Fuerza y Humor en la Encrucijada Caribeña de El Museo del Barrio
La exposición “Caribe: Encrucijada del Mundo” se reparte entre las paredes y pisos de tres de los museos más investigadores de Nueva York − el Studio Museum de Harlem, el Queens Museum of Art y El Museo del Barrio.
Esta muestra de seis meses de duración está suplementada por una serie de programas exploratorios , uno de los cuales es un simposio de tres días que se inauguró en El Museo del Barrio con una reposición de la obra de Derek Walcott, Dream on Monkey Mountain.
El actor Andre de Shields ofrece una actuación fascinante en el personaje de Makak − acompañado por tres tambores que aportan una percusión teatral, narra con humor un cuento sobre un esclavo “loco” oprimido que se ve enfrentado a cuestiones de raza, identidad y desarraigo. Esta introducción es apropiada, ya que tanto la ferocidad como el humor que muestra su interpretación constituyen características centrales de la muestra que engalana las salas contiguas de El Museo del Barrio.
Abarcando 200 años de cultura visual e incluyendo la perspectiva de artistas de las colonias así como de la Diáspora caribeña, la exposición cubre un amplio terreno. El resultado es que el montaje se ajusta al estilo salón para incluir obras multidisciplinarias enfocadas en dos temas: “Contrapuntos” y “Actos Patrióticos”. Dividida en dos mitades, la sección “Contrapuntos” es una investigación solemne de los sistemas e industrias asociados a las plantaciones, y exhibe obras que combinan arte visual y curiosidades. Una caja de cigarros cubanos transformada en caja de música por John Erwin acompaña a una caja de rapé de Claude Hencourt y un rifle casero del siglo XIX cuyo creador es un artista africano de la etnia chokwe, presentados dentro de dos grandes vitrinas de vidrio para piezas raras. Una segunda sala ofrece similares yuxtaposiciones lúdicas: un retrato al óleo de Alexander Hamilton ejecutado por el pintor estadounidense John Trumbell alrededor de 1804 dialoga con una corona de resina negra con una cresta de águila que descansa sobre una caja-pedestal en dos niveles de Tiffany, realizada por el artista contemporáneo residente en Nueva York Reinaldo Sanguino. En conjunto, estas obras exploran el impacto del liderazgo, la política y los respectivos sistemas de valores de esa época y del presente.
Esta yuxtaposición de lo viejo y lo nuevo también se observa en las salas donde se exhibe “Actos Patrióticos”, que explora las identidades en estado de cambio, así como aquellas clasificadas como “indígenas” y afianzadas en el patrimonio cultural. Una serie de fotografías de Leo Matiz sirven de nexo entre estas dos clasificaciones, ofreciendo instantáneas en blanco y negro de personas ocupadas en “actividades de todos los días” tomadas durante sus viajes por el Caribe colombiano. Las imágenes son dulcemente nostálgicas en su banalidad, y sin embargo, aparecen cuestionadoras por el modo en que documentan actividades cotidianas que revelan el tejido social y cultural de esta región.
La última sala remite a la reposición de la obra de Derek Walcott, entrelazando la agudeza con el humor. La obra de Ernest Breleur Remains of Marilyn (Restos de Marilyn) está compuesta por una hilera de cajas, negras en su interior, que son máscaras rituales colgantes reconstruidas hechas enteramente con radiografías recortadas, ensambladas e iluminadas desde atrás por luz de neón que va cambiando de modo uniforme. Cada caja contiene copias en color del ícono más alegre pero igualmente reverenciado de Andy Warhol, Marilyn, que comparte la gama cromática con la cambiante luz de neón. Macabra en su referencia a la muerte, aparece viva, no obstante, a medida que la luz en constante evolución va pasando sobre la superficie de las imágenes. A pocos metros, un pequeño “taburete” cubierto por terciopelo rojo destila lujo. Sin embargo, su forma aparece extraña, ya que lo que semeja una forma femenina arqueada es también una camilla para estiramiento de la columna en funcionamiento. Titulada Contortionist, 2005 por la artista nicaragüense Patricia Belli, el taburete constituye una re-presentación de lujoso mobiliario antiguo que combina el entretenimiento con una fresca sensibilidad conceptual. La utilización manifiesta de la metáfora otorga a estas obras una seriedad similar a la que puede apreciarse en el surtido de obras “intuitivas” que componen “Acto patriótico” − y pareciera que la naturaleza caprichosa de las obras resulta unificadora, mostrando a generaciones de artistas que exploran ideas con humor y sinceridad.
A la salida, una pequeña pantalla de video sobre una pared lateral resume la experiencia de la muestra. Mi to Bai y Bin Bek / Me voy pero vuelvo, del artista holandés Rob ter Haar, muestra la silueta fantasmal de un crucero que abandona el puerto. Distorsionada por sus luces brillantes, la imagen irradia colores intermitentes que bañan la pantalla con luz de neón y brindan al espectador una experiencia hipnótica similar a la de fijar la mirada en las luces de una discoteca. El caleidoscopio de color torna a la imagen seductora y la noción de un crucero que irradia luz es humorística. Sin embargo, detrás de esta seducción subyace la comprensión de que ter Haar arroja luz sobre el devastador impacto que la industria de los cruceros de placer ha tenido sobre el medio ambiente en el Caribe − tanto desde el punto de vista material como del cultural. Como sugiere el título de la obra de ter Haar, “Caribe: Encrucijada del Mundo” es parte de una conversación más amplia e integral que, a pesar de representar un paso hacia adelante debido a su enfoque inclusivo, también se basará − y de buen grado − en mirar hacia atrás.