Cai Guo-Qiang: La vida es una Milonga
Tango, pólvora y multitudes en la Vuelta de Rocha
Cai mina la identificación de la pólvora con China, al tiempo que alude a su uso medicinal original y a su actual connotación violenta. Tanto el proceso químico de la explosión como la creación, destrucción y desaparición de la obra en sí están concebidas para producir una catarsis, tanto física como conceptual.
Pocas veces a los espectadores de una obra de arte les pasa desapercibida la condición misma de la obra, su carácter artístico. El pasado sábado 24 de enero, más de 200 mil personas se congregaron en el barrio de La Boca para presenciar el espectáculo público de mayor relevancia en los últimos años en Buenos Aires. Sólo una minoría era consciente de que asistía a la contemplación de una obra de arte de la cual además iba a ser inevitablemente partícipe. Sólo esta cuestión dispara debates en tantas direcciones como se dispararon los fuegos artificiales de La vida es una Milonga, el evento creado por el artista chino Cai Guo-Qiang y organizado por Fundación Proa y el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Ser masivo -o pretenderlo- es algo propio de muchas de las manifestaciones artísticas del siglo veinte, como es el caso del cine o del rock, y este es uno de los principales rasgos que apuntalan el ser contemporáneo de Cai Guo-Qiang, responsable de los efectos especiales del cierre de los Juegos Olímpicos de Beijing y el mayor creador con fuegos artificiales a nivel mundial.
Pocas veces en el arte contemporáneo se manifiesta de forma tan expresa la presencia de la tradición. Cai es un artista contemporáneo, sí, pero la elección de sus principales fuentes de inspiración, de sus herramientas y sus recursos, responde a un profundo interés por la tradición, tradición que logra combinar de forma inédita con un formidable dominio de la tecnología. El tango, expresión cultural característica de Argentina, junto con la pólvora (“medicina de fuego” en chino), invento más célebre de China, creado por alquimistas taoístas que buscaban un elixir de la inmortalidad imperial y los fuegos artificiales, que desde siempre se han utilizado para celebraciones y para ahuyentar a los malos espíritus, son reunidos en un complejo sistema de dependencias mutuas en el que el poder de cada uno de los componentes se ve exaltado. Los fuegos de artificio funcionan como un dispositivo de traducción, recreación e interpretación de los movimientos y gestos característicos del tango, en tanto baile y de su ritmo y melodía, en tanto música. El espectáculo se organiza en tres tiempos, a partir de tres tipos distintos de aproximaciones al tango. En un primer momento, los fuegos forman figuras que imitan el movimiento de los bailarines y el bandoneón. En una segunda etapa, Cai se inspira en el ritmo y en las emociones características del tango y para finalizar, busca representar cuatro ciclos históricos del género. Lo mismo con su emplazamiento. En la Vuelta de Rocha, sobre el Riachuelo, Cai proyecta un espacio que evoca la milonga -no como género musical si no como referencia espacial-, con su espacio central desde el cual se disparan los fuegos, y el público a su alrededor.
Podemos hablar simultáneamente de un site-specific por como fue concebida la obra y su proceso de trabajo, de una obra de Land Art por el modo de modificar el terreno y su escala y de una performance por su transitoriedad y su carácter efímero. Si bien Cai había tenido una presencia activa durante el 2013 en Brasil con su obra Cai Guo-Qiang: Da Vincis do Povo, La vida es una Milonga: Tango en fuegos artificiales para Argentina, es su primera obra efímera en Sudamérica y se presenta en el contexto de Impromptu, la exposición que se podrá visitar hasta marzo en las salas de Fundación Pora. Impromptu reúne nueve obras concebidas especialmente para el país (tales como dibujos hechos con pólvora y obras site-specific) y una retrospectiva audiovisual de sus "proyectos de explosión" (obras efímeras que el artista ha creado alrededor del mundo desde los años noventa).