Tony Capellán en la Trienal de Santo Domingo

Por Enriquillo Rodríguez Amiama - Artista y Subdirector del Museo de Arte Moderno de Santo Domingo

Mientras recorría las salas del Museo de Arte Moderno de Santo Domingo, recordaba una exposicion de instalaciones de Tony Capellán en dicho museo a finales de los 90. Ya Tony era una figura legendaria del arte joven dominicano. Ganador de los principales concursos y bienales locales, en diferentes categorías y manifestaciones artísticas, Capellán se movía entre las aguas del arte Povera y un sincretismo caribeño poblado de símbolos y signos del pasado y el presente…Tan fascinado quedé viendo aquellas obras, que escribí un artículo para el diario en que ocasionalmente colaboraba. Especialmente aquel avión creado en base a desechos se quedó grabado en la memoria…pero nunca lo publiqué.

Tony Capellán

Hoy Tony continúa siendo aquel artista joven, aunque su arte ha madurado junto con la inclemencia del sol antillano, y como antaño, vestido con sus shorts y algún sombrero milenario, recorre las orillas del mar buscando objetos que su fértil imaginación transforma en versos visuales y poemas del desamparo.

Las olas siguen trayendo desechos de la sociedad de consumo, y Capellán cual Quijote sin mancha, transforma molinos en gigantes, en metáforas de las problemáticas de la miseria, el abandono y la esperanza, recolectando recuerdos de infancias que murieron, de viajes ilusionados que naufragaron en el azul marino, de yolas que nunca llegaron a su destino y que volvieron a las costas hechas jirones de melancolía.

Una soga marítima de algún barco varado, restos de juguetes de niños que vieron huir la infancia y la inocencia, se juntan en espiral piernas y brazos, como los llevados por el remolino y el viento, como las chancletas de goma que quedaron como testigos mudos del adiós para siempre, del calvario de los inmigrantes ahogados, así como las chupetas y detalles de un arbolito de colores de plástico, que parece surgir como la hiedra, de un muro blanco impoluto y parece desparramarse como un llanto de bebés sin sueños. Todo nos hace recordar lo efímera y frágil que es la vida, como volutas de humo que suben y se desilachan en el aire. Mientras tanto las olas siguen yendo y viniendo, así como los pensamientos…