UNA VANGUARDIA DE COLORES LOCALES - ÉRASE UNA VEZ LO MODERNO
Con motivo del centenario de la Semana de Arte Moderno de 1922, evento clave de las vanguardias artísticas en Brasil y que consolidó lo que se conocería como modernismo en el país, varias exposiciones a lo largo del año (y también en 2021) giraron en torno a, discutieron, explicaron, reemplazaron y 'cancelaron' tal iniciativa. Considerada un hito en la renovación cultural del arte brasileño, la semana estuvo a punto de dar la vuelta en su ya canónico sepulcro.
Sin embargo, Érase una vez lo moderno (1910-1944), que exhibe alrededor de 300 piezas –pinturas, dibujos, esculturas, libros, fotografías y grabados, entre otros – establece su gran relevancia a partir del riquísimo acervo del IEB-USP (Instituto de Estudos Brasileiros da Universidade de São Paulo), originario de la sucesión de Mario de Andrade (1893-1945), y, muy verticalmente, logra desplegar capítulos de interesante lectura, aunque provocados por nombres conocidos y producciones alguna vez vistas. Así, atestigua cuánto el arte brasileño y sus personajes todavía necesitan investigaciones profundas y que logren traer a la luz perspectivas renovadoras de colecciones, archivos y colecciones a veces no vistas en todo su potencial.
“(...) Estas fuentes pueden ser interpeladas una y otra vez para experimentar las circunstancias que las hicieron presentes en su tiempo, retrotrayéndonos parcialmente a las condiciones originales en las que debieron actuar aquellos protagonistas: Anita Malfatti, Di Cavalcanti, Lasar Segall, Brecheret, Tarsila do Amaral, Mario de Andrade, Oswald, Manuel Bandeira, Raul Bopp, Carlos Drummond de Andrade, Goeldi, Cândido Portinari y tantos otros tuvieron que responder preguntas, construir posiciones, ocupar lugares, enfrentar críticas y desamores”, escribe en el catálogo el curador de la muestra Luiz Armando Bagolin, que firma el recorte con el historiador Fabrício Reiner.
A pesar de la expresiva presencia epistolar, a veces en cuadernos de pequeño formato, ediciones de época, fotos domésticas y obra gráfica original, las obras más expuestas -pinturas y esculturas, en su mayoría- son relevantes y, con nuevos enfoques y relaciones establecidas ahora, contribuyen a debates renovados. De Anita Malfatti (1889-1964), A Estudante Russa (1915) y O Homem Amarelo (1915), por ejemplo, siguen ostentando atributos visuales desafiantes, pero la exposición conjunta de dibujos en carbonilla y pastel o pequeñas cantidades en grafito ayudan a forjar la poética aún robusta de la artista paulista.
Por otro lado, el lienzo Interior de Monaco (1925), de Anita, flanqueado por A Princesa Bibesco (c. 1920), de Vuillard (1868-1940), del Masp, también apunta a fases y conexiones menos estudiadas. “En mi pintura llegué a una gran etapa. Hice un gran descubrimiento para mí. Sé que ahora siempre podré lograr la unificación armoniosa de mis tonos y la relación entre ellos de manera que todos parezcan partes componentes de un solo cuerpo. – Descubrir el ‘color local y aplicarlo simultáneamente según el problema a resolver’”, escribe Anita en una carta a Mario de abril de 1925, ahora expuesta en la exposición y en el catálogo. Para el curador: “En particular, su producción entre 1907 y 1920 es una clara manifestación del retorno al orden, con una reinterpretación de temas clásicos en una factura pictórica postimpresionista”. La artista, por tanto, dejó los lienzos con un tono expresionista y, influida por los nabis, tuvo más en cuenta las producciones de fuerte cromatismo de Denis (1870-1943), Bonnard (1867-1947), Sérusier (1864-1927) y por el propio artista Vullard.
Un aspecto de Érase una vez lo moderno poco discutido y analizado en la historia del arte brasileño es el surrealista, presente en el recorte con piezas de Ismael Nery (1900-1934), Murilo Mendes (1901-1975) y Jorge de Lima (1893-1953). Precioso es el montaje fotográfico de Lima, de pequeña escala y bastante original en el corpus modernista y sus ramificaciones. Famosos por producir poesía, los collages influidos por la obra de Ernst (1891-1976) en los volúmenes de Éluard (1895-1952) aún conservan la típica atmósfera provocadora, por ejemplo, cuando se editó Pintura em Pânico (1943), álbum que contó con 41 fotomontajes y una edición limitada de 250 copias. “Hay una combinación de lo imprevisto y lógica. Y la fotografía ha ayudado al hombre a ampliar su experiencia de la visión”, escribe Mendes en la introducción del libro.
La exposición no rehuye presentar obras de nombres hoy oscuros de la Semana, como el del alemán Wilhelm Haarberg (1891-1986), escultor de biografía poco conocida y presente con la interesante tridimensional de madera Madre e hijo (n.d.) –al mismo tiempo, es bastante productivo leer este formato junto con los bocetos del maestro Victor Brecheret (1894-1955) expuestos, así como sus obras maestras ya conocidas, como Cabeça de Cristo (década de 1920), que escandalizó a la familia de Mario por su versión de trenzas de la figura religiosa. Y la arquitectura de Antonio Moya (1891-1949), autor de dibujos y croquis presentados en el evento del Teatro Municipal de 1922, personaje vinculado a lo neocolonial y que, dentro de la línea temporal de lo moderno en la arquitectura nacional, fue socavado por proyectos de Warchavchik (1896-1972), Flavio de Carvalho (1899-1973) y otros. Así, da cuenta de hasta qué punto campos como la fotografía y la arquitectura florecerían más tarde en las vanguardias o provendrían de centros más cosmopolitas, como Río de Janeiro, la capital de Brasil en ese momento.
Érase una vez lo moderno tiene como broche pequeñas joyas del género de la naturaleza muerta, generalmente consideradas menores dentro de la historiografía del arte, pero que pueden proporcionar obras muy particulares. La sección cuenta con obras de Guignard (1896-1962), Clovis Graciano (1907-1988) y el especial Cebollas (1926), de Hugo Adami (1899-1999). Afiliado al siglo XIX italiano, estudió en el país peninsular, conoció y expuso junto a nombres como De Chirico (1888-1978). Y, ante la falta de crítica de las artes visuales en Brasil, aún necesita amplios estudios sobre su producción. La muestra, pues, abre muchas posibilidades de investigaciones, acercamientos y numerosas y variadas discusiones a partir de colecciones públicas, universitarias y grandes aún no detalladas hasta el agotamiento.
Érase una vez lo moderno
Curadores: Luiz Armando Bagolin y Fabrício Reiner
Hasta el 29 de mayo, 2022
Centro Cultural Fiesp
São Paulo, Brasil