Alfredo Cortina: Fotografo. Museo de Arte Contemporáneo del Zulia, Maracaibo

Cortina no un era un fotógrafo de oficio pero a través de la cámara captó la soledad, la neblina, el abandono y la belleza de lo cotidiano de una manera nunca antes vista.

Por Beatriz Sogbe | febrero 19, 2016
La casa de Los Rosales, sin fecha / The house at Los Rosales, undated.   Gelatin silver bromide print / Gelatinobromuro de plata.

Alfredo Cortina (Venezuela, 1903-1988) fue pionero de la radiodifusión y la televisión en Venezuela. Fue escritor de comedias y actor.  Cortina escribe la primera radionovela venezolana y se hizo muy famoso, localmente, para 1933, cuando  se difunde la primera novela de suspenso de la radio venezolana: el misterio de los ojos escarlata. Se dice que el país se paralizaba para escucharla. Fue joyero, ebanista y relojero. En realidad, después de visitar su  casa de Los Rosales se podía entender que Cortina podía ser bueno en lo que se antojara.  La zona se hizo conocida porque compartían vecindad –junto con su esposa, la poeta Elizabeth Schön (Venezuela, 1921-2007)  y  sus primas Ida y Elsa Gramcko, poeta y pintora, respectivamente – con los artistas Alejandro Otero y Mercedes Pardo, el poeta Alfredo Silva Estrada, la bailarina Sonia Sanoja y la familia Zuloaga, mecenas de artistas.  Una casa plena de sorpresas y de objetos que fabricaba Cortina, con el cual parecía que no había imposibles.

La obra fotográfica de Cortina era totalmente desconocida. No un era un fotógrafo de oficio -como repite  cadenciosa y hábilmente Luis Enrique Pérez Oramas en el texto del catálogo-, pero a través de la cámara captó,  en blanco y negro, la luz del trópico, la soledad, la neblina, el abandono y la belleza de lo cotidiano de una manera nunca antes vista.

En el año 2012 su obra fue expuesta en la  XXX Bienal de Sao Paulo con la curaduría de Pérez Oramas. Para 2014, veinticinco piezas fotográficas de Cortina pasaron a formar parte de la colección del MoMA. Las fotografías expuestas en Sao Paulo han sido una revelación para muchas personas, ya que Cortina ha logrado sorprender por la temática de sus piezas.  Guardadas, celosamente, durante décadas y nunca antes expuestas, reflejan un conocimiento minucioso de la técnicas y composición fotográficas.

En todas las imágenes el leit motiv es su esposa Elizabeth. Ella no aparece mirando la cámara, ni en las poses acostumbradas para la cotidianidad.  Schön posa, pero de manera enigmática. Ella está absorta, ausente. Pero sus ausencias no revelan ensimismamiento, sino que nos guían la mirada y generan preguntas. ¿A quién mira? ¿Qué nos quiere decir? ¿Por qué? Hay tantos porqué en esas piezas.

Cada imagen se encuentra  perfectamente encuadrada. No pareciera un tema intuitivo, ya que las coincidencias son varias. Algunas de ellas cercanas a los puntos de interés del rectángulo dorado.  En otras, en el encuadre compone marcos imaginarios, en los espacios. Siempre es ella  el centro, el punto de atención. Siempre es Elizabeth la que roba las miradas: bella, joven, serenísima.  Es además quien guía la escala y proporción. Y la que conduce el tema y la que nos genera una obsesión por mirar lo que  mira –aunque suene como un contrasentido. Se ve que Alfredo estaba obnubilado con la belleza de su esposa. No era para menos. Era poeta, era sensible, era Elizabeth. Sus amigos decían que, en vida de Alfredo, éste la apabullaba -tal era su vitalidad. Pero los que conocimos a Elizabeth supimos que ella era un ser tan especial que volvía lo habitual en algo extraordinario.

Quisiéramos que Cortina estuviera con nosotros para que nos hablara de su trabajo. O al menos Elizabeth. O quizás no. Porque en el fondo preferimos hacer nuestras propias conjeturas de algo que nunca morirá: la pasión por la belleza, el paisaje y la estética.