Mario García-Torres en Frieze Magazine
Mario García-Torres excava la relación de negación entre la fotografía documental y un oscuro episodio militar en edición de Frieze Magazine
Mario García-Torres (Monclova, México 1975), uno de los más conocidos artistas conceptuales latinoamericanos y cuya práctica híbrida se desliza entre la literatura, la historia general y del arte ensanchando la mirada sobre el mundo, participa en el número de diciembre sobre el año de Frieze con un texto-obra que indaga sobre la relación entre la fotografía documental y el pasado. En este caso se trata de un hecho asociado a un posible crimen de guerra.
Recientemente, el artista participó en el proyecto 100 Notizen – 100 Gedanken / 100 Notes – 100 Thoughts (Cien notas- Cien pensamientos), de la prestigiosa dOCUMENTA (13), con la propuesta de inventar una estrategia escrita para pasar de ser artista invitado a anfitrión. En el texto que escribió se refería a la historia del One Hotel que Alighiero Boetti abrió en Kabul como un espacio que de alguna manera se relaciona con su atención a lo no dicho u olvidado en las prácticas de arte, que a fin de cuentas no se separan de la vida. García-Torres incluyó en ese texto una foto de la entrada al edificio que alguna vez albergó al conceptualista italiano. Ahora, en su artículo “The Way They Looked at Each Other” (la manera en que se miraron uno al otro) examina lo que dos fotografías tomadas por un juez español en Bagdad que intentaba esclarecer las circunstancias del asesinato de un camarógrafo revelan “acerca de la imposibilidad de desenredar un momento en el pasado”.
Esa mirada al pasado es constante en su producción artística. García-Torres se cuestiona hasta qué punto el ejercicio de recuerdo, siempre asociado a lo nostálgico, lo es. Su visión es que el retorno es imposible: “el recuerdo induce un choque/una colisión entre el pasado y el presente que hace que uno termine en algo más, algo reconstruido desde su propia contemporaneidad”. No obstante, reconoce en esa imposibilidad algo fascinante, pues gracias a ésta “el ejercicio conserva su interés después de fallidos intentos”. Igualmente eso nos hace “no sólo cuestionar la veracidad de la historia sino examinar y redefinir nuestro propio tiempo desde múltiples perspectivas”.
En cualquier caso, admite que ese tratar de retornar a diferentes lugares y tiempos ha sido su estrategia artística, “como una herramienta para ensanchar el entendimiento de historia y política a través de la cultura visual”. Las reflexiones anteceden la descripción de un evento acaecido el 8 de abril de 2003, día de la toma de Bagdad por los Estados Unidos, al cual se pretende “regresar” usando la fotografía. En efecto, el juez de la corte suprema Santiago Pedraz viajó con una delegación española comisionada para juzgar si un suceso en el que soldados americanos le dispararon y mataron a dos camarógrafos -al ucraniano Taras Protsyuk y al español José Couso- había sido o no un crimen de guerra.
Pedraz fotografió la vista del Puente Al Jurumiya, donde estaban los soldados, desde el Hotel Palestine, en cuyo balcón el camarógrafo Couso miraba el tanque desde el cual le dispararon. Luego tomó la imagen de un empleado de la embajada de España a quien le pidió permanecer en el balcón mientras sacaba la foto desde la posición de quienes dispararon. Supuestamente las fotografías permitirían responder si los soldados habían podido determinar que la gente parada en los balcones del hotel de Bagdad eran “periodistas y no combatientes fuera de la ley el día en que los mataron”.
Meses después, narra García-Torres, expertos en óptica y un físico analizaron las fotos sobre el río Tigris que para el artista gravitaban “más sobre lo simbólico que sobre lo pragmático” y en éste sentido tomarlas era un gesto que se podría “relocalizar en el reino artístico”.
Aunque espacialmente la locación de la filmación que poco antes de morir hizo Couso era semejante a la de las fotos tomadas por Pedraz, y la vista mantenía una similitud con los “últimos minutos de los rollos del camarógrafo español asesinado”, como remarca García-Torres, estas segundas imágenes “están libres de sangrado, drama, tanques y disparos” y desde el punto de vista del periodismo fotográfico son desilusionantes: demuestran “la imposibilidad de recordar a un momento en el pasado”. Paradójicamente, la demora las hace artísticas. “Empoderan nuestras subjetividad y de ese modo, nuestro entendimiento de las políticas visuales de nuestro tiempo a través de un paradigma más humano y menos lógico que la ciencia”. Desde el punto de vista artístico, para García-Torres, esas fotos se miran la una a la otra, justo donde alguna vez ocurrieron los disparos fatales.
La declaración de físicos y expertos ópticos fue que al ampliarlas recrearían lo que el personal militar vio a través de la mirilla del tanque antes de disparar al hotel. Tras la confirmación de que los soldados pudieron ver a José Couso con claridad, el juez acusó al personal del ejército americano de un crimen contra la comunidad internacional. La acusación no ha sido respondida. El texto pone en la mira la interrogación sobre la capacidad de la fotografía documental de retornar al pasado, o más bien, de hacer justicia sobre éste.