Modern Negative
Henrique Faria Fine Art New York
“Negativa Moderna” nos enfrenta con una cuidada selección de obras de catorce artistas venezolanos, en una reflexión póstuma del legado del proyecto modernista en América Latina (que Venezuela lideró en los años 50 debido a su riqueza petrolera). Si bien dicho proyecto de modernidad que se hacía eco del principio desarrollista e industrial internacional fracasó a la hora de producir cambios sustanciales en la sociedad venezolana, desde el punto de vista cultural sigue siendo un aspecto fundamental de la vida del país. Pero es que no olvidemos que parte del desarrollo del estado moderno habría sido imposible sin la “nacionalización” de la cultura.
“Negativa Moderna” toma su nombre de una pieza de Eugenio Espinoza de 2007/8 donde recoge una serie de obras en papel y fotográficas que se hacen eco de su obra Impenetrable (1972), donde una composición reticular en la sala del espacio expositivo denegaba el acceso al público visitante. De este modo la reflexión sobre la rigidez de la cuadrícula modernista y su aplicación urbanística pero también política es el eje de las obras de la primera sala de la galería. Así, los trabajos de Claudio Perna que indagan en la maleabilidad de la retícula en una serie de videos y piezas en papel de los años setenta, los lienzos de Juan Iribarren o el “diorama penetrable” de Mauricio Lupini versan sobre este principio estructural cuadrangular. La bella escultura de José Gabriel Fernández, Erotes (2009), así como sus fotografías, suponen la culminación de la flexibilidad de esta organización aparentemente rígida.
En la segunda sala, y tras un intermedio en el que Alessandro Balteo Yazbeck rescata interesantísimos logotipos modernos (utilizados en diversas instituciones venezolanas antes de ser sustituidos por uno sólo, menos “moderno” y más “étnico”) mientras que Javier Téllez nos recibe con su pieza sonora Revolution (2000), nos topamos con el video Documental (2005) de Alexander Apóstol. En él se referencia el proyecto modernista de urbanización de Caracas, que contrasta con la realidad habitacional de la ciudad, donde un anillo de miseria, constituido por comunidades de chabolas, la circunda. Esta obra dia- loga con el apocalíptico video Hecho en Venezuela (1974) de Carlos Castillo, donde de nuevo la promesa de los medios y la realidad parecen irreconciliables. En este sentido podría entenderse también la obra fotográfica de Luis Molina-Pantin. Más utópicas parecen las piezas de Nayarí Castillo Contemplation: Notes On Painting (2004), un delicado video donde una bandera roja ondea frente a un mar embravecido, o Las Leyes del Silencio (2005) de Mariana Bunimov, un compendio de gacetas oficiales del estado que contienen las ordenanzas y leyes civiles del país. Obras como la pintura de Juan Araujo o el bello móvil de Magdalena Fernández vuelven a referenciar el inicio cuadricular de la muestra, en una respuesta cíclica a las promesas de la modernidad.