Di Pascuale, Mandrile, Castiñeira y Chalub

Museo Municipal Genaro Pérez, Córdoba

Por Pancho Marchiaro | agosto 11, 2013

Con la inauguración de las muestras de Lucas Di Pascuale, Cecilia Mandrile, Romina Castiñeira y Luli Chalub el museo cordobés que alberga una importante pinacoteca local consigue un interesante tránsito entre los pintores precursores de su colección permanente y algunos de los referentes más refrescantes de la nueva generación.

Di Pascuale, Mandrile, Castiñeira y Chalub

Lucas Di Pascuale (1968) es un artista de la generación intermedia que ha hecho equilibrio durante su carrera entre el galerismo y la investigación. Nos enfrentamos a un caso de exhibicionismo familiar que, lejos de la autoreferencialidad a la que nos someten algunos artistas actuales, indaga sobre su universo familiar de la mano de una técnica mixta que interviene fotografías con objetos y escenarios íntimos y domésticos. Di Pascuale, un esteta desde sus primeras obras, abre a los visitantes una red de posibilidades semánticas en formato de instalación. Su historia es, finalmente, la de muchos argentinos atravesados por un pasado de plomo. Yerba mala, desde el nombre, es un descarnado conjunto de piezas que opera como un túnel que conecta la política, la historia y las vivencias. El artista consigue así hacer eco en cada visitante, interpelándolo, incomodándolo.

Cecilia Mandrile (1969) Debido a su incesante carrera internacional, consigue un idioma universal que se aparta de las referencias historiográficas de Di Pascuale sosteniendo la importancia de la mirada, como bien destaca el maravilloso texto del catálogo escrito por Federico Falco. Con una carga de angustia latente, el paso del tiempo y el tiempo de paso marcan la obra nómade de una artista eclipsada por la fragilidad y por una lacerante nocturnidad donde el rostro de la mentira marida con la intimidad interior de sus muñecas. Éstas constituyen la más dolorosa demostración del calendario vital en movimiento. Destacan las fotografías y los exóticos praxinoscopios en el conjunto de elementos dispuestos en las salas del museo.

Romina Castiñeira (1985) presenta su trabajo Espacio – vacío, una confortable manera de abordar sus interrogantes desde un conceptualismo al que le han oprimido el F5. La métrica de la nada que propone mediante una pieza vencida por la fatiga de representar lo irrepresentable, visibiliza la existencia de lo inexistente, señala que la nada está, que es. Y lo hace de la mano de materiales con reminiscencias médicas, con características artificiales. Castiñeira no teme a la inesperada estética del ascetismo sintético para abordar aquellas abstracciones que acompañan la humanidad desde los griegos a esta parte.

Luli Chalub (1967) presenta, en una plataforma especialmente dedica por el museo, algunos de sus trabajos recientes. A diferencia de los artistas relevados en la misma fecha, Chalub apuesta por el trazo, por el gesto simple y decidido. Sus piezas, de carácter eminentemente visual, parecieran esconder toda la voluntad punk que sostiene la niñez. Como los grandes maestros, cada rostro, cada gesto, es una máscara. Sus figuras son pasamontañas que ocultan superficies y liberan pensamientos. Chalub no pinta, escribe jeroglíficos de forma sintética e icónica.