Claudia Bardasano

Entrevista con Claudia Bardasano

Por Bello, Milagros M.
 
"Se pudiera decir que yo no entré en el arte, el arte entró en mí­ cuando nací­, fui artista desde que recuerdo; lo primero que pedí­ el primer diciembre que mi memoria registra fue una caja de acuarelas, y es posible que tuviera tres o cuatro años."
Claudia Bardasano

Milagros Bello: ¿Cómo fue tu entrada en el arte? ¿Cuáles fueron tus motivaciones? ¿Cuándo comenzaste a trabajar en pintura?

Claudia Bardasano: Se pudiera decir que yo no entré en el arte, el arte entró en mí­ cuando nací­, fui artista desde que recuerdo; lo primero que pedí­ el primer diciembre que mi memoria registra fue una caja de acuarelas, y es posible que tuviera tres o cuatro años. También recuerdo que lloré cuando la recibí­, ya que la querí­a muy grande y mis papás me la dieron pequeña; no cumplí­a con mis expectativas de tamaño para las ideas que tení­a en mente.

En el colegio siempre me designaron para hacer todos los murales de Navidad y de otras ocasiones especiales. En Caracas, tuvimos la suerte de vivir en el mismo piso del famoso maestro venezolano Pablo Benavides. Él me enseñó todos los secretos de un gran artista. Para mis diez años, iniciarme con Pablo Benavides significó llegar a los secretos del arte por la puerta grande. El maestro me enseñó desde cómo tomar el pincel hasta cómo ve un artista el arte. Fui como una esponja en ese proceso. Esta fue una experiencia que me abrió las puertas a la percepción de la pintura.

MB: ¿Cómo te decidiste por la abstracción en la que trabajas actualmente?

CB: La abstracción es el camino lógico de decantación cuando se ha recorrido un camino figurativo. En la figuración ya todo está dicho; al final, sólo queda el silencio y el gesto en su mí­nima expresión. En ese punto salté al arte abstracto.

MB: ¿Cómo elaboras tu obra abstracta?

CB: Desde que llegué a los Estados Unidos hago meditación Zen. Con el Budismo Zen se establece una ví­a para llevar al lienzo una idea interna, un pensamiento totalmente abstracto. Y esto sólo se logra cuando la mano obedece, a través del gesto, lo que la mente en estado meditativo -sin procesos intelectuales o de control motor-, quiere.

MB: Tu obra recuerda el trazo de las caligrafí­as japonesas?

CB: Sí­, porque mi pintura se produce en un proceso que recuerda las caligrafí­as japonesas, donde todo se realiza en un solo trazo, en un solo diagrama. Se crea una obra minimalista, justa, sin excedentes visuales ni cromáticos, donde domina el negro puro, llevando todo el peso del mensaje del cuadro. Es un proceso simple en la acción pero complejo en la fase interna. Pintas dejando que el Inconsciente trabaje solo, sin intervención intencional. Con él, desplazas las fuerzas de control cultural y social; los aprendizajes, los vicios, los estereotipos, los cuales ya no intervienen en el cuadro. Con el Inconsciente, quedan en estado puro las fuerzas del espí­ritu.

MB: Entiendo que también escribes y que la poesí­a lí­rica es uno de tus fuertes. ¿Cómo se relacionan la escritura y la poesí­a en tu obra?

CB: Sí­, escribo, pero se trata más bien de un diario de vivencias y de viajes donde de vez en cuando nace la poesí­a. Sin embargo, puedo añadirle a un cuadro alguna frase suelta que le dé significado. Muchos de mis cuadros son verdaderos poemas de silencio. El silencio es la mejor palabra donde todo está dicho; en una lí­nea y un punto se define el Universo.

Las obras de Claudia Bardasano son ventanas que se abren al Cosmos Infinito. Representan caligrafí­as abstractas, una suerte de enérgicos contornos surgidos del gesto suelto de su mano, que expresa el movimiento del Espí­ritu. Su propuesta pictórica apunta a conceptos trascendentales orientados a La Nada, tal como se la define en la filosofí­a Zen. La Nada es la invisible e inexplicable plenitud del Ser, que todo lo contiene. La Nada es la Esencia de todas las cosas. Como lo expresa un proverbio Zen, Llevar la Nada dentro del corazón equivale a llevarlo todo.

En estas obras hay una poética visual diseñada por curvas, contornos y perfiles logrados sin excesos. Las pinturas de Bardasano están desprovistas de narración y de figuras. La realidad circundante ha sido reemplazada exclusivamente por un mundo no objetivo. Las obras evidencian ritmo y equilibrio; los bosquejos y colores se expanden libremente sobre el espacio vací­o. En las telas dominan los rasgos espontáneos y los trazos caprichosos en consonancia con la tradición de las caligrafí­as chinas y japonesas. Rasgos y espacio se relacionan estableciendo armónicos acuerdos visuales. En su simple pureza de lí­neas y colores se asemejan a un poema haiku visual.

Estas obras son espejos cósmicos del Ser, siguiendo la tradición de Robert Motherwell, Sam Francis, Brice Marden o Mark Tobey, quienes utilizaron la caligrafí­a Zen para abordar su trabajo creativo. Bardasano abre un nuevo capí­tulo en esta tradición.

Las series Flowing I-II-III muestran espesas gotas de color rojo (simbolizando la vida), negro (simbolizando la oscuridad) y blanco (simbolizando la luz) que caen sobre el espacio terroso. Representan esencias de la existencia humana.