Isabel Muñoz
Centro Cultural Español, Miami
La fotógrafa española Isabel Muñoz conoció de cerca a “La Bestia” y le retrató las entrañas. Así le llaman los inmigrantes centroamericanos –hondureños, guatemaltecos y salvadoreños en su mayoría- al tren de carga que durante años ha transportado a quienes se desplazan rumbo norte a través de México, tratando de alcanzar como polizontes la frontera con los Estados Unidos.
Es una bestia que puede sacudirse en cualquier momento a estos indocumentados que la abordan atropellándose en el techo o en el mínimo espacio disponible, mientras viajan empujados por la desesperación, dispuestos a apostarlo todo –hasta la propia vida- con tal de alcanzar el territorio imaginado de una existencia digna. Pero el tren suele abrir las puertas a la pesadilla, y es en ese umbral donde la fotógrafa ha establecido el vórtice de la serie itinerante que se exhibe ahora en Miami.
En territorios bajo el acecho del riesgo, Muñoz ha retratado –sin aspavientos, sin juzgar jamás- las marcas de determinados ritos sociales sobre el cuerpo humano, como aquellas que se hacen a modo de iniciación los jóvenes de las Maras que posaron para ella en una cárcel del Salvador. En Camboya fotografió a las niñas víctimas de la trata humana y la prostitución infantil. En La Bestia, este sentido de reveladora complicidad que establece el retrato, se engarza al reportaje de acción para condensar el relato de un viaje-pesadilla hacia el vacío de la incertidumbre. Su cámara se arriesga, pero nunca irrumpe inoportuna: “Jamás he retratado sin el consentimiento de la persona”, asegura Muñoz; quien ha encontrado el modo de salvaguardar esa dignidad que permite intercambiar el lugar propio con el del otro, al menos en el instante fugaz en que la mirada se entrecruza con el lente, develando su historia.
Así, muchos de sus personajes nos miran de frente mientras que en los planos generales la fotógrafa establece el contexto documental de la imagen. Y es precisamente en este retrato revelador, punzado por el miedo y la desesperanza, donde la serie alcanza su momento de mayor credibilidad y dramatismo. Si una característica tiene La Bestia dentro de su extensa obra, es el modo peculiar en que construye un fotoperiodismo reflexivo y confrontador que combina la capacidad de síntesis y la abstracción del retrato de estudio –como sucede en Etiopía y Drags Queen por ejemplo- con el poder narrativo del reportaje testimonial. De hecho, la muestra se exhibe conjuntamente con el video que realizaron los artistas Andrés Villalobos y Eduardo Olivera, así como con las narraciones de Oscar Martínez, quienes acompañaron a Isabel Muñoz en su travesía.
De este modo, la imagen reconstruye la historia y viceversa, en un efectivo “toma-y-deja” que funciona como parte del proyecto curatorial. Pero tanto los textos de pared como los videos e imágenes convergen en el punto de una postura que es tan profesional como ética: en este viaje inseguro, acosados por el peligro de las pandillas, ellos comparten la experiencia del otro para dejar sentado el testimonio de una frontera que no solo es geográfica sino humana, y que nos sitúa ante la profundidad de la crisis migratoria, el limite más frágil e impugnable de la aldea global.