Retrospectiva de Aleksandr Deineka

en la Fundación Juan March

El estalinismo, asociado a los años más oscuros del régimen soviético –lo que sin duda alguna fue– constituye un periodo histórico bien conocido en sus aspectos sociales, políticos, económicos e incluso culturales. Pero el arte de esta época, asociado al llamado “realismo socialista”, el método vigente para todos los artistas soviéticos desde 1932, no es suficientemente conocida en términos de sus principios ni de la relación con los movimientos de vanguardia que le precedieron o con los realismos que se desarrollaron paralelamente en otros países durante los años treinta del pasado siglo.

Retrospectiva de Aleksandr Deineka

A menudo ese arte de la época de Stalin suscita un juicio moral negativo: al servicio del mismo poder político totalitario responsable de la liquidación (en algunos casos, en sentido literal) de la vanguardia, a la que el realismo socialista sucedió en la URSS a partir los años veinte y treinta del pasado siglo. En este contexto, la retrospectiva Aleksandr Deineka (1899-1969). una vanguardia para el proletariado, presentada por primera vez en España, con 80 obras del artista, no sólo es la más amplia exposición dedicada fuera de Rusia a la figura de Deineka, sino que pretende presentarlo en el doble contexto al que pertenece: el del final de la vanguardia y el del advenimiento del realismo socialista.

Ése es un objetivo para el que resulta difícil encontrar un ejemplo mejor que el que proporcionan tanto la fuerza pictórica de Deineka como la fascinante ambigüedad de su arte y de su figura: formado en los establecimientos de inspiración vanguardista, fue miembro de las últimas agrupaciones de la vanguardia constructivista (como Oktyabr u OST) y también agitador comprometido con la revolución y la construcción socialista del país, lo que no evitó que fuera acusado de formalismo, al mismo tiempo que obtuvo permisos para viajar al extranjero y recibió destacados encargos del estado soviético, de cuyas utópicas pretensiones consiguió algunas de las figuraciones y representaciones más logradas.

Esa cierta “ambigüedad” ha sido aprovechada para, mediante una cuidada y amplia selección de obras de artistas de la vanguardia rusa, y de revistas, carteles, libros, documentos y objetos, presentar en la exhibición la peculiar (y desconocida) lógica de las relaciones entre la vanguardia y el realismo socialista, que se entendía a sí mismo, con toda evidencia, como una suerte de vanguardia artístico-política para el proletariado, más radicalmente sincronizada con la construcción política de la utopía soviética que la propia vanguardia artística: por eso, la exposición traza un arco que parte de la primera ópera futurista – La Victoria sobre el Sol de Kruchionij y Malévich, de 1913– y concluye con la muerte de Stalin en 1953, atendiendo a las más diversas manifestaciones de un arte que permeó todas las esferas de la vida y acompañó los intentos de transformar radicalmente la realidad por parte de un poder político que se concebía a sí mismo en demiúrgicos términos artísticos.

Por eso, además de la amplia representación de la obra de Deineka, la muestra incluye obras –algunas de ellas excepcionalmente significativas– de figuras de la vanguardia como Kazimir Malevich, Aleksei Kruchionij, Vladimir Tatlin o El Lissitzky; de Liubov Popova, Aleksandr Rodchenko, Aleksandra Exter, Gustav Kluzis, Valentina Kulagina, Vladimir Mayakovski, Nathan Altman, Mechislav Dobrokovski, Solomon Telingater o Aleksei Gan; o de otros realistas como Kuzma Petrov-Vodkin, Yuri Pimenov, Dimitri Moor o Aleksandr Samojvalov, entre otros.
La exposición abarca la obra de Deineka desde sus inicios en los años veinte hasta sus crepusculares obras de los años 50, en los que el halo de futuro que parecen poseer algunas de sus composiciones primeras adquiere la dura materialidad del gris presente de la vida cotidiana en el que la utopía pareció haberse solidificado. Combinando muestras de su trabajo como grafista, sus extraordinarios carteles y su colaboración en revistas con sus impresionantes obras de formato monumental, la exposición reúne un amplio conjunto de piezas –escenas de masas entusiastas y de fábricas, de deportistas y agricultores, de la idílica y ensoñada vida soviética– que se revelan –además de como magníficas aventuras pictóricas de gran belleza formal– como formidables metáforas de la utopía soviética de la total transformación revolucionaria de la realidad social y material por la dialéctica del capital y del trabajo.
El total de obras y documentos expuestos, en torno a unos 250, provienen en su mayoría de la Galería Estatal Tretyakov y el Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, así como de algunos museos provinciales de Rusia y de una serie de colecciones públicas y privadas de España, Europa y Estados Unidos.

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