RICARDO MIGUEL HERNÁNDEZ: DEL ESPACIO PRIVADO A LA CONSTRUCCIÓN DE LA MEMORIA
En el espacio El Pran Projecten —plataforma con base en Aruba dedicada a exhibir la producción de obras que cuestionan el devenir de las excolonias europeas en Centroamérica—, el artista cubano Ricardo Miguel Hernández (La Habana, 1984) exhibe una serie de collages fotográficos. Bajo la curaduría de Nelson González Cuando el recuerdo se convierte en polvo II se exhibe hasta el 31 de marzo.
Utilizando como anclaje la denominada fotografía doméstica-vernacular-popular, concepto acuñado por el historiador de arte Geoffrey Batchen, Ricardo Miguel Hernández indaga en un archivo fotográfico extenso para trasladar el espacio doméstico hacia el espacio social. El espacio de exhibición. En ese movimiento el artista cubano dota de valor histórico, artístico y comercial un conjunto de imágenes que por definición han sido puestas al margen del canon, no solo cuestionando la construcción de la Historia sino también los parámetros del arte moderno y contemporáneo con relación al medio fotográfico.
De la misma manera, la serie de fotocollages analógicos que presenta Hernández reivindican los archivos en tanto cápsulas conservadoras de memoria. “Es precisamente el desorden funcional, contextual, discursivo y estético lo que busca el artista”, explican desde El Pran Projecten. Y agregan: “La significación de esta fotografía no solo se ancla en la conservación y hallazgo de un archivo residual sino en el propio hacer estético y reconfiguración conceptual que el artista aporta al ofrecer una nueva dimensión de existencia de este material de la memoria”.
Por otra parte, las obras constituyen una relectura de un archivo que, a priori, se limita a la esfera familiar-privada. En este sentido, el gesto del artista, su manipulación del material fotográfico sacude, literal y simbólicamente, el polvo de las fotografías, abriéndolas hacia nuevas posibilidades de significación.
Hernández opera como un arqueólogo: recolecta las huellas del tiempo impregnada en los negativos y las traslada a un espacio de investigación y exposición. (Re)construye el discurso histórico desde la introducción de nuevos símbolos en la memoria colectiva. Y lo lleva incluso más lejos: coge elementos —huellas temporales de procedencia distinta— y las pone a dialogar con las fotografías. En consecuencia, desafía los límites de lo factual poniéndolo en diálogo con la creación de un mundo ficcional y artificial, que no por ello es menos fiable.