Milton Becerra

Durban Segnini, Miami

Por Rafael López-Ramos | abril 05, 2010

En su sede de Miami, la galería Durban Segnini presentó la muestra personal ALE’YA (libro del principio de las verdades escritas) del artista venezolano Milton Becerra (Colón, 1951), quien vive y trabaja en París desde 1980. En esta muestra el artista recurre a sus habituales materiales orgánicos (pie- dras, cuero animal, cuerdas vegetales, cera virgen, etc.) con soportes sintéticos y toma como referentes los mitos y símbolos de la etnia Wayúu. Compuesta mayormente por obras de pared (de mediano y gran formato), una escultura de metal y una instalación, la exposición propone un balance entre la civilización contemporánea y lo más primigenio y ancestral de la cultura humana y la historia natural, en su génesis geológica y biológica.

Installation/Instalación. Courtesy/Cortesía Durban Segnini, Miami

El curador Adolfo Wilson ha señalado que “lo orgánico y lo geométrico, lo intuitivo y lo racional, conviven, armonizan y se funden sin conflicto en estos trabajos, (...) cuya armoniosa organización espacial parece basada en los principios de simetría, correspondencia y proporción: porque un orden métrico, matemático y geométrico infunde aliento a estas composiciones”. Y es que la obra de Becerra se inscribe de un modo muy peculiar en la vertiente modernista del arte óptico y el cinetismo virtual, que cuenta en Venezuela con tan importan- tes maestros como Jesús Rafael Soto y Carlos Cruz-Diez, pero logra un exitoso y armónico contrapunto entre ese discurso visual vanguardista y el acervo de la tradición e imaginario de las culturas precolombinas de América. Por otro lado sus obras se estructuran en base al principio de la euritmia (moverse de modo armonioso y buscando la belleza, redefinida por el filósofo austriaco Rudolf Steiner, como el arte de la antroposofía, que nos permite relacionarnos con nuestro entorno a través del movimiento), pero en este caso se trata del movimiento virtual del ojo guiado por la belleza: el cartesiano entramado de color y formas geométricas es equilibrado por la euritmia natural de las formas orgánicas, esa Regla Dorada que se cumple inexorablemente en las proporciones y formas de todos los objetos naturales: la disposición de las venas de una hoja vegetal, las espirales de un caracol, las cuarteaduras en la tierra seca, las proporciones del cuerpo humano.

El arte de Milton Becerra es también portador de numerosos sím- bolos y arquetipos sexuales, ese tema universal y eterno que ha sido central en la vida de todas las culturas y lo es en la de todos los individuos, representado generalmente a través de las formas natu- rales de las piedras en bruto que incorpora a sus piezas. En ellas confluyen los orígenes biológicos y los orígenes geológicos como metáfora absoluta de lo primigenio, el principio de lo masculino y el principio de lo femenino encarnado en las formas alongadas u ovales de las piedras y el espacio creado por la red de cuerdas que las contiene. La gran instalación que ocupa toda una esquina de la sala es el mejor ejemplo de esta narrativa de la fecundidad: una piedra flota verticalmente erecta entre haces de luz que la sostienen como en el centro del universo, evocando una era anterior a todo o, más exactamente, en el origen mismo de todo.