La Primera Trienal del Caribe
La Bienal del Caribe, celebrada desde el 1992 en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo, se interrumpió durante mucho más de un lustro, después de cinco (seis??) ediciones y de modificaciones sucesivas siendo fundamental la admisión de todas las categorías plásticas, acogiendo obras tridimensionales, instalaciones y videos, pero nadie la había olvidado.... En el ámbito nacional y principalmente en la región caribeña, incontables fueron los artistas participantes o no que preguntaban reiteradamente lo que había sucedido, y si la Bienal del Caribe, expresión privilegiada de la confluencia de culturas y del mestizaje visual, volvería a celebrarse.
De Bienal a Primera Trienal
Cuando tanto tiempo transcurre desde la última celebración, el reinicio de una manifestación artística debe ser objeto de un estudio cuidadoso y ciertamente no puede repetirse como si fuera darle seguimiento... El nombre de Bienal perdió sentido, y se resolvió sustituirlo por el de “Primera Trienal Internacional del Caribe”. Un intervalo de tres años vuelve menos utópico el respeto a la periodicidad anunciada. El ámbito geográfico se mantuvo, agregando al Caribe insular y a Mesoamérica, los territorios continentales y “grandes” aledaños México, Venezuela y Colombia, añadiendo ahora a Miami. Asimismo, se conservó la pluralidad abierta de las categorías y la exigencia de que las obras fueran recientes o expresamente creadas para la bienal, igualmente el carácter internacional del Jurado y las actividades paralelas.
Ahora bien, la mayor innovación consistió en la propuesta temática: concebir y realizar una obra sobre el tema de Arte y Medio Ambiente. Preferiblemente fueron artistas, cuyas investigaciones y producción se preocupaban por la naturaleza y la supervivencia de los reinos flora, fauna y humanidad en una coyuntura de indiferencia, agresión y destrucción.
La cita con el arte del Gran Caribe empezó, en el Museo de Arte Moderno, el 5 de septiembre y concluyó el 24 de octubre. Esta primera Trienal generó reacciones positivas y comprobó el avance de la creatividad en la región y su actualización tecnológica. Entre las características particulares, figura la calidad de las participaciones, ¡sin obras aborrecibles! Son todas aceptables, muy buenas o excelentes, según los autores. Pocas veces, hemos visto un conjunto tan bien articulado y coherente en un certamen de arte, reflejando esa “diversidad homogénea” que se atribuye a la cultura de la región, tanto en las tierras insulares como en las continentales. Ahora bien, los invitados especiales, personalidades sólidas ya afamadas internacionalmente, no se distinguen por aportes que superenalamayoríadelosparticipantes“enconcurso”.¿Serála explicación que, adquiriéndose una obra de cada uno, el presupuesto no permitía invitar a artistas de mayor edad o de mayor cotización en el mercado? Sin embargo, hubo la excepción sobresaliente: el puertorriqueño Pepón Osorio, con tres instalaciones contundentes. El columpio de las dos niñas, alegoría de realidad y mitos, muñecas y reinas, rubia una, negra la otra, es una obra maestra, tal vez la mejor de la Trienal. Ya la habíamos admirado en la exposición “Kreyol factory” de La Villette, en París.
Premiación y Selección
A diferencia de anteriores bienales, caribeñas y nacionales, la premiación es inobjetable, aunque, por la misma calidad reinante, más artistas y obras merecían premios tres acorde con el reglamento: ello explica el número de menciones atribuidas, iniciativa del Jurado a felicitar.
Alida Martínez (Aruba) realizó un trabajo formidable –multiplicando expresiones, técnicas y formatos, tan complejo y generoso que, en sí, aúna instalación y casi una exposición individual. Autobiográfica y colectiva, humorística e implacable, centrada en un autorretrato, es una puesta en evidencia de la desnaturalización del mundo actual... no tan sólo del Caribe.
Charles Juasz Alvarado (Puerto Rico) es un especialista... de las “máquinas voladoras”, rebosante de creatividad en su aeronáutica peculiar,¡la que aplica ahora al Comejen! Gracias a su instalación gigante, arte y entomología, ya no veremos a las termitas por cierto analizadas elogiosamente por Maurice Maeterlinck a principios del siglo XX- como plaga, aunque por necesidad las sigamos destruyendo! El artista nos da hasta una lección manuscrita y proyecta desde el artefacto colgante, alas desplegadas, un bellísimo diseño de arte “comejenero”!
Un premio igualmente muy merecido fue atribuido a la dominicana Miguelina Rivera, para una obra totalmente distinta y sin duda la más poética de la Bienal aparte de que se acompaña de una cita de Jacques Prévert-, Aquí, la mujer, a quien se suele representar como criatura enjaulada, es jaula... y, embarazada, albergando en su transparente cuerpo de rejas ¡a una pareja de avecillas, periquitas vivas y cantarinas! Exquisitamente concebida y construida, simboliza la maternidad, la naturaleza y el futuro. Así encontramos esa sensibilidad en otras obras de la selección dominicana, tal vez la más destacada, y no solamente por ser la más numerosa, debido a nuestra condición de anfitrión. Raúl Morilla se luce con una de sus instalaciones muy personalizadas, conjugando la preocupación por la naturaleza y el nido, el nacer y la infancia, en una realización impecable. Jorge Pineda , en renovación constante, construyó un igloo de cartón, que es una joya de forma, volumen y factura, invitándonos aun a penetrar en su hábitat! La casa todavía... pero que el viento casi se lleva, en el exterior del MAM, inspiró al nómada Marcos Lora Read, y el equilibrio inestable lo hace la mujer amortajada, pasión y víctima. Menciones muy justificadas.
América Central se distinguió por una participación diversificada y notable, con excepción de una obra pictórica. Aunque los “grandes continentales” allegados no se destacaron a la altura... de sus dimensiones, haremos referencia a la mención especial otorgada a Tania Candiani de México y su obsesiva relojería... algo embriagador e impactante.
“¿Quién y cuáles somos? ¡Admirable pregunta!” cuestionaba el poeta Aimé Césaire. El Caribe francófono responde, de Martinica a Guyana, con instalaciones inteligentes, poéticas y críticas a la vez. La mención atribuida a Richard Viktor Saint-Silly, de Guadalupe, integrando video y pintura, simbolizando su lavadora la manipulación y la degradación incontenible de la naturaleza, convenció a todos, igualmente la distinción al tríptico del bosque húmedo de Saba por Helen Cornet que ha avanzado en su pintura. Cabe señalar la dignidad de la representación neerlandófona en su conjunto.
La representación del Caribe anglófono hubiera debido ser bastante mayor aquí faltan Antigua, Belice, Dominica y Trinidad, artistas y obras participantes investigan seriamente y nos refieren, dentro de una actualización de lenguajes y postulados estéticos, a una reflexión individual, colectiva y casi siempre crítica. Se destacan las fotografías incisivas del jamaiquino Albert Chong único participante de un país riquísimo en arte-, pero también los videos de Errol Brewster de Guyana-, Annalee Davis de Barbados y de Janet Cook Rutnik de St Johns, o las postales de Monica Marin, también de Islas Vírgenes. Fustigan los atentados al medio ambiente, la alteración de los recursos naturales, el turismo avasallador, el menosprecio por la población nativa. ...Que nos permitan citar para concluir, las impresiones de Rodrigue Glombard, artista de Martinica, a su regreso. Él escribió: “Yo estuve muy dichoso de participar en este evento. He podido comprobar el muy buen nivel de la producción artística caribeña. Me siento muy feliz y muy orgulloso de estar entre los artistas que componen esta primera Trienal, sobre un tema que me es particularmente caro. Esto me permitió igualmente reunirme con un equipo muy competente y eficaz. Yo les felicito, así como a los artistas, generosos y de gran talento. Se lo agradezco inmensamente y deseo una larga vida a este proyecto que amerita una gran proyección irradiante.”
*Directora de la Galería Nacional de Bellas Artes