Malba

En busca de nuevas fronteras para el arte latinoamericano

Por Celina Chatruc, Buenos Aires

Eduardo Costantini frunció el ceño, se inclinó sobre la pantalla de la computadora y comenzó a negar lentamente con la cabeza. Su desagrado era tan evidente que incluso María Bonta de la Pezuela, directora de Sotheby’s para América Latina, hizo una breve pausa en su conferencia. Durante un par de segundos que parecieron eternos, todos los presentes en el auditorio del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) hicieron silencio. Después llegó la indignación.

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La pantalla de Bonta mostraba las reproducciones de cuatro obras de importantes artistas latinoamericanos que el empresario se vio obligado a rematar en 2005, para pagar impuestos a la importación de obras de arte en la Argentina. Algo difícil de entender, sobre todo para decenas de invitados VIP que viajaron desde todo el mundo para asistir a los festejos por el décimo aniversario de Malba.

Cuesta creer que un hombre que invirtió 20 millones de dólares en construir un museo que cambió para siempre la escena cultural de Buenos Aires, que decidió hacer pública su colección de arte latinoamericano y que sigue invirtiendo tiempo y dinero para hacerla crecer – la duplicó en diez años – haya tenido que enfrentar en los comienzos de su proyecto objeciones de los vecinos y de la Legislatura porteña, reacia a cederle más metros de los previstos para construir el edificio.

Hábil hombre de negocios, Costantini logró superar más obstáculos de los imaginables. El museo con el que había soñado desde 1995 abrió finalmente sus puertas el 21 de septiembre de 2001, diez días después de la caída de las Torres Gemelas. Tres meses más tarde, la Argentina atravesaba una de las peores crisis de su historia. El mundo para el que había sido pensado ya no existía, y el museo debía reinventarse antes de haber consolidado una identidad propia.

Así lo hizo. Hoy Malba es una referencia indiscutida en la escena regional, que realiza alianzas estratégicas con importantes instituciones como el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), la Pinacoteca de San Pablo o el Museo de Bellas Artes de Houston, donde exhibirá obras propias en 2012. Porque entre los desafíos del museo para los próximos años figuran su ampliación edilicia y la presentación de su colección en Estados Unidos.

“Una institución tiene que crecer, porque si no se queda en el tiempo”, explicó Costantini durante el seminario internacional que atrajo a Malba a expertos en arte latinoamericano como Luis Enrique Pérez-Oramas (MoMA); Hans-Michael Herzog (Daros); Mari Carmen Ramírez (Museo de Bellas Artes de Houston), Natalia Majluf (Museo de Arte de Lima) y Marcelo Mattos Araújo (Pinacoteca de San Pablo), entre otros. Sus opiniones sobre la escena regional están disponibles en http://www.ustream.tv/channel/malbaenvivo.
Entre los temas abordados se destacaron los cambios producidos en la última década, las dificultades que enfrentan las instituciones, el rol de la crítica y la eterna discusión sobre la existencia de un “arte latinoamericano”. “Hay que acabar con el debate sobre lo periférico y ganar autoestima –opinó Herzog–. El mundo hoy está descentralizado, el centro está en las cabezas: uno puede trabajar muy bien desde Neuquén.”

En Estados Unidos, el concepto de “arte latinoamericano” cambió de manera radical desde la muestra Utopías invertidas: arte de vanguardia en América latina, curada en 2004 por Mari Carmen Ramírez y Héctor Olea en el Museo de Bellas Artes de Houston. También la feria Pinta, que se realiza en Nueva York y Londres y que presentará en noviembre su séptima edición, contribuyó a que la producción regional superara el estereotipo reduccionista con el que se la conocía en el resto del mundo.

Puertas adentro, sin embargo, aún queda mucho por hacer. “Estamos saliendo de la ‘neurosis de identidad’ –sostuvo Adriana Rosenberg, de Fundación Proa. El arte latinoamericano se presentó en sociedad, pero estamos en una etapa adolescente; ahora hay que entrar en la etapa adulta.”

Lo que se advierte en América Latina, observó Mari Carmen Ramírez, es “una obsesión con la legitimación y el acceso a los centros, y no la transformación de las entidades locales para que éstas puedan competir con las del centro”. Es necesario, según ella, “buscar nuevas fronteras que no sean las que da el mercado.”