Cifo Art Space, Miami
Viewpoint 2011
Este es el octavo año consecutivo en que CIFO celebra su aclamado Programa de Becas y Comisiones de Cifo Art Space. En esta edición los artistas emergentes galardonados son los brasileños Laura Belém y Marcius Galán, los mexicanos Fritzia Irizar-Rojo y Antonio Vega, la peruana Begoña Morales y la Argentina Amalia Pica; mientras que la cubana Tania Bruguera y la chilena Alicia Villareal fueron las artistas elegidas para crear obras comisionadas.
Además, el programa de becas y comisiones entregó por segunda vez en su existencia el Achievement Commission, que premió en esta ocasión la meritoria carrera del pionero del conceptualismo argentino, David Lamelas.
Viewpoint 2011 incluye los trabajos de todos los artistas a excepción de Tania Bruguera, quien presentará un performance en la sede de la institución para enero del año entrante. El título de la exposición refiere a esa dualidad inherente a toda creación, que surge en el desplazamiento físico de la obra del espacio privado al espacio público, o en la transición de la obra que abandona el diálogo íntimo y primigenio con su creador para comenzar un diálogo público con el receptor.
Este tipo de transición es especialmente interesante en propuestas que asumen lo social como tema de interés y donde el empleo de estrategias de documentación que procuran minimizar la subjetividad del creador es fundamental.
Justo en este enclave se sitúan las propuestas de David Lamelas, y Alicia Villarreal. Time as activity (1969-2011) ha acompañado a David Lamelas durante prácticamente toda su trayectoria como artista. De hecho, bien podríamos hablar de una suerte de autorretrato o diario de viaje, pues cada una de las ciudades registradas por Lamelas -quien abandonó su país natal en 1968- encarna esa condición nómada típica de la sociedad contemporánea.
Lamelas se vale de filmaciones en 16 milímetros y tomas fotográficas que procura despojar de toda subjetividad. Está interesado en la eliminación de cualquier trazo de gusto o pretensión estética, eludiendo en su pesquisa la tergiversación que hacen los medios con sus versiones estereotipadas de cada ciudad.
Los registros fotográficos y fílmicos de Lamelas destacan por su carácter anodino: nada esencial parece acontecer. El preciso registro del tiempo impone un sentido de objetividad que resalta la zona de corrimientos espacio-temporales que sustenta esta serie y que se agudiza en el momento de recepción.
También con un énfasis en la objetividad y la documentación, Alicia Villareal nos presenta La enseñanza de la geografía, 2011. La instalación multimedia echa mano de la memoria y tácticas de reposicionamiento histórico como métodos de reflexión colectiva acerca de la sociedad y de los proyectos utópicos abortados. Emplazando la mirada desde una escuela, Villareal incita a los estudiantes a una revisión crítica del entorno donde, de modo sintomático, destaca el inacabado Hospital Ochavagía, como evidencia sobre la trama urbana del fracaso de promesas de bienestar social que tipificaron la década de los años sesenta no sólo en Chile sino en buena parte de la sociedad occidental.
Si las propuestas de Lamelas y Villareal se apoyan en el tiempo como elemento conceptual significativo que permite discernir las coordenadas espaciales, en el caso de las obras presentadas por Marcius Galan y Laura Belém domina la exploración e intervención del espacio.
Las enigmáticas formas esculturales de Marcius Galan, herederas del concretismo brasileño, interactúan con las nociones de límite y transgresión. Galan se apropia de objetos ordinarios que sometidos a una relación inusual, nos imponen el re-evaluar las perspectivas de nuestra relación con el espacio. En 3 Secciones (2011) juega con la luz como material predominante, creando la sensación de láminas de vidrio que subdividen en diferentes ángulos el eje vertical de la galería. Sin embargo, asistimos a un subterfugio del artista. El espacio perfectamente transitable es fruto de un elaborado trompe-l’oeil que nos invita a la reflexión.
El mismo interés de activar lo inesperado en el receptor, domina en la propuesta de Laura Belém. Sculpture Garden II, que presenta un área rectangular enteramente cubierta con polvo de mármol sobre la que se disponen curiosas estructuras geométricas que provocan un instantáneo guiño a la tradición concreta brasileña. Las caprichosas esculturas han sido creadas con pitillos. Lo efímero y perecedero suplanta así rasgos enfáticos distintivos del arte moderno como perdurabilidad y eternidad. El polvo de mármol, noble material asociado durante siglos a la escultura, y sobre el que emerge ahora este jardín sui generis, enfatiza las relaciones de giro de época implícitas en la obra.
Las propuestas de Fritzia Irizar-Rojo, Amalia Pica, Begoña Morales y Antonio Vega juegan también con el sentido de expectativa, abordando cada uno estrategias bien diferentes. En el caso de la instalación presentada por Vega, Murmuros (2011) asistimos a una suerte de confesionario en el que la imagen de la posible absolución ha sido trocada por la prensa sensacionalista que como eco repite noticias de asesinatos tórridos hoy cotidianos en México. Hincados de rodillas y con la barbilla clavada en la pared -este es el único modo de ver los escondidos letreros anamórficos que ha colocado subrepticiamente en los periódicos- nos descubrimos rindiendo homenaje a través del escrutinio a esta creciente masa anónima de personas que mueren día a día.
Trabajando también con zonas de silenciamiento y ocultamiento encontramos la obra Untitled (Selectiveness-Collectiveness), de Fritzia Irizar-Rojo. Sobre el suelo, una suerte de galería o habitación que como acordeón se repliega sobre sí misma, es celosamente cuidada por candados que nos privan el acceso a donde, en definitiva, yace la obra. Como bien su nombre apunta, la obra discursa sobre los cuestionables mecanismos de inclusión-exclusión que sostienen la todavía hoy estructura moderna del sistema artístico.
Amalia Pica y Begoña Morales juegan las dos con el recurso auditivo.
If these walls could talk, de Pica, explora el fenómeno de la incomunicación creciente que tipifica la sociedad contemporánea. Utilizando la pared como símbolo de aislamiento e imposibilidad, Pica coloca varios de los típicos teléfonos caseros improvisados por los niños y hechos de latas y cuerdas. Cual cordones umbilicales, estos rudimentarios artefactos logran eficazmente restituir el vínculo escindido.
Por último, la instalación sonora de Begoña Morales, Canción de mi edificio, se impone por su simplicidad y alto sentido poético. Fiel a su búsqueda de lo intrascendente, la artista nos hace reparar en la belleza de lo casual y cotidiano.