Alberto García Alix
Centro Cultural Español Miami
“De donde no se vuelve” es la muestra con la que el Centro Cultural Español inaugura sus actividades expositivas en su nueva sede en Miami. La muestra es una pequeña selección itinerante hecha a partir de la gran retrospectiva (o introspectiva, como sugiere el mismo García Alix) que le organizó el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía en el 2008 al fotógrafo, escritor y video-artista, Premio Nacional de Fotografía en España, Alberto García Alix (León, 1956).
Las ocho fotografías que se presentan en el Centro Cultural Español no son las más conocidas o iconográficas del fotógrafo. Se trata de imágenes en gran formato -impecablemente impresas sobre papel baritado - en las que un autorretrato o un retrato es seguido de un paisaje, a modo de un rostro con un no-lugar. Así se va humanizando el paisaje, relacionando los parajes urbanos con los espacios del afecto, dialogando acerca del camino que no es otro que el de la vida misma. Estas fotografías sirven de antesala al plato fuerte de la exhibición: una pieza audiovisual − que titula la muestra −, en la que se nos desvela lo más importante del grueso del trabajo de García Alix, la mirada a la propia historia visual que describe subjetivamente su vida personal y la relación con la fotografía como medio, guiada por su misma voz en off.
En los cuarenta minutos que dura el video, nos paseamos hipnóticamente por su obra temprana y presente, arrullados por la rasgada voz de García Alix que desnuda y teje historias de su historia, su alma, o como el mismo señala, “la soledad de mis delirios”. Lo más relevante quizás, sea el brillante manifiesto sobre la autobiografía y sobre el hecho fotográfico que esta pieza expone. La historia del audiovisual comienza con la muerte de su hermano y a partir de allí, desteje la soledad del camino, la muerte que deja presencias, la fotografía que relata ausencias, siendo estas narrativas la construcción de un cuerpo de trabajo más poético, que engloba también una disertación acerca de la muerte, en la que el artista dialoga consigo mismo en unas tomas de su rostro capturado en movimiento y las de una estatua de Mao, su interlocutor.
García Alix señala: “La fotografía encadena mi memoria. No sólo la constriñe a lo visto. La melancólica emoción de lo irrecusable se hace visible. El alma de la fotografía es el encuentro. Si ayer fotografiaba silencios, hoy fotografío mi propia voz…” El artista habla de la fotografía como un proceso de trabajo interno y personal, el exorcizar los fantasmas propios, casi como una manera de liberarse del psicoanálisis. La fotografía es planteada como el ejercicio continuo de la mirada sostenida a través de un juguete, como testimonio de la fragmentación del tiempo, y como la verdad construida, “…mirar la fotografía es vivir dos veces lo vivido…”.
En esta pieza, García Alix elabora un discurso espacio-temporal en el que la narrativa del video pasea por capítulos y afectos de su vida, mirando hacia atrás y hacia adelante, con interludios de alucinaciones macbethianas. El fotógrafo es el fotografiado, su camino ha sido, si se quiere, el más difícil, en su intento descarnado de registrar lo que se va a perder, la vida. La sangre, siempre presente, se pasea invisible entre jeringas, así como los rostros de sus retratados, aislados, se mezclan invisibles también entre los fantasmagóricos edificios que lo rodean en su presente. Cada edificio deshabitado de sus garbeos por Beijing o Paris es un amigo perdido, cada jeringa usada transfiere la sangre de uno a otro. La heroína sería, en este caso, el hilo conductor en dos espacios temporales: pasado, presente. El futuro es ese camino nuevo que García Alix está construyendo removido de su Madrid, entre París y Beijing, entre fantasmas, siendo uno de ellos, el miedo o vértigo de estar y seguir vivo. Nos interpela desde ese mirar atrás para ver hacia adelante: “…han pasado muchas cosas en estos treinta años…”. Para García Alix, la fotografía se sustenta en lo que es visible y sobre el exceso de ver y de ver-se, el poseer con malicia e intencionalidad esa memoria de “lo indecible que quiere ser dicho”.
García Alix nunca soñó con ser fotógrafo, y casi sin proponérselo, ha sido testigo presencial de una época, podríamos decir que es más bien un sobreviviente de estos últimos treinta años, en los que ha visto irse a muchos de los protagonistas de sus imágenes. Comenzó como autodidacta, interesado en el mundo del cómic, del cine y del mundo underground. A partir de 1976, comenzó a hacer fotos de lo que lo rodeaba. Muchos lo han tildado como el responsable de documentar fotográficamente la “movida madrileña” de los ochenta, de la cual fue, en realidad, un sujeto intensamente inmerso en ella que acabó documentándola, como una extensión del acto de vivirla.
García Alix nos sumerge en el delirio de mundos subterráneos que perseguían con crudeza espacios de libertad: aquel estrato de juventud madrileña que despertaba salvaje luego de cuarenta años de amordazamiento franquista: el mundo de la noche, los bares, las motos, el sexo, las drogas fuertes, las cárceles, prostitutas y travestis, la fantasía de identidades y por descontado, la muerte, eran su propio camino.
En todo caso, el conjunto de su obra fotográfica y audiovisual conmueve de un modo que esquiva toda la indiferencia contemporánea: la identidad revelada de sus retratados y la constatación de que estamos siempre negando los mundos que no resulta cómodo ver, se suman a una visión íntima, descarnada, personal, desde la cual fotografiar “es como retratar el limbo que antecede al infierno”. García Alix, poeta de una luz maldita, hace magistral uso de ésta y de la composición. Sus imágenes son portadoras de una eficacia gráfica poco común en fotógrafos como Larry Clark y Nan Goldin que, como él, escogieron el lado oscuro.
García Alix compone sus imágenes con elementos que no se transfieren a la realidad objetiva sino poética, porque son acerca de él mismo, y sólo a partir de ahí, pertenecen también a los otros. En este tiempo de estéticas acomodaticias, pacato y puritano que vivimos hoy, resulta fundamental que el trabajo de maestros como García Alix esté presente, que salga de viaje, y nos recuerde que siempre hay un lado oscuro y una realidad que se construye desde la boca del abismo. De donde no se vuelve.