Martín Ramírez

MNCARS, Madrid

Por Álvaro de Benito Fernández

Martín Ramírez (Rincón de Velásquez, México, 1895) es uno de esos grandes misterios con los que cuenta el arte contemporáneo cada cierto tiempo. Emigrante en 1925 a la California próspera, la debacle de 1929 lo dejaría sin trabajo y sumido en una gran depresión que le provocó la pérdida del habla. Comenzó así una vida errante hasta que, un año más tarde, fue encontrado en un parque de Los Ángeles e internado en un hospital psiquiátrico del condado de San Joaquín con diagnóstico de depresión maniática. A pesar de sus continuas fugas, su vida se desarrollará a partir de ese momento en instituciones mentales de Estados Unidos. Y es ahí donde comienza su producción artística. Por su trasfondo, con las obras de Martín Ramírez enseguida se vienen a la cabeza las etiquetas de “arte esquizofrénico” o “art brut”, pero debemos valorarlas mucho más allá de la terapia en la que se convirtió la pintura.

Untitled (patio). Ca. 1953, Pencil and colored pencil on fragments of glued paper, 40.4 x 37 in. Anthony Petillo Collection, Milwaukee. Wi, USA. Sin título (patio) Ca. 1953. Lápiz y lápiz de color sobre frag- mentos de papel encolados. 102,8 x 91,4 cm. Colección Anthony Petullo, Milwaukee. Wi, EUA.

La labor de Tarmo Pasto, un profesor de arte y psicología que conoció al pintor en los años cuarenta, y de Max Dunievitz, res- ponsable clínico del centro donde Ramírez murió, permitió que se salvasen de ser destruidos sus cerca de cuatrocientos cincuenta dibujos. Esta muestra recoge más de sesenta obras características, entre las que destacan dibujos y grandes murales en los que empleaba sus propios materiales, tales como pigmentos de fabri- cación casera o pegamentos rudimentarios. Su iconografía, siem- pre con lo mexicano presente, está configurada por paisajes nor- teños que son atravesados por ferrocarriles, camiones, autopistas, raíles o un sempiterno jinete a lomos de un caballo. El conjunto de estos motivos y la permanencia del dibujo le permitieron con- servar sus recuerdos y ascendencia, además de ser el vehículo per- fecto para expresar sus temores y sus sentimientos.