Bienales itinerantes: Entrevista a Charles Esche
La 31° Bienal de São Paulo fue la primera que salió del país: en 2015 pudo verse en Porto Serralves. Y ahora, 2016, llega el año de la 32° Bienal de São Paulo: Incerteza Viva – Incertidumbre viva, que será inaugurada en septiembre.
“Cómo (…) cosas que no existen – una exhibición desarrollada a partir de la 31° Bienal de São Paulo”, curada por Charles Esche, Galit Eilat y Oren Sagiv. Esta alianza con el Museo Serralves, realizada en 2015, supuso que por primera vez en más de 60 años de historia la Bienal de São Paulo saliera de Brasil. Fundada en 1951, la Bienal es la segunda bienal de arte más antigua del mundo, detrás de la de Venecia. En sus orígenes, la bienal tuvo como objetivos mostrar arte contemporáneo internacional en Brasil y acercar el arte brasileño a un público internacional. Este año, la exhibición pudo verse en el Museo Serralves de la ciudad de Porto, en Portugal, llevando este propósito a un nivel más complejo. La reconfiguración que pudo verse en Porto mostraba a 28 de los 75 artistas exhibidos en la bienal paulista de 2014. Podía decirse que “tenía un sabor más intenso”, según sostuvo el curador Charles Esche en la entrevista que sostuvo con REDE.
Este año, 2016, la Bienal de São Paulo presentará su nueva edición, y regresará a Brasil del 10 de septiembre al 11 de diciembre, en el Pavillion Ciccillo Matarazzo, supuestamente con un mayor nivel de creatividad y educativo. “Incerteza Viva” es la declaración curatorial de esta 32° edición (traducido, “Incertidumbre viva”), que busca explorar aproximaciones nuevas y alternativas de lo desconocido y de nuestro modo de estar en el mundo, tocando temas provenientes de la cosmología, la ecología, la extinción, los mitos, las tradiciones y las prácticas vivas. Hasta ahora, la Bienal de São Paulo cuenta con 54 artistas confirmados, en una lista que esperan habrá de extenderse hasta sumar un total de 90. Entre los nombres anunciados este año se cuentan algunas artistas de Portugal, como Carla Filipe, Lourdes Castro, Priscila Fernandez, autoras de obra vinculada a la instalación, el collage y el arte performático.
En la exhibición de la 31° Bienal de São Paulo realizada en el Museo Serralves, en Porto (Portugal), tuvimos la oportunidad de ponernos al día con Charles Esche, curador general de la edición de 2014, que compartió con nosotros las siguientes consideraciones, referidas a un cuestionamiento más complejo de la Bienal como tal.
REDE: ¿Por qué organizar una muestra itinerante de la Bienal de São Paulo fuera de Brasil?
CE: Creo que hay varios motivos: hay un motivo institucional que también tiene que ver con el particular orgullo que representa para Brasil el proyecto de la Bienal; podría haber detrás de ello una idea de “colonialismo invertido”, de la que ya hemos hablado, es decir, que Brasil puede regresar a Portugal y demostrar que ha llegado a un punto en el que puede desarrollar una exhibición en Portugal. Cuando se analiza la historia de la Bienal de São Paulo, el objetivo original tenía que ver con traer Europa a Brasil, como algo inherente a la tradición de la Fundación Ciccillo Matarazzo. Esta familia venía de Italia y quería llevar una vida europea en Brasil, como si pudiesen ignorar el hecho de que ya no vivían en Europa. Y São Paulo fue parte de esa forma de “ignorar” que se encontraban en un entorno distinto. Quisieron recrear el entorno de la alta cultura europea en su propio lugar. Y lo hicieron, desde luego, con un giro inevitable: el modernismo y la modernidad brasileños. Aun sobre la idea básica de que Europa era la fuente de la educación y la alta cultura.
Por ello, llevar la Bienal de São Paulo a Europa, a Portugal, supone decir: “este es un proceso concluido, y ahora puede ocurrir lo contrario. Brasil puede venir a Europa y mostrar algo que Europa aún no es capaz de entender o aprehender del todo. A mi juicio, esto es lo fundamental.
REDE: Lo que han traído es el imaginario y el concepto de esta edición, de qué manera ustedes [los curadores] percibieron y entendieron la problemática de Brasil hoy. Es decir, que su palabra no es la de un historiador del arte, ya que según sostuvo en 2013 en una entrevista con Carolina Menezes, una Bienal debe ser contemporánea y un Museo debe ser histórico. [CE: Sí.]
Entonces, ahora que están llevando la Bienal a un Museo, ¿se organiza como una exhibición histórica?
CE: Creo que la tarea de una Bienal es ser contemporánea, y que un museo necesita contar historias. Pero también creo que es posible hacer exhibiciones contemporáneas en un museo. […] Y diría historias, no hay una historia única, [un museo tiene] la responsabilidad de contar una cronología, por lo que este foco en lo contemporáneo, dentro del contexto especial de Serralves, es legítimo; hicimos unos pocos cambios, incluyendo dentro de la exhibición de la Bienal obras de la colección Serralves de artistas como Cildo Maireles o Edward Krasiński, pero desde luego estos pequeños ajustes no alternan la versión original de la Bienal.
Hay además un programa educativo, basado en buena medida en lo que hicimos en Brasil; proponemos distintos temas para este “programa en el tiempo”, basado en la idea de una educación libre, entendida como una alternativa radical, casera, a la idea de la educación estatal, y también en la idea de “colonialismo invertido”, que es lo que a ustedes les interesa, es decir, de qué manera se lleva a cabo la negociación entre las distintas comunidades en las ex colonias y con sus antiguas madres patrias. En última instancia, la exhibición en su conjunto supone una crítica.
REDE: ¿Por qué mostrar la 31° Bienal en Portugal?
CE: Se dio la oportunidad de hacerlo en Portugal, debido a que allí encontramos el interés y los fondos, y también por lo que hablábamos antes. Además, nos pareció muy interesante revisitar lo que, como curadores, habíamos hecho un año antes, fue un gran aprendizaje. Y creo también que tenía sentido hacerlo en Portugal porque, por historia y por todo [irónico], no había necesidad de traducir nada [risas]. A veces hay motivos simples para hacer lo que se hace.
REDE: Eligieron 28 artistas de los 75 con los que contaba la Bienal en su versión original. ¿Esto supone algún cambio en el discurso? Y en tal caso, ¿qué cambió?
CE: Varias cosas quedaron afuera. Por ejemplo, teníamos muchas obras acerca de transgénero y, en cierto sentido, también de indiscreción sexual, podríamos decir, que en este contexto nos parecieron menos pertinentes. Por ejemplo una obra sobre el aborto, que es mucho menos pertinente para la situación aquí que en Brasil, porque en Portugal está legalizado. El cambio de contexto modifica también a la exposición. El transgénero, por ejemplo, es una parte normal de la sociedad brasileña, pero aquí, si bien existe, no tiene la misma presencia que en Brasil.
Otro asunto que trataba esta versión de la muestra es la religión, absolutamente. Está incluso en el título. Estas son las cosas con las que tenemos que vivir y, encima de ellas, ponemos la carga de todo un sistema de valores, prejuicios, creencias, etc.
La existencia misma del valor del arte se debe a que hay todo un “sistema de creencias” montado a su alrededor. La religión es muy importante en Brasil, donde se encuentran las religiones africanas y el enorme impulso evangélico, pero aquí también la religión tiene un fuerte impacto.
Por ello decidimos hablar aquí de la educación, del colonialismo invertido y de la religión, porque era los temas que tenía sentido abordar.