Es Baluard presenta El tormento y el Éxtasis
“El tormento y el Éxtasis. Arte de origen latinoamericano en las colecciones de Mallorca, una revisión desde la contemporaneidad”, puede visitarse en Es Baluard del 2 de julio al 2 de octubre de 2016.
La muestra consta de 92 obras, entre pintura, fotografía, instalaciones, etc. (en su mayoría procedentes de colecciones privadas), de 55 artistas latinoamericanos. Comisariada por Nekane Aramburu, directora de Es Baluard, con la colaboración de Gerardo Mosquera, este proyecto expositivo muestra la evolución de la creación latinoamericana contemporánea a través de su presencia en las colecciones de arte de Mallorca demostrando, como afirma Gerardo Mosquera, la importancia creciente del coleccionismo privado en la articulación del mercado, la circulación y la legitimación del arte.
La genealogía de la exposición inserta sus raíces entre el conflicto y la estética, el compromiso político social y la evolución de la estética-pensamiento en un área geográfica lejana pero, pese a todo, conectada con la manera de entender las fracturas de la postmodernidad.
Producida por Es Baluard, “El tormento y el éxtasis” muestra el coleccionismo de arte en Mallorca como un punto de encuentro internacional a la vez que incide en la evolución del propio concepto de “arte latinoamericano” y las especificidades de lo internacional junto con la identidad. Las diferentes piezas de la exposición abordan problemáticas universales, pero con un fondo común entre las tensiones de lo político-social y lo personal.
“Ver y pensar América Latina”, por Gerardo Mosquera
Es elocuente que un reciente incremento en la atención hacia el arte latinoamericano en el ámbito académico español sea resultado del tardío desarrollo en él de los estudios postcoloniales, tomados del medio anglosajón. Además de que aquellos funcionan en este caso más como un cajón para meter lo «no occidental», resulta muy problemático analizar América Latina con un instrumental diseñado para discutir los procesos culturales en el ámbito colonial británico tras la caída del imperio después de la II Guerra Mundial. La era colonial en América Latina concluyó antes de que se plasmaran las grandes empresas coloniales de signo capitalistabritánicas y francesas en el siglo XIX. En Iberoamérica los colonizadores se asentaron, se acriollaron y se mezclaron, imposibilitando la clara distinción entre las culturas coloniales impuestas, las culturas indígenas, y aquellas de los africanos llevados como esclavos. Es decir, no existe, como en África y Asia, la clara interacción entre un ámbito tradicional y otro occidental, cuyas ambivalencias ha discutido el pensamiento postcolonial. A la vez, en América existen comunidades indígenas que permanecen considerablemente excluidas de los proyectos nacionales y sus relatos mestizos.
Sean cuales sean las razones, esta exposición demuestra la importancia creciente del coleccionismo privado en la articulación del mercado, la circulación y la legitimación del arte. Al revés del resto de las manifestaciones artísticas, donde la figura del coleccionista no existe, las artes plásticas se basan en objetos «fetichizados» suntuarios coleccionables y no en circuitos de difusión masiva, como ocurre con la música, el cine o la literatura. Estos últimos se sustentan por el contrario en productos descargables o disfrutables en directo en la red, junto con los tradicionales eventos colectivos de los conciertos y las proyecciones en salas, o las publicaciones en medios masivos. Las obras que llamamos plásticas o visuales continúan siendo principalmente objetos físicos originales o documentos de acciones o ideas certificados como únicos o en ediciones voluntariamente limitadas a manera de originales vicarios, que a menudo contradicen las posibilidades de reproducción masiva de los medios en que se realizan. Ocurre con el video artístico, que se convierte en un coleccionable de edición limitada, o hasta la performance, cuyo derecho a ser reproducida se compra y colecciona. Estas entidades auráticas y «anales» requieren su atesoramiento en colecciones públicas o privadas, y el desarrollo de estas últimas ha otorgado al coleccionista un papel protagónico.
El auge mundial de las ferias de arte es índice del florecimiento del coleccionismo privado y del incremento de su poder. Este se expresa no sólo en el acto de comprar –que es un acto de comisariado– sino en el rol público del coleccionista y su acervo.
Precisamente, en América Latina las instituciones y eventos públicos organizados desde colecciones privadas se han incrementado notablemente en los últimos tiempos (pensamos en la colección Jumex en México, el MALBA en Argentina, la colección Cisneros en Venezuela), desempeñando una función valiosa, muy beneficiosa en los países con instituciones públicas escasas y débiles organizativa y económicamente. Los coleccionistas participan también de los consejos de museos públicos, apoyan sus presupuestos y dan en préstamo sus obras. En verdad, el atesoramiento privado de bienes culturales implica una responsabilidad social, que muchos coleccionistas han asumido para bien. Por supuesto, esta responsabilidad conlleva también el ejercicio de poder. En el caso de esta muestra, la buena disposición de un grupo de coleccionistas a prestar obras a un museo público ha permitido a Nekane Aramburu comisariar una exposición de gran interés que de otro modo no hubiera podido hacerse.