Elías Crespín

Galerie Denise René, París

Por Patricia Avena Navarro | noviembre 19, 2014

Hijo de matemáticos y nieto de artistas, Elías Crespín- Caracas, Venezuela, en 1965- asistió cotidianamente, desde que nació al fecundo diálogo entre la matemática y el arte.

Elías Crespín

Creció rodeado de las obras de sus abuelos,viendo las prácticas artísticas de Gego y del marido de ella, el diseñador gráfico, pintor, dibujante y fotógrafo Gerd Leufert. El mundo artístico de Gego -Gertrud Goldschmidt- ayudó a dar forma a la sensibilidad de Crespín que optó en el año 2000 por renunciar
a su carrera como ingeniero informático para dedicarse plenamente a su creación artística. Fue en el taller de su abuela que aprende a manejar, doblar y montar los hilos de metal que utiliza para la realización de sus obras: delicadas estructuras como telas de arañas, en la frontera entre el dibujo, la escultura y la arquitectura. Elías reconoce con humildad su influencia, “aprendí a doblar alambritos con ella en su taller”, y consciente de su legado supo retomar la retícula empleada por la artista, e incorporar la noción de tiempo y la tecnología de última generación como elemento constitutivo de su creación.
Su obra es el encuentro de la escultura y las nuevas tecnologías en una interpretación única y muy personal del arte cinético, integrando la dimensión temporal como un componente principal. Esos móviles compuestos por formas geométricas - círculo, cuadrado, triángulo, elipse - o alineación de varillas que definen figuras abstractas suspendidas en el espacio, están animadas por algoritmos matemáticos programados, donde las secuencias, alternando las ondulaciones y la desarticulación de formas, producen una coreografía lenta y fascinante. La metamorfosis de las figuras originales, cuidadosamente desorganizadas y reconstituidas en una nueva forma por el programa informático, elabora un ballet aéreo sutil que se despliega en el espacio. A lo largo de la serie orquestada por el artista, la constante y lenta transformación de los motivos, la sucesión continua de su aparición y desaparición, la tenuidad de las formas moviéndose en el espacio y las evanescentes sombras que proyectan en la pared crean una atmósfera intensa y onírica. Triángulos, cuadrados, círculos, líneas: formas simples suspendidas en el espacio, a veces intercaladas o imbricadas unas dentro de otras, a veces separadas para formar una secuencia rítmica como los puntos de vistas estroboscópicos.
Elías Crespín se inscribe dentro del legado de la tradición geométrica abstracta y del constructivismo pero su obra guarda una dimensión poética y simbólica. Las formas de sus esculturas se abren a la interpretación, a la imaginación de cada visitante. El artista esculpe con algoritmos que le permiten controlar el movimiento de las obras puestas en marcha, como en una partitura musical a través de las cuales ejecuta las coreografías. El compositor Jacopo Baboni Schilingi ha creado una música original generativa para la obra “Trianguconcéntricos fluo rouge” presentada en la galería. Esta música se desarrolla y se descubre en tiempo real, acompañando los movimientos de la escultura con un principio de no repetición que se alimenta de un modelo predeterminado por el compositor. Se trata de una generación propia y constante donde la música aparece como un ser vivo, con una identidad propia, pero que varía con cada aparición. Al igual que en la danza o la música, la composición sigue la coreografía de la obra en movimiento imaginada por Crespín. Los sonidos de percusión creados para la danza de la escultura sirven como punto de referencia auditiva a la composición musical. Se instaura así un diálogo entre el mundo del sonido y el universo melódico causado por la unión de sonidos mecánicos y musicales.
La exposición personal que le consagra la galería Denise René reúne un conjunto de doce obras y presenta las gestaciones más significativas del universo creativo de un artista que invita al espectador a dar una nueva mirada sobre el arte del movimiento. Elías dice que quiere crear en todas sus obras un movimiento “fluido, curvilíneo, orgánico y acuático”. Cuando contemplamos el ballet flotante de las obras exhibidas podemos decir que el artista ha logrado su desafío, ofrecer una
experiencia poética visual y sensorial.