DAGOBERTO RODRÍGUEZ: PRESAGIOS DEL FUTURO

Por José Antonio Navarrete | abril 15, 2021

Dagoberto Rodríguez (1969, Caibarién, Cuba) presenta Planeta de Cristal, su primera exposición individual en Miami, abierta recientemente al público. Esta recoge parte de su producción del año 2020 y confirma la vitalidad que conserva su ya larga y exitosa carrera que, con notable reconocimiento internacional, se ha extendido durante las pasadas tres décadas. El artista formó primero parte, hasta hace muy poco tiempo, del colectivo Los Carpinteros, y luego, desde 2017, trabaja y exhibe en solitario.

DAGOBERTO RODRÍGUEZ: PRESAGIOS DEL FUTURO

Compone la muestra un nutrido conjunto de obras de distintos tamaños y medios que integran la serie que le da título. Esta incluye acuarelas de gran formato como Planeta de cristal II, Luz azul, Hielo 7, Bunker Gris, Bunker de Arcilla, y otras de medianas dimensiones tales como The End, Edificio de Diamantes, Balcones flotantes, Planeta de Arcilla, Iceberg de Ladrillo y Colisión. Las acompañan un video, Geometría popular, y un grupo de fotogramas de este. También, una pequeña escultura de bronce, titulada Langosta, y una gran estructura escultórica de hierro, Túnel blanco.

 

El uso de la acuarela, una técnica de poca presencia en el marco de producción del arte contemporáneo —y hasta frecuentemente menospreciada por su asociación subalterna a la tradición artística con centro en la pintura—, sirve bien a los fines discursivos de una propuesta que se sostiene poniendo de relieve algunas de las contradicciones del mundo de hoy. Por un lado, se hace evidente, desde el propio título asignado a la exhibición como en los que identifican a las obras, que las representaciones pictóricas de Dagoberto Rodríguez aluden a un planeta frágil y amenazado de quiebre, lo que rápidamente permite ubicarlas en las preocupaciones ecologistas que atraviesan la sociedad contemporánea. Al mismo tiempo, esas representaciones se hacen eco de diferentes sistemas constructivos y visuales que han alimentado la cultura popular global desde los albores del siglo XX: desde la narrativa literaria futurista y sus prolongaciones en el cine de ciencia ficción y fantástico, pasando por las elucubraciones sobre las ciudades del futuro, que alcanzaron primero la imaginación urbanística y arquitectónica moderna y han logrado desbordase hasta el presente, hasta llegar a los juegos infantiles de construcción. Es alta la capacidad que demuestra Dagoberto Rodrîguez para hacer del principio de estructura modular una reserva amplísima de la inventiva artística.

Habría que agregar, por otro lado, que estas representaciones dibujísticas o, por lo menos, buena parte de ellas, se alinean de alguna manera con los discursos de distinto origen, desde científicos hasta políticos, que advierten sobre el deterioro del planeta e, incluso, su posibilidad de muerte. Ellas funcionan como percepciones personales que nos entrega el artista sobre la extrañeza y fragilidad del habitat humano del presente: no son otra cosa, por lo tanto, que los modos mentales con que éste figura ese universo vulnerable. El asunto que me interesa considerar aquí es que su figuración es, de suyo, de una belleza estremecedora. Rodríguez, como ya dijimos, se vale de un recurso multiplicador —el módulo— de fuerte presencia en la sensibilidad visual y constructiva contemporánea. Con un tratamiento ideático versátil de las posibilidades de este elemento, logra que el amenazado universo que nos presenta solicite nuestra identificación con la idea de que es necesario repensar nuestro lugar como humanos en el planeta. Por supuesto, como toda visión del futuro la suya trata también con representaciones anticipatorias en las cuales tienen cabida las ilusiones y desesperanzas, los miedos, incertidumbres y creencias que nos alimentan en el presente. Las obras de Planeta de cristal refieren las problemáticas del día de frente al futuro. Todo esto lo hace Rodríguez con una técnica reconocible por ser portadora de un particular efecto de belleza, basado en la luminosidad y la delicadeza visual de su específica materialidad.

Representar un universo tanto desmedido como precario en su constitución, pero concebido como un estado de la belleza, ha sido una constante en la historia del arte, pero más que pensar los términos de esa relación como antitética, como algunos quieren argumentar desde una perspectiva moralizadora de la imagen, creo que el análisis sobre la pertinencia o no del vínculo entre ambos hay que conducirlo por otro camino. Piranesi (Giambattista, 1720-1778) quería estimular en sus contemporáneos una lectura de las antiguas ruinas romanas como portadoras de una cultura y sensibilidad indispensables de incorporar a su tiempo. Esto es, las imágenes de incertidumbre y destrucción en el arte por lo general nos impulsan a considerar la integridad física y vital previa a ese estado del objeto que ellas representan. Ellas apuntan a que el espectador despliegue una mirada en retrospectiva de ese objeto en amenaza o proceso de desintegración. Esta es una operatoria de recepción artística que implica, inevitablemente, una reconsideración del objeto y de su existencia, tanto si este ha sido situado en el pasado como en un hipotético futuro.

 

Hay un momento de la muestra que brilla particularmente por el modo en que se construyó la relación entre las obras en su instalación en el espacio: en nuestro recorrido de izquierda a derecha de la enorme sala donde se despliega la exhibición, el llamado Túnel blanco nos deja entrever el video, al que nos enfrentamos completamente luego de pasar el anterior. Hay una suerte de densidad dramática en esta relación que se hace creciente ante un video que adquiere casi un tono operístico.

Geometría popular es, como pocas veces sucede en el arte contemporáneo que intenta contaminar críticamente la tradición artística geométrico-constructiva con un discurso político, la elección de una forma geométrica que se constituye como una forma de construcción del discurso político. Para mi particular lectura, el video funciona como una problematización de los modos de hacer política en la contemporaneidad, pero su desoladora representación de esta actividad fundamental en el manejo de “la cosa pública” termina por acentuar el carácter político que subyace en el tema abordado por el artista. Más todavía, sin dudas contribuye a redimensionar la manera en que nos vinculamos con el conjunto de obras.

Dagoberto Rodríguez: Planeta de Cristal

Curaduría: Aluna Art Foundation (Adriana Herrera y Willy Castellanos)

Piero Atchugarry Gallery - 5520 NE 4th Avenue, Miami, FL

Hasta el 24 de julio, 2021