarrados y el intangible recuerdo de sus abuelos venidos de tierras europeas.

Sus instalaciones, objetos, esculturas, videos y fotografías son mundos vivos, que hacen sentir al visitante como imprescindible protagonista y lo transportan a otras realidades y situaciones

 

Entre presencias y quimeras, las obras de Erlich, que vive y trabaja entre Buenos Aires y Montevideo, debaten certezas y presupuestos y devuelven al observador la misma pregunta que se hace el artista: ¿qué vemos cuando miramos?