Bienal del Mercosur 2011 prescinde del espectáculo
por Ana Martínez Quijano
La Bienal del Mercosur inauguró su octava edición la semana pasada con el título "Ensayos de Geopoética", y dedicada a explorar desde la singular perspectiva del arte, cuestiones políticas y territoriales que ponen en juego conceptos como nación, estado, identidad, mapas y fronteras.
Con un presupuesto de 12 millones de reales, la Bienal se despliega en las estupendas arquitecturas de los Galpones del Puerto, el Museo de Arte de Rio Grande do Sul, el Santander Cultural, donde se homenajeó al artista chileno Eugenio Dittborn, la Casa M y nueve lugares estratégicos de Porto Alegre, para realizar distintas intervenciones.
El curador colombiano José Roca, abordó temas en los que trabaja desde hace años y le brindó un sólido soporte conceptual a una Bienal diferente. Su propuesta exige leer, pensar e, incluso, regresar, para volver a mirar las obras con detenimiento.
El curador se dio el lujo de prescindir del espectáculo y de los artistas "seguros", los nombres que se reiteran en las bienales; convocó a la experimentada Aracy Amaral como curadora invitada y, contrató al mexicano Pablo Helguera, con la jerarquía de curador pedagógico. Ambos cumplen papeles indelegables.
El montaje es museográfico. La superficie de los inmensos Galpones sólo está interrumpida por los contenedores que albergan los videos de Geopoéticas y, algunas obras que son en realidad países, reinos o estados ficticios investigados por Roca. Sealand es una "Micronación" de 500 metros creada en 1967 por un militar británico, y «Estado NSK», es un país creado por un colectivo esloveno, que emite pasaportes y cumple algunas funciones como el resto de las naciones, aunque su territorio se reduce a las salas de arte.
El predominio del rigor conceptual es evidente, pero la Bienal se abre en el Puerto con la elocuente metáfora del arte pidiendo una tregua, con una obra de gran atractivo visual. En el primero de los galpones hay una serie de banderas blancas clavadas sobre un muro, mientras sus colores y emblemas se derraman como pintura líquida por la pared. Su autora, Leslie Shows vive en San Francisco y explora -como "algo natural"-, la tendencia hacia el desorden y el caos.
Shows reclama una tregua y su contracara es la obra de Manuela Ribadeneira. La artista venezolana clava un puñal en un muro y, en la breve sombra que proyecta la empuñadura, escribe a mano: "Hago mío este territorio". Pequeña y significativa, la obra resume en un gesto el espíritu del conquistador y el alto grado de violencia que la inspira.
Las fronteras duras de México son el tema de la melancólica video-instalación de Edgardo Aragón, que muestra distintos músicos parados bajo el sol del desierto sobre unos mojones que dividen el territorio, mientras interpretan una penosa y poética marcha fúnebre.
Lo sublime está presente, casi como una concesión, en el video de la española Cristina Lucas, La liberté raisonnée, una apropiación de la célebre pintura de Eugène Delacroix, La Libertad guiando al pueblo. La artista infunde vida a los personajes y movimiento a la pintura. Su relato acaba en el desencanto, cuando la Libertad avanza hasta caer y es victimizada, finalmente, por los héroes que la acompañaban. Más allá del emotivo mensaje de la Libertad desguarnecida, la obra seduce con la sucesión de escenas que potencian la belleza y el dramatismo alcanzado por Delacroix.
Fernando Bryce transporta al papel, por medio del dibujo y de trabajosos procedimientos manuales, las imágenes de los titulares de los diarios, documentos, fotografías o volantes. Bryce pinta y dibuja por opción, y en esta elección tan propia de la época actual encontró su estilo, un método que denomina "análisis mimético". Con su virtuosismo y su oficio, el artista trabajó durante un año para realizar Revolución, una serie referida a la historia cubana que consta de 219 dibujos. A pesar del supuesto anacronismo de la técnica, su laboriosa tarea le garantiza la presencia de la subjetividad, la posibilidad de subrayar o ser selectivo al contar la historia a través de las imágenes.
Varios de los artistas de la Bienal -como el peruano Bryce, que reside en Berlín- viven lejos del territorio en el que nacieron. De los cinco argentinos que participan, cuatro residen en el extranjero: Irene Kopelman, Miguel Angel Rios, Alberto Lastreto y Pablo Bronstein.
La porteña Alicia Herrero presenta Viaje revolucionario. Novela navegada, obra que, desde el título, refleja el espíritu romántico de los cuadernos de viajes del Che Guevara, antes de que el guerrillero llegara a Cuba y se convirtiera en un icono. Luego, la trama de la novela se desarrolla con un dibujo esquemático y definidos trazos blancos, sobre una superficie negra.
El argentino Lastreto vive en Montevideo. Su video El prócer, consiste en la animación de una fotografía donde se divisa un monumento, un jinete sobre un pedestal que mantiene el equilibrio en inestables posiciones. Los héroes son escasos en el mundo y Lastreto observa con ironía las poses retóricas de la escultura pública.
Kopelman también es argentina, nació en la ciudad de Córdoba y vive en Amsterdam. Junto a los artistas elegidos por Amaral, fue invitada hace unos meses a explorar la región de los cañones mientras sus pares partían hacia las Misiones o la Pampa. Sus obras son el resultado de la expedición: un bloque de arcilla quebrado en pedazos que reproducen las formas facetadas de las rocas que dibujó, incansable, en un cañadón. Bronstein reside en Londres y su tema es universal, la arquitectura; Ríos vive entre EE.UU. y México y sus hipnóticos y rítmicos videos se suelen ver en la Argentina y reflejan la violencia. Otra argentina, Karina Granieri llegó como curadora a Casa M, un espacio creado por el curador Roca para explorar la posibilidad de que «la Bienal no sea tan sólo expositiva, y que se extienda en el tiempo con una acción continuada, para que no se agote como los fuegos artificiales». De este modo, Porto Alegre tiene una Casa amable para las charlas, debates y entrevistas, donde varios de los 105 artistas que integran la Bienal tienen la oportunidad de hablar sobre sus obras.
Allí, la galerista chilena Isabel Aninat acompañaba a su artista Voluspa Jarpa, dedicada a investigar y publicar la "no Historia" de los últimos 40 años, archivos desclasificados por los servicios secretos estadounidenses, relacionada con los países del Cono Sur. "El interés reside en los datos que permanecen ocultos, tachados e ilegibles", señala la artista, y muestra uno de los volúmenes que exhibe en una biblioteca de la Bienal y que presentará en la inminente Bienal de Estambul. En Casa M, estaba el autor de Cuadernos de viaje, el chileno Bernardo Oyarzún, un genuino mapuche que moldeó con sus manos las inmensas letras de barro donde se lee, en la lengua guaraní, una frase que él mismo tradujo: "El alma no se da enteramente hecha sino que se arma en la vida [.]". Para el ejercicio intelectual que demanda Geopoéticas está la obra Slavs y Tartars, unas camas cubiertas de sedosas alfombras donde el espectador se puede sentar.
La muestra de Amaral Morada al Sur resulta sobrecogedora, como las fantasmagorías de los videos de Cao Guimaraes y el enorme paisaje que pinta con tapices Gal Weinstein, sobre la inmensa sala central del Museo. "No es la Bienal de las banderas ni los mapas", aseguró Roca antes de despedirse, aunque aceptó que son inevitables. No obstante, en un mundo donde hay instituciones del mercado que ejercen más poder que los estados, su "Ensayo", al igual que el texto de Borges Del rigor en la ciencia, donde habla de las "Disciplinas Geográficas", ilumina la dificultad que implica reconocer un mapa que nunca coincidirá con el territorio.