Walter Goldfarb

Más allá de los sueños

Por Bello, Milagros
Walter Goldfarb
  La multiplicidad del mundo, su condición inabarcable, su inmensidad para la percepción, sus realidades inasibles, nos plantean nuestra propia imposibilidad y pequeñez para captarlo en su totalidad.
Frente a la conciencia de esas limitaciones humanas, hay artistas que encuentran algún punto de apoyo desde el cual proyectar su visión de la realidad. En general reducen con ello su campo perceptivo e interpretativo.
Desde ese lugar (un pequeño salvavidas en la inmensidad del mar) definen una modalidad caracterí­stica, una constante expresiva.
No es el caso de Guillermo Conte, que en sus años de labor creativa ha transitado por una gran diversidad de temas y diferentes maneras de abordarlos pictóricamente. Se ha ocupado de un amplí­simo espectro temático que ha ido cambiando con el tiempo, sin atenerse a ningún canon estético en su tratamiento, diferente y novedoso cada vez.
Como un ojo implacable que todo lo ve, este artista se ha ocupado de lo cercano y lo lejano; de la cita histórica recurriendo al pasado; de lo inmediato y actual.
Es como si la atracción por el mundo lo hubiese desbordado quebrando los lí­mites entre el sujeto y el objeto; entre el Yo y el mundo.
Conte plantea, de ese modo, las posibilidades del conocimiento y sus resultados siempre inciertos. Hay una constante en sus abordajes: sutiles velos envuelven a la visión, estableciendo un finí­simo telón que se interpone señalando el equí­voco de toda visión aparentemente real y directa. La realidad pasa, para él, por esa imagen filtrada de las cosas.
¿A quién pinta entonces Guillermo Conte? ¿A los objetos que trata o a sus propias percepciones? ¿No se pinta a sí­ mismo? ¿No hace de la pintura un hecho autobiográfico? En ese acercamiento sutil, creado por una visión indirecta, todo se vuelve más intenso.
Vivimos acosados por las imágenes. Ellas sobreabundan en nuestro entorno. Estamos en el mundo de las imágenes reales y virtuales, que se entrecruzan tanto que ya no logramos distinguir unas de otras.
Todo se vuelve imagen, pero a costa del imaginario, ya que con su lenguaje directo nos apabullan, imponiéndose en nosotros sin espacio reflexivo alguno, sin piedad. ¿Cómo defendernos de ellas?
El artista verdadero trabaja con el imaginario. Usa, en consecuencia, un lenguaje indirecto. Ese lenguaje indirecto del arte es mucho más intenso que el directo, ya que está mediado por la metáfora, por la creatividad expresiva del artista que en cada obra crea ese resquicio que dará intensidad y penetración a la mirada.
Por eso, trate de lo que sea, Conte lo hace desde ese lugar creador de su ojo. Apunta, entonces, al imaginario del contemplador, a sus capacidades perceptivas e imaginativas, despertándolas del letargo paralizante de las imágenes invasoras. Crea, con ello, el espacio de reflexión necesario para inducir en él una renovada visión de las cosas y, gracias a ello, volver a sentir. Para no dejar que el mundo pase de largo ante nuestra fatigada percepción directa.
Se podrá decir, acertadamente, que la pintura de Guillermo Conte es postconceptualista; que sin los aportes del arte conceptual no tendrí­a las caracterí­sticas que posee; pero la intensidad de sus sutilezas expresivas le dan un sentido propio, diferencial.
En una muestra reciente en México ha tratado temas tan distantes y disí­miles (casi dirí­amos opuestos) como lo son el fútbol y las flores. Esa atracción por lo diverso es como un desafí­o que le permite al artista desarrollar su poder expresivo. Encontrar a través de ello una nueva manera de ver las cosas, desde la mirada indirecta del arte, sin el acoso de la imagen estandarizada y estereotipada de los medios masivos de comunicación.
Guillermo Conte se sitúa, de ese modo, en el punto neurálgico de la crisis de la imagen en la sociedad dominada por ésta. De tal modo supera su materialidad y promueve un camino nuevo para la pintura que compite gracias a la creatividad y el poder del lenguaje indirecto del arte.