BIENAL DE SAN PABLO

¿Podremos vivir juntos?

Por Verlichak, Victoria
BIENAL DE SAN PABLO

27º Bienal de San Pablo.
Pabellón Cicillo Matarazzo.
Parque do Ibirapuera.
San Pablo, Brasil.
Entrada gratis.
Clausura, 17 de diciembre 2006.

Como vivir juntos" es el marco conceptual de la 27º Bienal de San Pablo, que propone la interacción entre arte y vida y sugiere la idea de comunidad, planteando interrogantes estéticos, pero también filosóficos e históricos.
Menos vistosa, pero más interesante e í­ntima que anteriores ediciones, esta Bienal requiere un espectador atento. Poéticas para una vida colectiva en más de una obra que aborda la historia de la convivencia y sus facetas más diversas como la vivienda y medio ambiente, el alimento y la flora, la guerra y los deshechos, y muestra los resultados de la economí­a informal y de la guerra, las opciones sexuales y la marginalidad y marginalización de muchos y muchas, desde prostitutas hasta militantes del graffiti.
Las ideas de Roland Barthí¨s ("Cómo vivir juntos", del seminario dictado en 1976/77 en el Collí¨ge de France), de Hélio Oiticia (sin obra en exhibición) y de Marcel Broodthaers dominan esta Bienal que, al decir de la curadora general, Lissete Lagnado, "no será objeto de entretenimiento, sino una muestra que promueve una reflexión sobre los procesos".
Más preocupada por cambiar la composición de los espectadores (de nivel económico medio y alto), para incluir a los menos favorecidos, que por superar los números de visitantes (918.000 en 2004), Lagnado implantó una serie de novedades que acompañan el tenor de su propia designación democrática. Entre tres propuestas, la curadora fue elegida por la Fundación Bienal, que implementó la formación de 800 profesores para su proyecto educativo.
Lagnado designó a otros cinco curadores - Adriano Pedrosa, Cristina Freire, José Roca, Rosa Martí­nez y el curador invitado Jochen Volz-, eliminó los enví­os nacionales e invitó a 10 artistas extranjeros a una residencia en Brasil. De este modo, la curadurí­a controla del principio al fin su propuesta, pero la Bienal obtiene menor visibilidad internacional (concurren menos curadores). Por su parte, cada uno de los 118 artistas invitados tiene varias obras en exhibición (y no una única pieza), desplegadas de acuerdo a núcleos temáticos antes que por jerarquí­as, técnicas u origen nacional de los artistas.
Con un presupuesto de 16.5 millones de reales (U$S 8.5 millones) y con algunos sobresaltos (ver reseña de Cildo Meireles en esta edición), la muestra comenzó a desarrollarse a principios de año a través de un coloquio sobre Marcel Broodthaers (con muestra en el tercer piso y diálogo con ocho artistas contemporáneos en el segundo piso, entre ellos Rirkrit Tiravanija y su pabellón tropical y Meschac Gaba y su irónico museo africano) y su interrogación crí­tica acerca del arte, el papel del artista, la función social del museo. Otros cinco seminarios giraron en torno a la arquitectura, vida colectiva, reconstrucción, cambios y fronteras/territorios.

Cambia, todo cambia

Sin el tradicional núcleo histórico, la presencia de renombrados artistas -Dan Graham, Marjetica Potrc, Marepe, Dominique Gonzalez-Forrester- es igualmente importante. En relación con lo arquitectónico, una de las estrellas es la instalación de tres pisos de altura del argentino Tomás Sarraceno: una estructura inflable transparente que se puede escalar, ¿es una vivienda que vuela? Mientras el Atelier Bow-Wow construyó una gran pasarela (a escala transitable), que sale de una ventana hacia el exterior y entra por otra abertura nuevamente al pabellón, el mexicano Damián Ortega armó en el jardí­n la palabra Spirit (que sólo se ve desde el segundo piso) con maderas de descarte, y la sudafricana Jane Alexander recibe a los visitantes con un campo de césped natural alambrado con púas, donde habita un ser hí­brido, custodiado en el exterior por guardias descendientes de esclavos negros.
En tanto, Gordon Matta-Clark y sus obras con basura, los videos y las fotos de sus intervenciones, sierra en mano, en edificios neoyorquinos a punto de ser demolidos, pueden ser también vistos como un sueño de vida colectiva y reconstrucción a partir de la destrucción. Por su parte, los estremecedores videos de performances de la afgana Lida Abdul parecen afirmar el deseo de hacer crecer la vida, levantar paredes, en medio de la interminable pérdida de la guerra.

Un lugar en el mundo

Las fotos y videos de Ana Mendieta la retratan buscando con furia un espacio propio, mientras que la obra de Félix González-Torres delimita un sitio generoso. Los desopilantes y corrosivos videos de la boliviana Narda Alvarado embisten el territorio militar. En tanto, la fuerza de las fotos y textos en defensa de las mujeres de Marí­a Galindo y de Mujeres Creando (Bolivia), se equiparan con el humor y la firmeza de los diseños de prendas Daspu (ironí­a de la exclusiva tienda Daslú), ideadas por la ONG Davida, que nuclea prostitutas en lucha contra la discriminación, presentadas en la Bienal por el esloveno Tadej Pogacar, autor de las fotografí­as que retratan la economí­a callejera de los cinco continentes.
Detrás de unas rendijas hechas de madera irregular se puede ver el inolvidable video de Pepón Osorio con una imagen de un chico corriendo hacia la noche sin remera ni zapatos, que parece huir desesperado. En dos espacios en la Bienal (y también en la Pinacoteca) se puede apreciar la distintiva obra del argentino León Ferrari -muy estimado en Brasil, donde pasó sus años de exilio - que también señala el escándalo de la pobreza con una escultura, compuesta por un gran esqueleto (humano) desarticulado de huesos de poliuretano y alambres.
La instalación con video, Restore now, de Thomas Hirschhorn aparece como territorio de esperanza frente a la barbarie actual. Entre recortes de prensa de asesinados, se despliegan y se elevan mapas, herramientas de trabajo y textos (libros como monumentos) de Spinoza, Deleuze, Bataille, Gramsci, Haberlas y Foucault, entre otros autores. Con un fondo editorial en permanente movimiento, el colectivo Eloisa Cartonera fabrica y vende sus libros, hechos también en conjunto con recolectores de cartones de San Pablo.
La imagen institucional (cartel de fachada, afiches, pases de prensa) pertenece al argentino Jorge Macchi. Acompañada por un ciclo de cine y otras actividades en la ciudad, la Bienal publicará tres libros.