VI Bienal de Artes Visuales Nicaragüenses

Por Victoria Verlichak

La VI Bienal de Artes Visuales de Nicaragua, inaugurada el pasado noviembre en el Teatro Rubén Darío de Managua, exhibe una selección de obras de 17 artistas que abarcan todas las disciplinas y que van del dibujo íntimo (Emilia Membreño) a instalaciones con deshechos traídos del más grande basural de la ciudad (Edwin Mauricio Mejía), pasando por un video que toma y pone en cuestión imágenes de un programa de televisión local (Gema Hernández). La muestra, que comprende 25 trabajos, confirma que, tal como sostiene el crítico belga Thierry de Duve, “en el presente es técnicamente posible e institucionalmente legítimo hacer arte con todo y sin que importe con qué”. Importante presencia en una escena artística chica de un país pequeño, la Bienal organizada por la Fundación Ortiz-Gurdián es ya una institución influyente, desarrollando un programa cultural que incluye conferencias, encuentros entre artistas, muestras paralelas –como la consagrada al artista Orlando Sobalvarro, a quien está dedicada esta edición–, enviando a seis artistas nicaragüenses a la Bienal de Artes Visuales del Istmo Centroamericano. Este admirable emprendimiento privado incluye a 36 artistas de la región (seis premiados por país) y se realiza alternativamente en El Salvador, Costa Rica, Honduras, Nicaragua, Panamá y Guatemala; la próxima cita es en Honduras en 2008.

Rossana Lacayo. Equívoco, 2007. Video, 8 mins.

El jurado integrado por Mónica Kupfer (Panamá), José Noceda (Cuba) y la autora de esta crónica, de la Argentina, otorgó por unanimidad el Primer Premio a Espíritu, de Wilbert Carmona, obra creada a partir de un sitio en Internet. El artista decidió hacer esta pieza cuando un amigo le facilitó una página, http://poodwaddle.com/worldclockes.htm, que le causó “escalofrío” y le hizo ver la vida desde otra perspectiva. La obra consiste en la proyección en tiempo real de este sitio que incesantemente registra cifras sobre la población mundial (nacimientos, muertes, enfermedades), la naturaleza (deforestaciones, extracción de petróleo), bienes de consumo (producción de autos, computadoras). Números sobre números, a cada instante el sida, el cáncer, la vejez, llevan a la muerte a miles de personas. Pero el espectador debe tomar un número antes de ingresar al espacio de la instalación y, a la salida, oprimir un botón que anuncia en un visor digital el turno del próximo visitante. Así, a través de la frialdad y contundencia de la estadística, el artista evidencia la fragilidad de la existencia.

El Segundo Premio fue para Cristina Cuadra por Columpio Mombacho, una sensible propuesta que exhibe un columpio y documentación fotográfica de la impactante instalación (con la ayuda del Cuerpo de Bomberos de la ciudad de Granada) de la hamaca en “una grieta natural, en uno de los senderos ecoturísticos de la Reserva Ecológica del Volcán Mombacho con el fin de jugar dentro de la Tierra, respondiendo a la fuerza telúrica que representa un volcán”.

Las cuatro menciones –que también tienen premio en metálico y viaje a la Bienal centroamericana– fueron para Ricardo Miranda Huezo por su pieza interactiva Casas, que pone en primer plano las contradicciones del paisaje urbano (Managua nunca fue reconstruida luego del terremoto de 1972, que se arrasó con un 75 % de la ciudad) y el contexto social. La simpática fachada que aparece en pantalla va cambiando, descubriendo fealdades, deficiencias habitacionales, a medida que el espectador mueve el mouse. Marcos Agudelo fue distinguido por el objeto Desintegración 0.1, que con el lenguaje artesanal –cesta tejida con el mapa de Nicaragua a medio desarmar–, reinventa la cartografía nicaragüense desde la fragmentación y el desplazamiento. Se premió también al cortometraje Equívoco, de Rossana Lacayo y el video Son las mías, de Zeneila Roiz. En tanto, la discreta denuncia de Fernando Moroney, en su obra Un día cualquiera (www.chiripa.wordpress.com) acerca del estado calamitoso de la Escuela de Arte y la desidia de sus autoridades, causó tal furia que incluso se habló de echarlo del establecimiento.