Tiempo en expansión
_ Una hipótesis posible sobre el presente de Matías Duville._
El mismo día que inicio la escritura de este texto, veo en un video de un diario argentino a un avión de TransAsia Airways atravesar una autopista de Taipei con un ala apuntada a la tierra y otra al cielo, arrasar la trompa de un taxi y caer sobre un río.
La sensación de que hoy todo está siendo capturado y ofrecido no repercute como hastío en el consumo de las imágenes, sobre todo en aquellas que nos presentan desastres naturales o producidos por el hombre. Pero sí me plantea la duda de si existirá un final para las catástrofes dentro de las narrativas ficcionales ‒que siempre se mostraron en expansión‒ cuando compiten con el componente vertiginoso que agrega el presente real.
Las escenas catastróficas de Matías Duville (Buenos Aires, 1974) nunca estuvieron atadas a un tiempo preciso, sea este prehistórico, apocalíptico o postapocalíptico. Operan más bien sobre un único paisaje en constante transformación, como si se tratase de un presente continuo e intemporal que mapea una condición humana compleja, donde se podría combinar la pregnancia por ciertas pulsiones, la relación con el poder de la naturaleza y sus materiales, la intención de comprender el espacio y de desajustar el tiempo, entre otros. Duville diría que la cabeza es un vasto territorio como el mar, pero no sólo por ese plano de horizonte lejano sin límites precisos, sino por toda la diversidad que esconde en sus niveles de profundidad. El dibujo -técnica que en algún punto lo ha consagrado como uno de esos seres agraciados con el talento de trazar una línea e hipnotizar al que mira- podría considerarse como una primera herramienta, al ser la más inmediata para explorar esas profundidades subcraneanas; es como el fogonazo de un linterna que hace foco en un momento y un lugar particular dentro de ese gran y único cataclismo interno.
Como explica Santiago García Navarro, curador de la próxima exposición antológica de Duville en el Museo de Arte Moderno de Rio de Janeiro, su sistema de producción “se basa en la constante recuperación de aspectos desarrollados en series anteriores (…) lo que refuerza la no linealidad de su trabajo. Por todo esto es que podría entenderse la obra de Duville como una sola obra, y la idea de ésta, como la de un vasto flujo, continuo y múltiple”.
El vertiginoso semestre que atraviesa Duville (individuales en las galerías Barro, Buenos Aires, y Luisa Strina, San Pablo, antológica en MAM, Río de Janeiro, y proyecto específico para la Sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires) es una gran oportunidad para entender estas continuidades, mutaciones y flujos, tomando elementos de las distintas exposiciones con el objetivo de reconstruir la cartografía mental por la que navega hoy el artista.
En tiempo real
Hay dos obras que llaman la atención dentro de esta serie de muestras. Por un lado, porque son videos que registran un paisaje real en un artista de la materia y la narrativa casi fantástica. Por el otro, porque sus lugares son difíciles de ubicar dentro del conjunto expositivo; pueden ser prólogos, la clave para enhebrar las distintas piezas o simplemente una nota al pie. El primero, presentado en Barro, es la documentación de la obra Hogar, desarrollada por Duville a partir de 2011 en un campo de La Pampa, con una duración potencialmente eterna. Se trata de la planta bidimensional en negativo de una casa que se encuentra en constante mutación; se inunda, se seca, le crecen plantas y estas mueren, tiene su propia fauna y organismos, cambia de colores según las horas, los meses y las estaciones. La obra aborda el poder de la naturaleza y sus mutaciones en un tiempo extendido y en una escala de detalle microscópico, teniendo en cuenta la vastedad del vacío pampeano que rodea a la construcción. El siguiente video, Escenario, proyectil -a presentarse en la exposición en Strina que lleva el mismo título-, presenta otra acción de la naturaleza de gran poder, pero que ocurre en cambio en un tiempo vertiginoso, fugaz y rítmico; un poder sublime y de destrucción inmediata como la tormenta eléctrica. Pero estos rayos y relámpagos sobre el mar, filmados desde un pueblo costero del que podemos ver algunos indicios a partir de sus construcciones, son ralentizados unos segundos para poder percibir el fulgor de la línea del rayo o el sublime cambio de luz y color que el relámpago aplica al contexto. La imagen es acompañada de una composición musical, disciplina que Duville comparte con su hermano y que también introdujo en la muestra de Barro en vivo.
Con estos dos videos -la lenta mutación en La Pampa mostrada a mayor velocidad gracias a la posibilidad del montaje y la tormenta eléctrica ralentizada al punto que parece que podría durar un largo tiempo- Duville no sólo trabaja con la fuerza de la naturaleza como lo venía haciendo en sus dibujos, sino que la lleva a un plano de realidad y se sumerge en un pensamiento complejo sobre la percepción del tiempo, no sólo enfatizada por la introducción de la música, sino profundizada por las instalaciones escultóricas que acompañan a los videos y a los diversos sets de dibujos.
Precipitar una especie, la pieza desarrollada en Barro, es una enorme línea que articula el espacio de exhibición y une dos espacios imaginados, el desierto y el bosque. La línea ‒tan dúctil en sus dibujos‒ es un largo y duro caño de acero de 30 centímetros de diámetro que, a pesar de sus características, fue doblado en distintos sectores, rebotando aquí y allá, como si fuera fácil hacerlo. Aunque al acercarse se pueden percibir las marcas del esfuerzo humano y del material para lograr esas torsiones, pareciera como si un gigante o algún poder natural haya agarrado a un cactus y a un pino de dos espacios distantes y haya tirado de sus raíces metálicas ‒curiosamente unidas como si formaran parte de un mismo mundo natural o de ideas‒ para que entren y convivan en un solo espacio. Se trata entonces de la unión de dos paisajes naturales a través de una línea de ingeniería humana. Una unión que no tiene un tiempo definido dentro de la ficción, sólo el que dicta cada planta en su existencia concreta; el pino en lo alto de la galería perdiendo su verde paulatinamente y el cactus, más cercano a la tierra, con una comunidad de bichos y organismos creciendo a su alrededor y en su interior.
Para la exposición en Strina, Duville planea una instalación que surge de ésta anterior, pero que plantea nuevos cuestionamientos. Un sólo caño de acero es doblado en un único vértice, provocando que una misma línea que era recta se acerque en forma de V. El actor del doblez, antes imaginado, ahora es una gran piedra que se posa sobre el vértice. Lo que cierra cada remate de la línea (y a su vez se acerca en esta nueva configuración en V) es un mismo pino en distintas etapas de crecimiento. O sea, si el tiempo se pensó con una ruda línea recta de acero, ahora estamos ante un espacio-tiempo curvo gracias al efecto de una roca. Del salto espacial en un tiempo indefinido de la pieza anterior, Duville pasa a un salto temporal dentro de un mismo paisaje.
Este dúo para pensar el tiempo y el espacio, los materiales, la naturaleza y lo humano, se transforma en una trilogía con la pieza inédita proyectada para la exposición en MAM. Una gran estufa realizada en madera cumple su destino al mismo tiempo que se autodestruye: calienta mientras se sacrifica a sí misma. El material, su función, su naturaleza y el diseño humano, el tiempo de su ser y de su deber ser, el espacio que ocupa y que deja vacío: todas las dimensiones de la pieza aquí se superponen. El tiempo se pliega: mientras vive, muere, encuentra su existencia a la vez que se destruye; es natural y humano, material y herramienta.
Dimensiones temporales
A partir de su primera etapa de dibujos, donde Duville creaba una situación o paisaje para después atacar el soporte haciéndolo parte del mismo, sea devastando la madera terciada o deshilachando la seda donde había dibujado, García Navarro plantea una sugestiva hipótesis para leer la obra del artista en su texto de la exposición en MAM: “Lo representado y las condiciones materiales de la representación cumplen la función de producir imagen más que de ponerla en crisis. En vez de evidenciar los mecanismos no representacionales que posibilitan la representación, señalando el carácter artificial de esta última, tienden a minimizar la diferencia entre la representación y sus mecanismos, generando resonancias de otra índole. Por ejemplo, permiten pensar que lo que se produce en un plano de existencia también se produce en otro, y que lo que cambia en una determinada dimensión produce efectos más allá de ella.” Y continúa más adelante: “No sería la incertidumbre frente a dos órdenes opuestos y recíprocamente amenazantes, sino el pasaje entre dimensiones, órdenes, estados y naturalezas múltiples.”
Dentro de estos múltiples universos paralelos y amalgamados -el forzamiento de materiales y la producción de contenido, el paisaje único y el traslado por técnicas y disciplinas, entre otros- es interesante destacar en estos últimos trabajos de Duville el juego entre las dimensiones de lo real y la ficción, y la potencialidad de que ambas dimensiones produzcan efectos en la otra, como ya fue remarcado por García Navarro. Lo cierto es que las imágenes fantásticas de Duville sobre catástrofes, el poder de la naturaleza, las fusiones y mutaciones entre lo producido por el hombre y lo natural, tienen cada vez un balance más equilibrado con lo realidad. Esta ya no sólo aparece como la huella de la acción sobre un material concreto fusionado a una narrativa de ficción, sino como documento o relato de lo real en sí mismo, por ejemplo en el video anteriormente mencionados o las instalaciones con plantas y materiales que producen una historia o suceso concreto.
El avance de la tecnología no sólo provocó que las dimensiones de la ficción y lo real se entrecrucen o confundan, sino que tengamos una distinta percepción del tiempo a partir de la hiperconectividad, como si todo tiempo y espacio estuviese ocurriendo simultáneamente y al alcance de nuestras manos. El viaje a través de dimensiones del artista pareciera volverse el centro narrativo en las instalaciones de Barro, Strina y MAM, donde encontramos un Duville más cuántico, como si estuviese jugando al gato de Schrödinger con el bosque y el desierto, o diera un ejemplo visual de la relatividad del tiempo con la piedra sobre la línea que junta temporalidades.
El gran proyecto específico que realizará en Recoleta queda rebotando para empezar una nueva cartografía. Una gran topografía natural realizada en asfalto vuelve a mezclar dimensiones naturales y urbanas, duras y blandas. Dos espacios se fusionan a través de la forma y el material; multiversos que parecen unirse en un horizonte de sucesos o en la máquina teletransportadora de La mosca de Cronenberg; otra forma de empezar a pensar el problema de nuestro presente, de nuevo.
Exposiciones:
Precipitar una especie. 18.11.14 al 20.12.14. Barro Arte Contemporáneo. Buenos Aires, Argentina
Escenario, proyectil. A partir del 28 de febrero. Galería Luisa Strina. San Pablo, Brasil.
Matías Duville. Mutaçoes (mutaciones). A partir del 14 de marzo. Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro. Brasil.
A mediados de mayo, aún sin título definido, en la sala Cronopios del Centro Cultural Recoleta.