PERFIL: Bonnie Clearwater: Catalizadora de la relación entre arte y vida en Miami

El nombre de Bonnie Clearwater, directora del Museum of Contemporary Art de North Miami, está asociado a la vertiginosa transformación de la escena del arte de Miami. No sólo ha sido visionaria en términos de comprender el potencial artístico de creadores como Daniel Arsham, que no tenía más de 20 años la primera vez que exhibió en el museo, sino que ha contribuido a modelar la concepción del arte y su red de relaciones en una ciudad que se está inventando a sí misma como vórtice cultural.

PERFIL: Bonnie Clearwater: Catalizadora de la relación entre arte y vida en Miami

Clearwater es una instigadora del modo en que se crea, se exhibe y se asimila socialmente el arte en Miami. Su papel es también central en la conexión con la creación contemporánea mundial. Pero ante todo, es una de las mentes capaces de mantener un pasaje siempre abierto entre el arte y la vida de una comunidad.
Ciertamente ese rol tiene que ver con la función de un museo creado para “proveer un foro a los jóvenes artistas emergentes en la localidad y permitirles converger en su espacio junto a renombrados creadores”. Pero lo que ella ha hecho –guiada por esa irremplazable pasión de los visionarios- es sobre todo, desbordar el marco de la institucionalidad y hacer del arte una experiencia capaz de transformar la vida de la gente. No sólo de artistas, coleccionistas o personas ligadas al mundo del arte, sino de sectores que no tiene acceso a éste.
Si por una parte hay reconocimientos al factor catalizador que el MOCA ha representado bajo su dirección, como el aporte de cinco millones otorgado por la Knight Foundation al programa de exposiciones de artistas emergentes, por otra se advierte la importancia que para ella tienen los talleres educativos dirigidos también a quienes nunca antes habían pisado un museo. La proyección social del museo ha incidido en cierto modo incluso en planes de proyección urbana. Hay una interconexión entre la ciudad de North Miami y el MOCA y uno de sus grandes entusiasmos se refiere a los proyectos de construcción en el vecindario del museo que, dado lo asequible de sus precios, permitirán formar una comunidad de artistas que compartan la vida y el trabajo en la zona. El concepto de “una densidad de artistas viviendo y trabajando cerca” le parece esencial.
Para Clearwater, esa atmósfera informal de intercambios cotidianos, de exposiciones organizadas por los mismos artistas, de inquietantes conversaciones espontáneas es un nicho insustituible para las nuevas generaciones de artistas. Tal vez sea por los diálogos familiares que ella y sus hermanos solían tener guiados por su padre compositor en torno a temas relacionados con la psicología, la creatividad o el mundo a su alrededor. Una convivencia fértil que le permitió entrevistar a los 16 años al pintor realista socialista Isaac Soyer. Tenía sólo 19 años cuando Robert Littman, director de la famosa Grey Art Gallery de la Universidad de Nueva York, apostó a su agudeza visual. Su figura fue un arquetipo para ella: le enseñó a sobrepasar las propias coordenadas culturales y a reconocer la importancia de un programa de exhibiciones que reflejara la naturaleza cambiante del arte. Participó en la curaduría de exhibiciones de figuras como Lee Krasner, o de Rothko (sobre el cual la Tate acaba de publicar su libro revelador: Mark Rothko) y en la generación de apoyo económico para valiosos artistas de larga trayectoria entonces no suficientemente reconocidos. Hace 20 años recomendó a Carmen Herrera. En 1985 se convirtió en directora ejecutiva de Lannan Foundation Art Programs de Los Ángeles. Allí desarrolló programas de arte experimental. En La Fundación Peter Norton de Santa Mónica se aproximó a artistas mexicanos y afroamericanos. Desde 1996, cuando se inauguró el museo MOCA, no sólo pudo hacer posible visitas de artistas como Yoko Ono, Robert Rauschenberg, Lary Rivers, Roy Lichtenstein o John Baldessari, sino que comenzó a ser una fuerza catalizadora para una larga lista de artistas que tuvieron su primera exhibición de museo en el MOCA, y que hoy están integrados a la exigente red del mercado mundial – Daniel Arsham, Hernan Bas, William Córdova, Teresita Fernández y Mark Handforth, para mencionar sólo algunos. En 1996 curó Defining the Nineties: Consensus Making in New York, Miami and Los Angeles, después de vivir en cada una de esas ciudades, con una impecable selección de artistas locales de entonces, como Robert Chambers, José Bedia, o Rubén Torres Llorca, junto con piezas de latinoamericanos clave como Félix González-Torres, José Antonio Hernández-Diez, Gabriel Orozco, Ernesto Nieto, Quisqueya Hernández y artistas de Norteamérica y Europa como Matthew Barney, Damien Hirst, o Jac Leirner. Entre los 29 residentes en la ciudad que participaron en MOCA&Miami en 2006 –en reconocimiento de que el museo les ofreció, por ejemplo, espacio para crear instalaciones que no habrían podido implementar en sus estudios- se contaban Hernan Bas, Naomi Fisher, Gean Moreno, Tao Rey, John Espinosa, Jorge Pantoja, Bhakti Baxter, Pablo Cano, o Natalia Benedetti, entre otros. Su recorrido era acorde con su intento de contar una historia propia en el museo, donde hay una casa para los artistas locales y una ventana al mundo.
En todo caso, lamenta que, después de que en el Miami de mediados de los 90 hubo una activa comunidad artística (vigorizada en gran medida por esa generación clave de cubanos de los 80) que compartía la vida en barrios cercanos al centro, “la intervención de los empresarios de bienes raíces encareció a tal punto la vivienda que esa comunidad se dispersó. Muchos se fueron a vivir a otras ciudades y, en cualquier caso, la interacción cotidiana que les permitía improvisar eventos artísticos a partir de sus encuentros diarios, quedó truncada”. No hay duda de que tiene cierta nostalgia de esa atmósfera que entonces, gracias también a artistas como Mark Handforth y Dara Friedman que residían aquí, provocó un movimiento de diálogo orientado a “pensar en el arte” de tal modo que existía una suerte de continuidad entre hacer la propia vida y hacer la obra. Cuando contrató a Ruba Katrib como curadora asistente del MOCA le parecía esencial que ella saliera del museo y se reuniera informalmente con la gente y los artistas locales a comer, a hablar de sus ideas, a tantear el tipo de cosas que estaban ocurriendo. “Ser lo más inclusivos que sea posible” es para Bonnie un principio de vida, en cierto modo derivado de sus estudios de arte medieval en Columbia. Un tiempo en el cual el arte estaba conectado con la totalidad de la vida social.
Un programa cuyo título, “5 minutos de fama”, se inspiró en la legendaria expresión de Warhol, “15 minutos de fama”, permite que los jóvenes artistas se inscriban en grupos de 10 para presentar ante el público sus proyectos de arte. “Motivamos al público, a los coleccionistas nuevos, a los críticos para que vengan a ver sus trabajos: no sabemos quiénes estarán adelante”. Numerosas iniciativas –programas y exhibiciones – del MOCA contrarrestan la ausencia de una densidad artística como la que existía en Miami una década atrás. Y, por supuesto, aprovechan el paroxismo que ha provocado Art Basel Miami Beach. El concepto de una mirada personal, instigadora, en juego con su interés en el fortalecimiento de una “densidad” en la comunidad artística, atraviesan la carrera de Bonnie Clearwater.

PERFIL: Bonnie Clearwater es actualmente la Directora y Curadora Principal del Museo de Arte Contemporáneo (MoCA Miami). Se desempeñó anteriormente como Directora Ejecutiva del Programa de Arte de la Fundación Lannan en Los Ángeles y como Directora del Museo Lannan en Lake Worth, Florida. Fue curadora de la Fundación Mark Rothko en Nueva York, asesora de la edición de 2002 de la Bienal del Museo Whitney, además de actuar como jurado para el Premio Lucilla del Museo Nacional de Arte, Instituto Smithsoniano, Washington D.C., y como Asesora de la Colección Altoids, 2002. Ha escrito numerosos trabajos sobre arte moderno y contemporáneo.