Annette Turrillo

INMANENCIAS DEL SER FEMENINO

Por Bello, Milagros
Annette Turrillo
  AnnetteTurrillo focaliza su temática en la mujer y su eterna condición de lo femenino. A través de la representación de rostros, cuerpos, senos, manos, dentro de un escenario atmosférico que diluye las corporeidades y proyecta a la mujer dentro de la más rotunda inmanencia, la artista interroga la cualidad metafí­sica femenina.
Las telas configuran el cuerpo femenino con un sutil dibujo que recuerda la lección de Leonardo Da Vinci en su "Tratado de la Pintura". Sutiles trazos definen una determinada psicologí­a, una semisonrisa, una ensoñación. A su vez, dominan sfumaturas que borran los detalles superfluos y dejan al descubierto las esencias. Predomina un escenario indefinido e ingrávido que ubica a estas entidades en los niveles más metafí­sicos. Turrillo atestigua la inmanencia del ser femenino e interroga sobre la trascendencia de la mujer como fértil presencia en el mundo.
En los cuadros predominan intensas luminosidades atmosféricas de las que emanan estados inmanentes y transicionales de los que cabrí­a preguntarse si acaso no existe en ellos una Umheimlich -una "inquiétante étrangeteé"-, en el sentido freudiano. En todo caso, son cuerpos sumergidos en una serenidad introspectiva que recuerdan al "arríªté" del clasicismo griego.
Cada obra es un pasadizo visual que exalta la condición sensual o fértil de la mujer como signo de la vida. Sumergida en los laberintos del ser, Turrillo indaga también sobre su propia condición de mujer. Sus obras se constituyen además como autoexpresión y son el reflejo especular de la propia visión de sí­ misma. Como artista- mujer, es también ella misma centro nodal de su interrogación filosófica.
Algunas de las obras aquí­ destacadas forman parte de una gigantesca instalación, "Presencias" (2002), integrada por 7 telas de gran formato expuestas en los espacios artí­sticos de la Fundación Provincial en Caracas, Venezuela. En este conjunto, Annette Turrillo plantea la poética de la mujer a través del cuerpo y de sus metafóricos segmentos. En un cuarto en semipenumbra encontramos, en el centro, un péndulo flotando sobre una base de agua. Sobresalen el reflejo del metal y su espejamiento sobre la superficie acuática. El péndulo como objeto metafórico resignifica el ciclo imperecedero de todo fenómeno y la hipotética permanencia del movimiento eterno. ¿Es acaso referencia a la condición imperecedera del eterno femenino? ¿O remite tal vez al ciclo indetenible de la vida, representada por la mujer y su capacidad fértil tanto en la dimensión material como en el espí­ritu?
La primera tela muestra un monumental rostro, frontal, gigantesco, que devora el espacio pictórico. Es un(a) durmiente, de rasgos ambiguamente andróginos, de ojos semicerrados en búdica meditación serena; que ignora el mundo exterior y mora en un profundo mundo interno. El rostro, sumergido en intensas "sfumaturas" parece desaparecer en la atmosférica luminosidad y la abundancia de dorados y amarillos tenues. Sus párpados y labios expresan la neutra y armónica psicologí­a del Yo integrado a sí­ mismo, que no puede ser movilizado por emoción alguna. Este rostro configura una "presencia" inmanente; es una instancia viva, que existe en el au-delí  de la vida. Le sigue del lado izquierdo otra tela con otro rostro de rasgos más definidamente femeninos y más integrado en su anatomí­a; aparecen el cuello, la barbilla y la frente que, siempre dentro de la inmanencia atmosférica, propulsan la interrogación fenoménica y filosófica sobre la mujer como í­cono inmutable del universo. En otra tela encontramos sólo el fragmento del cuerpo femenino como planteamiento. Un seno monumental implanta su imponente visualidad y sus metafóricas resonancias. La corporeidad se delinea por sutiles sombras y luces, que resaltan el poder nutriente del pecho como proveedor de alimento: productor de leche en tanto maná sustancial del alma y del cuerpo; o bien, el seno como refugio y confort del espí­ritu desasistido.
Otras telas del 2001 confirman e insisten en la importancia de la mujer como diosa eterna. En la serie del 2001, las telas segmentan su espacio en dos, contraponiendo diversos sí­mbolos del ser femenino en ellas. Aparece en un gran lienzo un monumental seno en el espacio derecho; del lado izquierdo, la tela se segmenta y Turrillo representa un péndulo que estabiliza la visualidad vertical a ambos lados. ¿Acaso se referencia a la mujer como centro estabilizador del mundo? En otros trabajos, diferentes segmentos del cuerpo se contraponen: una mano (masculina) sobre el cuerpo; al otro lado una stella maris - estrella náutica-, es la guí­a del navegante en su tránsito de vida.
A través de la pintura figurativa, Annette Turrillo crea una coherente iconografí­a y un personal lenguaje pictórico. Su temática, de indagación filosófico-visual, ubica a la mujer en una condición de interrogación y de trascendencia metafí­sica.