Placenta escarlata: Nicanor Aráoz en Barro
Desde el 28 de marzo hasta el 28 de abril se presenta en la galería argentina Barro Arte Contemporáneo una exposición del artista argentino Nicanor Aráoz.
En un fragmento del texto de la exposición, Nicolas Cuello dice:
[...] La construcción de ambientes góticos puede pensarse como una insistencia obsesiva que se ha perfeccionado lentamente en la obra de Aráoz. Esta energía se caracteriza por ser una forma de imaginación que opera presionando sobre las tensiones que organizan lo real: su lenguaje expresivo es el tormento sintomático que resulta de los antagonismos
históricos e histéricos que friccionan lo bueno y lo malo, lo saludable y lo enfermo, lo permitido y lo perverso, el crimen y la ley, el control represivo de las formas y la abundancia monstruosa de lo deforme. Desde sus orígenes, al igual que la ciencias ocultas y las culturas subterráneas, este principio de representación del gótico puede pensarse como un modo apasionado de investigación sobre las fronteras del sentido, sobre los márgenes de la ley, pero especialmente sobre las amarras que restringen la capacidad de volver a imaginar lo vivo. El devenir de su obra puede pensarse incluso como un claro proceso madurativo donde la pregunta por esta matriz emocional de la turbulencia articula nuevos interrogantes: en un principio aquellos objetos del orden cotidiano que eran capturados por la resequedad del embalsamiento dieron lugar a la aparición de cuerpos escultóricos desmembrados con los cuales ha investigado no solo la condición monstruosa del tiempo sino también las marcas culturales de la violencia desde una estética que anuda fragmentos inconexos de la cultura popular, el diseño gráfico y la moda, con las temperaturas deformes del tiempo distópico sci-fi.
Pero en esta nueva oportunidad, sin dudas nos encontramos frente a la articulación de un nuevo deseo extraño en aquella voluntad expresiva de mil lenguas que ofrece la sombra. Estamos frente a la presencia de un deseo que investiga sobre una nueva oportunidad de futuro, labrada desde la visceralidad de las emociones turbulentas, desde los sentimientos confusos y las utopías negativas. Una respuesta, quizás, que se ensaya a si misma sobre los restos de Glótica (2016) su última exhibición en la galería Barro, donde empujó hasta límite de la explosión escópica su curiosidad por las resonancias corporales del daño. Placenta Escarlata puede pensarse como un ambiente extraño en el que se conjura por fin la promesa inevitable de un nuevo futuro torcido, un cuarto oscuro que retiene el momento más intenso de un ritual compuesto por una turba de cuerpos bestiales en movimiento que buscan desesperados la nueva encarnación destructiva de la libertad, aquella señal que guía la flecha mareada de una ensoñación intoxicada entre los restos de una realidad absorta por los nudos de lo represivo y que finalmente nos advierte que hemos arribado a la pronta inauguración del domo del placer.
Introducirse en este espacio implica, de algún modo, involucrarse en el despliegue de las fuerzas de lo herético, volviéndose no sóllo agente participativo en este llamado transpersonal hacia las fuerzas ocultas de un futuro perverso, sino también encontrar pertenencia en aquella manada de seres animalizados cuya sensibilidad punk construye un lugar posible para la experimentación alquímica del trauma.
Como un devoto el que se deja intoxicar por la promesa de los sentimientos confusos y se compromete en la multiplicación infecciosa de lo oculto, Nicanor Aráoz nos revela en esta cámara obscena una nueva investigación, que frente al fuego helado del neón, comparte la fuerza apasionada que lo visita en secreto, que lo atormenta y lo empuja a pronunciar el conjuro más hermoso en la historia de la noche, ese que pregunta obstinadamente por la posibilidad de una nueva vida.