El colectivo Viernes transformó “El 52”, ala emergente de OMR, en un aviario
La galeria OMR abrio "El 52" un ala contigua a su espacio habitual, en la que presenta proyectos de arte emergente. Recientemente inauguro Remains del artista colombiano Carlos Bonil (en colaboración con La Central, Colombia) y el proyecto Esperanza, del colectivo Viernes (Moris and Fernando Carabajal), que se tomó el espacio y lo transformó el pasado sábado 24 de julio en en un aviario de observación y estudio de quince parejas de pájaros. La muestra se conforma también de una serie de 20 dibujos que están en el piso del lugar, y que son paulatinamente alterados por el excremento de las aves. El Colectivo funciona a partir de los parámetros establecidos por los personajes Robinsón Crusoe y Viernes en sus distintas versiones literarias (Defoe, Tournier, Coatzee, etc.), derivando en nuevos lugares dentro del aparato habitual del arte contemporáneo.
Viernes describe el proyecto en los siguientes términos:
“Speranza se construye cada vez a partir del espacio que nos es dado. No es una obra in-situ sino una aparición que genera un nuevo lugar. Nuestro acto de emplazar revaloriza los preceptos de la instalación, pues no deviene de la pintura, sino de los referentes literarios que funcionan hacia el interior del colectivo como posibilidad de instrucción. Contrario a la ilustración, Viernes evoca una dislocación en los enunciados, acota paréntesis temporales en el continuo que existe en la narrativa cuyos instrumentos –pájaros en este caso– gesticulan y transforman en todo margen de imprecisión y, por tanto, de exactitud. Los dibujos son el conteo derivado de la relación que los pájaros entablan con el habitáculo que les procuramos, y son, así mismo, el último vestigio –el fósil de la huella sobre el arenal– del acontecimiento que fue la instalación en el futuro”.
“En todas las versiones de Robinsón Crusoe existe una reflexión en torno al aislamiento. Si trasladáramos dicho concepto al aparato del proceso creativo y al de la experiencia de exposición en un espacio denominado para el arte, tangencialmente hallaríamos puntos de contacto. Por ello subrayamos que nuestra producción procura crear vínculos que establezcan un sistema de humanización en donde el prójimo –el espectador– sea una pieza maestra de nuestro universo. El observador no es un accesorio sino un personaje que detona la escala y, más importante aún, constituye –al igual que los pájaros en Speranza– puntos posibles de vista que añadir al nuestro, porque la soledad no es una situación inmutable sino un andamiaje propicio para encontrar nuevas correspondencias”.
“En la versión de Daniel Defoe, Robinson trabaja por el miedo que le significa el signo de la huella encontrada en la playa pues simboliza su propia vulnerabilidad, mientras que en la versión de Michel Tournier, Robinsón trabaja para no perder el compendio de saberes que lo califica como civilizado, estableciendo además un patrón evolutivo en ambas figuras: mientras Robinsón tiende a lo metafísico, Viernes lo hace hacia la mímesis inversa en donde, de toda naturaleza, surge el arte. El colectivo funciona en ese vaivén, en los posibles entrecruces intrínsecamente acotados por ambas cabezas que lo conforman. Sin ser cada uno tal o cual personaje, sí asumimos que cada cual entreteje un rol y una serie de apartados desde su práctica en solitario que, en Viernes, es simple herramental. La práctica del arte en el colectivo construye directamente desde el deseo mismo de aparecer lo que se desea ver a toda costa, en la comunión que un espectador puede establecer al introducirse en el ejercicio de sensibilización y en el acto de desmontaje, porque ambas polaridades temporales (construcción y clausura) abarcan y propician que la obra exista más allá de nosotros, desdoblando los límites del producto de arte. Cada vez que se construye Speranza recomienza, y en su reactivación se enlaza con sus antiguas apariciones. Cada vez que se desmonta Speranza, sólo queda su huella, y en su clausura propicia una nueva posibilidad”.
“El Robinson de Defoe diría: << El trabajo es propiamente un acto del espíritu y no del cuerpo>>, mientras que el Robinson de Tournier diría: << Trabajo para regalarme a los confines de la vida, a un lugar suspendido entre cielo e infierno, en una palabra…Speranza>>”.