“Las ruinas en su singularidad son lo más viviente de la historia, pues sólo vive históricamente lo que ha sobrevivido a su destrucción, lo que ha quedado en ruinas” dice preclaramente María Zambrano. Jorge Scrimaglio, arquitecto argentino, es un constructor que apela a ese espíritu que Kahn definio en el mismo sentido: “hay que rodear a los edificios de ruinas”. Y un edifico que apela a ser una ruina, con muros que no son tales, que alojan vacio y sirven de soporte a un sentido que se extiende triunfador; como modo de supervivencia, no ya de lo que fue, sino de lo que no alcanzó a ser. Vacio como ausencia. Concretizando una posibilidad aun no concretada, como la vida de las ruinas que es indefinida y más que ningún otro espectáculo despierta en el ánimo de quien las contempla la impresión de una infinitud.