Diego Ranea

Diego Ranea
  Imágenes del Tirreno, del Mediterráneo, del Caribe y otros tantos mares que Diego Ranea visitó y registró. Todos tienen aguas distintas: más o menos claras, más o menos tibias. Más o menos profundas; más agitadas, menos transparentes. Aguas dulces o saladas, son aguas al fin. El agua es la misma, no importa en qué latitud se ubique.
Más allá de las riquí­simas connotaciones simbólicas que tiene el agua -y que el mismo Ranea se ha preocupado por investigar- esta serie de mares nos da la oportunidad de abordar la cuestión de lo Uno y lo Múltiple, desde el ojo cordial de un artista.
Lo Uno se manifiesta en lo Múltiple. Ranea recorrió partes de este mundo y encontró una unidad en la diversidad. No importa con qué idioma se los designe, no importa cuán caro sea el acceso a esa playa; los mares tienen locaciones distintas, temperaturas desiguales, pero en el fondo, tienen la misma agua. A la razón y a la mí­stica, Ranea agrega el arte. El recorte de cada foto es tan aleatorio como el nombre de cada mar. Desde una imagen casi monocroma, desde una mirada precisa en un lugar y un tiempo que ya no es, Ranea muestra una parte y recuerda a la vez que existe un todo. Con una economí­a de recursos comparable a un haiku, Ranea capta un presente que es eterno.
Mas allá de la imagen calma o enérgica, en estas fotos existe la oportunidad de cruzar un umbral: podemos atravesar la belleza sublime del agua para darnos cuenta de que el hombre es agua, que no hay distancia entre el hombre y la naturaleza, y que todos somos parte de la Gran Unidad.