Atopía: Art and City in the Twentieth Century
Centro de Cultura Contemporánea, Barcelona
Arraigada a varios campos intelectuales como la filosofía, la virtualidad, o los estudios culturales la exhibición “Atopía: Arte y ciudad en el siglo XXI” responde a síntomas angustiosos de la ciudad en el capitalismo global. ¿Qué subsiste después de Auschwitz?”, se pregunta Adorno. De igual modo, los comisarios de esta muestra parecen partir de la pesquisa: ¿Qué nos queda des- pués de la fragmentación del posmodernismo? La novedad del rótulo “Atopía” es que no intenta establecer un paradigma sobre el estado del orden estético sino apuntar hacia una ruta común, caracterizada por las inundaciones de los márgenes hacia los centros de la globalización. Convendría entones pensar a la “Atopía” no tanto como una estación, sino como un límite que conduce a fronteras de lo incierto. En efecto, de la caída del Muro de Berlín al colapso de Wall Street, atravesamos el mapa visual de “Atopía”: la transformación de la ciudad en campo de resistencia. En el tedio urbano de Hicham Benohoud o Erwin Olaf aparecen seres que parecen habitar lugares abismales. De manera que la ciudad post capital (descentrada, y donde sus residentes van a la deriva), aparece bajo el signo del malestar y el desasosiego, el desorden y la desnudez, la enfermedad y la esquizofrenia. En obras de artistas como Carey Young y Nuno Cera, la apoteosis de la ciudad y el fin del ciudadano convergen: en el primero el ciudadano ha caído al suelo, en el segundo, las alturas fomentan el ensueño.
La figura del “ciudadano insano”, como le ha llamado Duchesne Winter, reaparece una y otra vez vagabundeando por las ruinas desoladas en las obras de anothermountainman y de Carlos Garaicoa, en las esculturas de los residuos urbanos de Enrique Marty, o en los hombres que se desploman del cansan- cio en las fotografías de Carey Young.
Es así que la exposición puede discurrirse además, como un libreto del imaginario occidental sobre su “apocalipstick” actual, al decir de Carlos Monsiváis. Organizada con 41 artistas, cuatro capítulos, varias transiciones, La ciudad vs El habitante, La ciudad sin habitante, El habitante sin la ciudad y la Apoteosís urbana, se emprende un recorrido que, como el mixing de un DJ nocturno, vuelve sobre la desolación en el espacio urbano. Así, entramos en el desierto de las imágenes post-humanas que nos depara la obra de Sergio Belinchón. A partir de la pregunta lanzada por David Harvey: “¿Quien tiene derecho a la ciudad?”[1], se vislumbra el espacio urbano como núcleo central para pensar una transformación social en el fin de la posmodernidad. La cultura de la calle, menos heredera de la guerrilla urbana que del graffiti, como en la obra de Pedro Vizcaíno o David La Chapelle, se presenta aquí como otra de las posibilidades viables de esa comunidad inoperante.
En realidad Atopía no intenta teorizar sobre la tensa relación futura entre ciudad y habitante, sino mostrar cómo, tras las varias muertes de la utopía, la batalla sobre la vida sigue estan- do en el centro de la despolitización de nuestros tiempos. La inclusión de la política y la comunidad en la vida humana se vuelve más visible aún desde el arte, como modelo posible para combatir y participar en políticas que hoy nos son ajenas.
[1] Nota: Harvey, David. “The Right to the City”. International Journal of Urban and Regional Research, 2003.