11° Bienal de Lyon

Luminosa, Trágica, Sorprendente

Por Patricia Avena Navarro, Paris

La 11º Bienal de Arte Contemporáneo de Lyon propone a los visitantes un “viaje a través de la Imaginación”. Mezclando humor y tragedia, poesía, provocación y utopía, las obras de 78 artistas internacionales de 25 países, en gran parte creadas para la manifestación, buscan "poner sobre la mesa el debate sobre el arte y la realidad". Las obras − algunas de ellas instalaciones monumentales − están expuestas en 13.000 metros cuadrados repartidos en cuatro lugares emblemáticos de Lyon: LaSucrière, la Fundación Bullukian, el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) y la ex fábrica de seda Tase en Vaulx-en-Velin.

11° Bienal de Lyon

“Ha nacido una belleza terrible”, verso original del poema "Pascua, 1916", del poeta irlandés William Butler Yeats − que se refiere a la ejecución de 15 líderes irlandeses que lanzaron el movimiento de independencia − es el título que inspiró para dar nombre a la bienal a la curadora, la argentina Victoria Noorthoorn, que aclara que seleccionó a los artistas no por su país de origen sino por su respuesta estética a la realidad que nos rodea.*

Entre las obras figuran esculturas, vídeos, instalaciones, e incluso una acentuada presencia del dibujo, de artistas europeos y africanos que se ensamblan con un fuerte protagonismo del arte latinoamericano y de los artistas argentinos. El caso de la elección de los artistas latinoamericanos fue bastante particular. Porque comencé la selección de los artistas por los europeos, principalmente porque el público de esta bienal es europeo. Mi obsesión principal fue cómo hablar al público europeo, tanto al gran público como al especialista y a partir del momento en que los artistas europeos fueron invitados fue que fui convocando a los distintos artistas latinoamericanos para enriquecer la conversación − por decirlo de alguna manera − y a tensionar las propuestas de los artistas europeos, buscando generar relaciones productivas, ricas, buscar la fuerza del arte.*

Una sucesión de pesados telones de teatro − realizados en espesos papeles negros, rojos, amarillos − Kulissen, de Ulla von Brandenburg, reciben en La Sucrière al visitante que se encuentra propulsado hacia un mundo poblado de obras embriagadoras, instante muy particular, donde transformado en actor, sólo le queda deambular por ese laberinto incierto de estéticas muy diferentes y utopías plásticas sorprendentes.

Otras creaciones monumentales lo aguardan, como la enigmática fortaleza en madera Stronghold, del polaco Robert Kusmirowski, instalación que revela su secreto cuando se sube al primer piso: una biblioteca con libros abandonados, inaccesibles, espacio sin alma, apocalíptico. Igual exceso apocalíptico en la creación del argentino Eduardo Basualdo El Silencio de las Sirenas, una gran maqueta de paisaje nocturno, mare mágnum ensangrentado de 7000m² de agua púrpura que surge cada dos minutos en un movimiento lento para luego desaparecer, evoca las amenazas sobre el planeta. Bello, funesto, sin palabras. La dramaturgia continua con Breath, de Samuel Beckett, una obra sin actores, la más corta, sólo 24 segundos escenografiados por la brasilera Daniela Thomas. Sólo un soplo que acompañado por un arriate lleno de basuras barridas por una luz rasante deja al espectador más desamparado que perplejo. Notable también, la instalación de la brasilera Laura Lima, Puxador, un hombre desnudo tirando de cinchas negras sujetas a los pilares de La Sucrière, como si quisiera desequilibrar el edificio, o aun la impactante obra de BarthélémyToguo, The Time, un ensamblaje de 55 ataúdes de madera superpuestos de innegable potencia simbólica, que representan los 55 países africanos, su sufrimiento y su pobreza. Es una exposición donde en todo momento se investigan las posibilidades de las tensiones entre las obras y esa investigación sobre la tensión está en la base del titulo de la bienal. La investigación sobre cómo las obras pueden generar una movilización del espectador, ya sea a nivel emocional o corporal, está en todo momento presente en la bienal; hay obras muy pequeñas al lado de obras que requieren una cierta distancia para ser vistas; el espectador está en una continua actividad, no se puede relajar y mirar a distancia y decir: esto ya lo conozco, ya lo vi; no, creo que no he permitido esa situación.*

La exposición, concebida alrededor de diez recorridos como narraciones que se encadenan y relacionan, ofrece un constante cambio visual. En la primera planta, los enormes hombres semillas de la argentina Marina de Caro son una trampa de interpretación. Hombre semilla o el mito de lo posible, obra poética, irresistible pero angustiante, encierra conceptos dramáticos sobre la necesidad de un nuevo mundo. En el segundo piso de La Sucrière destinado a la utopía, La nuit de l'homme, del colombiano François Bucher y los cohetes espaciales y globos aerostáticos del eslovaco Stano Filko constituyen un encuentro entre la ciencia y la ciencia-ficción, la experiencia chamánica y otros misterios. Un gran espacio le es asignado al argentino Ernesto Ballesteros, cuya obra supera la esfera específica del arte e integra las nociones de astronomía, matemática, ingeniería y otras ciencias. Vuelos de interior, obra cautivante, busca hacer visible lo invisible: el movimiento, el tiempo, la fragilidad del instante. Conmovedoras son las históricas obras del brasilero Arthur Bispo Do Rosário, quien creó la mayor parte de su obra en el transcurso de sus cincuenta años pasados en una institución psiquiátrica. Combinando autobiografía con objetos cotidianos, describe su experiencia del universo y su creencia en Dios, mientras critica las posiciones dogmáticas de la iglesia. Resulta imperdible la obra casi minimalista y elegante de Roberto Jacoby, El hilo rojo de la historia, un texto donde asegura que el dinero destinado a su obra será donado a la institución de Lyon que recuerda la matanza de 44 niños durante la ocupación nazi en esa ciudad. Billetes de cinco euros apilados sobre un pedestal, que el visitante puede eventualmente llevarse, acompañan el texto. A través de esta pieza, Jacoby desea enfrentar el espectador al dilema moral de las tragedias históricas a través del tiempo y el espacio, una trampa de interpretación que encierra conceptos dramáticos. Durante un año y medio me dediqué exclusivamente a la bienal y trabajé de una manera muy cercana con cada uno de los artistas, tomando medidas juntos, discutiendo sobre las posibilidades de los proyectos; he tenido al tanto a todos los artistas de cómo se iban moviendo los espacios a medida que iban avanzando los proyectos, fue un proyecto muy orgánico y estoy muy feliz con el resultado.*

En el Museo de Arte Contemporáneo -MAC- la sensibilidad estética retoma sus derechos y nos pasea por un campo expandido de dibujos en el que la linea autónoma asume un rango protagónico. Irrumpe de manera invasiva en las tres plantas del recinto y se mezcla con las instalaciones de diversos materiales, pesos específicos y texturas. Esta doble vertiente se canaliza en las obras de Jorge Macchi, John Cage y su música de ruido sordo, Henning Lohner, Leonora de Barros, Giacometti y Laurent Montaron, entre otros. Líneas con tanta fuerza como resistencia se perciben en las poéticas diferenciadoras de Nicolás Paris, Milan Grygar, Elly Strik, Bernardo Ortiz y Morton Feldman, entre otros. Los trazos falsamente naif de las pinturas de Hannah Van Bart, la serie de Marlene Dumas dedicada al muro que separa Israel de Palestina, acorralan, silencian al visitante; estupefacto, no sabe cómo actuar. De piso a techo, La Bruja, asombrosa instalación de 3000 km de hilos de lana de Cildo Meireles, devora todo el espacio del tercer piso. Una especie de caos dentro de un orden impuesto. La escoba puede admitir distintas interpretaciones: puede ser percibida como el comienzo, el origen de la expansión de los hilos o como el punto final donde todo se comprime, se contrae. Sentí que tenía que enunciar subjetivamente una posición curatorial fuerte en mis propios términos, así que comencé a viajar e investigar por Europa y por África, tratando de encontrar el tono para una de las bienales más experimentales de Europa, que les hablará con fuerza a los europeos, pero también con un espíritu fresco.*

Se destacan también, en el contexto de la exposición, los caligramas del gran poeta brasilero Augusto de Campo, que irrumpen de manera invasiva sobre todos los muros en diálogo permanente con las obras. La bienal, que ocupa un tiempo-espacio, se declina aún en la Fundación Bullukian, donde sobre todo se pueden ver dos cúpulas de Richard Buckminster Fuller, piezas espaciales que conversan a la distancia con las obras de Yona Friedma; del joven y talentoso venezolano Nicolás Paris y de Kemang Wa Lehulere. Traté de generar un espacio muy activo para el espectador; no es una bienal que deja al espectador tranquilo, le exige mucho.

Mi intención es que el espectador vuelva a su casa con algo para pensar, con algo para reflexionar y que haya sido interpelado corporalmente, emocionalmente, intelectualmente y recurriendo a los elementos que uno conoce para poder también hacer eso posible.* El acto comunicativo termina en la antigua fabrica de seda TASE, que recibe a la bienal por primera vez. Espectaculares y teatrales son las obras Marienbad, del argentino Jorge Macchi, con su “jardin à la française” tamaño natural que reconstruye una escena del film L'année dernière à Marienbad, de Alain Resnais; de la brasilera Laura Lima, sus cuarenta pollos disfrazados con plumas multicolor, Gala Chicken and Gala Coop, o la curiosa instalación del holandés Michel Huisman, un gran pez de doce metros de largo con dos cabezas y dos patas que se traga a los visitantes. La exposición es el resultado de una gran serie de conversaciones, un modus operandi que resulta de la creencia en el poder del diálogo para la construcción de cualquier proyecto. Un proyecto muy radical, con fuerza de enunciación propia: obras fuertemente poéticas y de mucha contundencia crítica respecto del estado del mundo de hoy, que hablan sobre conflictos sociales, raciales, económicos y al mismo tiempo ofrecen alternativas a un presente complicado, tumultuoso, como el que se vive sobre todo en Europa.* Especial aplauso merece el voluminoso catálogo de la bienal, que cruza imágenes de obras con una delicada selección de fragmentos de textos literarios, en una relación de necesidad e implicancia. Una edición que impacta en su diseño y constituye para el acontecimiento un núcleo de reflexión inescindible.

El montaje no obedece a criterios tradicionales como nacionalidades, géneros o similitud de lenguajes y logra generar un recorrido espacioso, alternar correctamente luz y sombra y dar cabida a propuestas disímiles. Cada artista participa con varios trabajos, lo que permite un mejor conocimiento de su obra, aunque algunas participaciones estén dispersas en las cuatro sedes de la muestra. Una escenografía que crea un verdadero diálogo entre las obras de cada artista, para ofrecer finalmente un conjunto de una rara coherencia. He tratado de no trabajar alrededor de un tema, ni llevada por regionalismos, sino estableciendo un recorrido con obras claras para el público. Creo que es una exposición exigente en el sentido en que para los artistas no es fácil que no te pongan dentro de un cubo blanco, aislado como en un stand de feria y tener tu propio cubículo que te protege, sino estar en una exposición donde cada uno de los artistas mantiene un diálogo con otras obras múltiples y poder sostener su posición de una manera fuerte y creo que cada uno lo hace, cada uno de ellos habla a sus vecinos en el espacio de la exposición y al gran público de una manera muy fuerte. Creo que eso se debe a que hay un gran trabajo por detrás, sobre todo de los artistas y mío también.*

Se detecta claramente a lo largo de toda la bienal, el proceso de juzgar, construir y desconstruir los códigos por parte de los artistas expositores, como así también se percibe notoriamente el retorno a los valores de la identidad, de la vida, de la muerte. Así pues, el infinito, el cosmos, lo inasible y lo inmaterial constituyen las líneas de fuerza de un diálogo inesperado en esta exposición concebida por Victoria Noorthoorn, en cuyo conjunto se respira la estimulación intelectual y la libertad de creación.

* Entrevista con Victoria Noorthoorn, por Patricia Avena Navarro, septiembre de 2011