Rómulo Aguerre

Sammer, Miami

Por José Antonio Navarrete | junio 13, 2012

El cuerpo de trabajo fotográfico de Rómulo Aguerre (Montevideo, 1919-2002) es presentado en esta muestra a través de una cuidada y reducida selección de piezas que justifica bien el interés internacional que en años recientes ha suscitado el legado del artista entre coleccionistas e instituciones del campo del arte.

Rómulo Aguerre

Sin duda, este reconocimiento en expansión de la obra de Aguerre ha sido una consecuencia de la apreciación creciente de la abstracción constructivista como una de las vertientes artísticas más poderosas de América Latina, proceso que, habiéndose iniciado en los años noventa del pasado siglo, ha ido permitiendo hasta ahora del descubrimiento de nuevos escenarios y autores de importancia vinculados a ésta: Aguerre entre otros.

La exposición reúne 29 obras, entre las cuales la más antigua está fechada en 1947 y la más reciente en 1980, pero el número mayor de éstas, con un total de 14, corresponde a los años cincuenta, justamente aquellos en los que el artista desplegó sus investigaciones en la ya referida modalidad de la abstracción.

Cabe señalar, no obstante − como también lo hace evidente la muestra − que la fotografía de Rómulo Aguerre se desenvolvió en su trayectoria de modo alerta a la sucesión de corrientes artísticas que daban la pauta cambiante de “lo nuevo” en el arte occidental de los años cincuenta a setenta, cuya práctica y circulación se hizo entonces cada vez más internacionalizada y sincrónica dentro del ámbito de Occidente en general, incluyendo a América Latina y a las regiones periféricas de Europa. De ahí que, en el cuerpo de trabajo de Aguerre, a la preponderancia temporal de la abstracción constructivista le suceda la del expresionismo o informalismo abstracto, y a éste la de formas de exploración cercanas al pop- art y a las corrientes gráficas que tuvieron un papel importante en el arte de los sesenta e inicios de los setenta.

No obstante, este afán de permanente “actualización” que en su itinerario temporal tiene la obra de Aguerre no cobra el carácter de un movimiento mimético de las propuestas artísticas “de punta” del período, ni tampoco desarticula en compartimentos independientes entre sí el conjunto de la producción del fotógrafo. Esto se debe a dos características que atraviesan esa obra en su despliegue durante varias décadas: una, la permanente experimentación de laboratorio, que comprende la más amplia gama de exploraciones posibles, tales como superposición o fraccionamiento de negativos; juegos de luces y sombras, incluyendo trazos luminosos; virajes en el revelado; fotomontajes y collages; intervención de la imagen fotográfica con otros materiales y varios más; la otra, la tendencia permanente a la abstracción, que se extiende más allá de la indagación específica en la abstracción pura.

Fuera que el fotógrafo realizara un desnudo o un retrato − hablo, por supuesto, de su trabajo artístico y no del ejecutado en su estudio comercial − lo desarrollaba a través de los recursos gráficos y de composición imprescindibles para proponer una visión abstracta del referente y no su representación directa.

A Aguerre le gustaba autodenominarse “artista-fotógrafo”, y esta exposición confirma que nunca estuvo equivocado al hacerlo.