Andrés Isaac Santana lanza El troyano, una reflexión intimista sobre el papel del crítico de arte
El troyano es el libro más personal e íntimo de Andrés Isaac Santana (Cuba, 1973), crítico y ensayista licenciado en Historia del Arte por la Universidad de La Habana.
A través del género epistolar, somos invitados a convertirnos en destinatarios accidentales y testigos indiscretos no solo de estas "conversaciones", sino también de las revelaciones del propio autor sobre su vida y su obra. La carta es aquí el vehículo emocional para reflexionar también sobre el espíritu y el trabajo del crítico de arte, así como sobre su discurso y su relativa capacidad de diálogo en la sociedad en que vive.
Autor de numerosos textos sobre arte y cultura contemporánea, entre los libros de Isaac Santana se encuentran Imágenes del desvío: la voz homoerótica en el arte cubano contemporáneo (2004), Nosotros, los más infieles: narraciones críticas sobre el Arte Cubano. 1993-2005 (2008), así como Sin pudor (y penetrados), extensa antología de su obra publicada por Aduana Vieja en 2013. Corresponsal en España de las prestigiosas revistas de arte latinoamericano ArtNexus y Arte al día Internacional, entre otras, colaboró durante varios años en la sección de arte del suplemento cultural del diario ABC, en Madrid.
Joaquín Badajoz, escritor y miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, es el autor del prólogo que incluye los siguientes fragmentos: "Al margen de otros logros teóricos y conceptuales de El troyano, quisiera destacar el alcance de estos textos, su elegante escritura, su fluidez de ideas, la comodidad con que desarrolla, padece, domina, esa bestia de la conversación íntima y su reverso, el debate público, como ejercicio de autoridad..."
"Su obra es una cabeza de hidra de la "intelectualidad errante": presupone un grupo de destinatarios cómplices y una distancia contextual (…). Aún cuando estas cartas parezcan más escritas a sí mismo, y sospecho que algunos destinatarios las recibirán ahora, en forma de libro, por primera vez, los diálogos marcados constituirán hipertextos, puertas traseras de una obra abierta, que no concluye en la carta misma, ni en el libro, sino que se prolonga en la ficción “inenarrada” que aporta de forma exógena cada uno de sus destinatarios. Es imposible ensayar desde la falta de autoridad y de criterio: la novedad en la literatura, como en el arte, no está en las plataformas, la parafernalia, sino en la visión personal interpretativa y especulativa. Por eso el autor explica el uso de citas, esas "prótesis corporales que dispensa el discurso ajeno", lanzadas sin referencia, en total y aleatoria poligamia, "en pulseo por la conquista del texto del otro" (…).
Por su parte, Rosa Olvidares, en el sitio EXIT Express.com, escribió el siguiente comentario, sobre el libro: “Las derivas de los críticos y teóricos del arte son cada vez más habituales, más públicas y más interesantes. Ahora es Andrés Isaac Santana el que presenta una nueva publicación en la que, ya abiertamente, da rienda suelta a su capacidad literaria desde el yo más apasionado e individual (…). Aquí lo importante es la escritura, y el acto de escribir supone una liberación y también una liturgia. El conocimiento y el deseo de opinar, de hablar, de decir, se hace texto en estas cartas ficticias o reales, textos en definitiva en los que se habla de arte, pero también de vida, de experiencia, de soledad, de ansiedad, de reencuentro y reconocimientos, de abandonos y sobre todo de una vida intensa de pensamiento y cultura”.
En el epílogo del libro, Andrés Isaac Santana escribe: "Nombrar, decir, verbalizar, suponen siempre una maniobra de certificación, de legitimación, de condena. Por ello, por esa extraña sensación de vacío que asiste a la vida en su concurrencia cotidiana, estas cartas son un poco la búsqueda de un mapa, el hallazgo -azaroso- de ese territorio donde la subjetividad se reconoce en la ambigua proyección de su propia imagen. El texto es el asidero, tan volátil como evanescente, para perpetuar la imagen propia en el diálogo con el otro. La escritura se trueca así en terapia, en exorcismo, en profilaxis: en ese mecanismo por medio del cual la angustia es solo un recuerdo que se congela y desaparece en el horizonte de la representación más cansina y aburrida de sí. Y no por ello esta letra ha de leerse como traición o ajena a la voluntad de ser (más que nunca) un hombre honesto. Ella porta en su cuerpo, en el centro mismo de sus digresiones y de sus desatinos, el sello de la confesión y del (im)pudor. Sustantivan, si se quiere, una manera de ser y de entender la vida de un modo menos figurativo para dar paso a un ejercicio más abstracto en lo que de ficción y de relato tiene".
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