Presencia de artistas de Centroamérica y el Caribe en la XXXI Bienal de Pontevedra.
En un artículo de David Barro publicado por El Mundo, sobre la XXXI Bienal de Pontevedra que se realiza en varias sedes (Pontevedra, Vigo y Vilagarcía), hasta el 12 de septiembre se destaca cómo el curador,
Santiago Olmo, “se ha esforzado en mostrar un Caribe alejado de tópicos, moderno, comprometido y capaz de ir más allá del popular carácter religioso afro-caribeño”.
La crítica enfatiza igualmente el hecho de que la Bienal se aleja del protagonismo estelar para poner en una relación de contexto la producción artística de las regiones de Centroamérica y el Caribe. Bajo el subtítulo Utrópicos, relacionado con “fragmentos de una proyección utópica que singulariza a estas comunidades” la perspectiva curatorial se ha centrado en la reflexión, el conocimiento antropológico e historiográfico y, en el diálogo cultural entre contextos de cierta afinidad.
“Se ha procurado –dice Barro- por tanto, un lugar para el pensamiento; no tan agudo y literal como el vacío expositivo propuesto para la Bienal de São Paulo de 2008, pero seguramente tan efectivo como éste para repensar la velocidad y el sentido de estas citas de cara a un futuro menos derrochador y especulativo”.
En su texto destaca el muro de piedra de Priscilla Monge que alude a la frase bíblica: “si nadie habla, entonces las piedras hablarán” y está integrado a la exposición El aguacero, la siesta, el cañaveral, el tabaco. Esta exposición colectiva, nota el autor de la reseña, “analiza el contexto político, económico y social, así como los discursos post-coloniales de pensadores como Césaire o Glissant” a partir de la obra de diversos artistas. Entre éstos, la panameña-estadounidense Donna Conlon, quien “ironiza sobre la batalla contra la fiebre amarilla a la hora de construir el Canal de Panamá en una interesante instalación sensorial”; el cubano ex carpintero, Alexandre Arrechea, quien alude al “fracaso del control y del poder”; o la costarricense Cinthya Soto “que presenta pictografías sobre la relación espacial entre el paisaje habitado y el imaginado”. Barro destaca igualmente obras de Florencio Gelabert, Walterio Iraheta, Carlos Garaicoa, Toirac & Meira, Ernesto Salmerón y Moisés Barrios.
Otro aspecto que se destaca es el interés de la bienal en “trazar una red histórico-artística entre los países latinoamericanos y Galicia a partir de artistas exiliados como José Suárez, Laxeiro, Arturo Souto, Castelao, Maruja Mallo o Eugenio Granell”. Además, se mencionan “la propuesta mural de Rolando Castellón, un libro desplegable de Carlos Capelán, los rostros de indígenas de Luis González Palma, el surrealismo tropical de Wilfredo Lam o el simbolismo afrocubano de José Bedia”.
Por otra parte, se otorga relevancia a “la creación de un centro de documentación conectado con la exposición Tras-Misiones, resultado de un mestizaje de literatura, música, vídeo o cine, que sirve como elemento integrador, educativo y de descanso”.
Otras secciones de la Bienal comentadas por Barro son: Fricciones, con intervenciones en las salas arqueológicas del Museo de Pontevedra por parte del artista colombiano Nadín Ospina y el gallego Olmo Blanco; Migraciones-Mirando al Sur, “con interesantes obras de Adán Vallecillo, Ángel Poyón, Betsabé Romero, Miguel Ángel Madrigal, Regina Galindo o Ronald Morán”; y Archivacción, en donde se recrea la historia de las performances en Centroamérica.