VOLTA

Por Costa, Sidonio
VOLTA
En su segunda edición, Volta2 ha dado algunos pasos muy positivos para crearse una buena imagen y consolidar algunas de las bases que ya habí­a esbozado en su primera edición el año anterior.
Al hacer su entrada en el predio donde se llevó a cabo esta feria, el visitante se vio sorprendido por la adecuada organización y división del espacio expositivo. Todas las galerí­as contaron con una cantidad de metros cuadrados razonable para exponer sus obras y representar a los artistas que habí­an seleccionado de la mejor manera posible.
Mis conversaciones con algunos de los galeristas participantes confirmaron que estaban convencidos de haber hecho una buena elección al solicitar ser incluidos en esta muestra, algunos por primera vez y otros por segunda. Admitieron que esperaban un mayor número de visitantes, pero también reconocieron que los enormes esfuerzos publicitarios y de relaciones públicas realizados por los organizadores estaban rindiendo frutos, y que el público acudí­a al evento.
Volta2 se benefició con el programa de divulgación de la feria Art Basel, lo que le permitió contar con medios de transporte para trasladar a los visitantes interesados desde el predio principal de Art Basel hasta su sede, un servicio que se extendió también a las de Bí¢leLatina y Liste 2006.
Las obras expuestas en Volta2 fueron de una gran diversidad y en mi opinión mostraron una calidad muy superior a las que pude apreciar este año en Liste. Comprobé una mayor variedad en la elección por parte de las galerí­as y también una mayor atención a la calidad de las obras exhibidas.
Para mencionar sólo algunas de las obras de artistas latinoamericanos, la galerí­a Enrique Guerrero, de México, mostró algunas piezas recientes muy estimulantes de Rubén Gutiérrez. Una serie de dibujos del 2006, bajo el tí­tulo de Cómo queremos ser gobernados, atrajo particularmente mi atención. Gallery Union, de Londres, expuso obras del artista brasileño Tonico Lemos Auad. Entre ellas se destacaron dos instalaciones, delicadas pero magní­ficas, realizadas con diamantes que habí­an sido rechazados por ser su coloración demasiado oscura para pasar las pruebas de calidad. Se titulaban Black Bird (Pájaro negro) y Arcoiris.