Pancho Cárdenas

Pancho Cárdenas
  Nace en la ciudad de México (1956). Se forma de manera autodidacta y después de una larga carrera como ilustrador en compañí­as de publicidad y editoriales se dedica por completo a la pintura. Con ello logra satisfacer una profunda necesidad de expresar plásticamente su experiencia de la vida. Ingresa a la Academia de San Carlos en donde se integra a talleres de dibujo y pintura. Participa en exposiciones colectivas y expone de manera individual a nivel nacional e internacional. En su dedicación al trabajo experimenta con diferentes materiales y se encuentra con el volumen, que lo lleva a la escultura. Modela con arcilla y plastilina para fundir luego en bronce, obteniendo esculturas monumentales. Su obra ha sido publicada en diversas revistas de arte asi como en diferentes periódicos, como el New York Times.
En cuanto a los murales su propuesta es reconocida a nivel internacional y trabaja junto al grupo de artistas de su Taller de Producción: César Herros, Daniel Palma, Nayeli Morán, Hugo Jácome, David Camargo, Jorge Escoto, Gustavo Molina, Gustavo Alemán, Jonathan Cortéz, David Olin Tonatiuh Monroy y Rene Cabello. Actualmente desarrollan un mural de cuatro paneles de 4 x 14 m, cada uno (250 m), para el edificio principal de la delegación de Iztapalapa, ubicado en la ciudad de México. La obra, titulada Iztapalapa ayer, hoy y siempre, está realizada en acrí­lico sobre masaroca.
El concepto del mural consiste en plasmar imágenes de carácter contemporáneo que muestran la historia de Iztapalapa tomando como tema principal la Ceremonia del Fuego Nuevo. Fue la fiesta más importante en el México prehispánico, después de la inauguración del Templo Mayor que se celebraba cada 52 años. Comenzaba con una procesión de sacerdotes que partí­an del Templo Mayor al mediodí­a y caminaban en peregrinación por la calzada de Iztapalapa para luego conectarse al Cerro de la Estrella. Esto se producí­a en el mes de diciembre, mes del Levantamiento de Banderas, o mes Panquetzalitzli. Desde la cúspide siete sacerdotes ataviados como los dioses celebraban la Ceremonia del Fuego Nuevo. Observaban el universo en busca de la Ví­a Láctea, y un grupo de estrellas llamadas las Pléyades. Estas estrellas estaban en una posición muy especial en el cielo, y eran la señal que el sacerdote esperaba para pedir al universo por la existencia del ser humano en el mundo. Cuando finalmente las estrellas se alineaban en el firmamento se sacrificaba a un prisionero, sacándole el corazón. Allí­ mismo se le prendí­a fuego con dos trozos de madera y este fuego era tomado por cuatro sacerdotes que simbolizaban a los cuatro puntos cardinales y repartí­an el fuego por todo el Valle de Anahuac.