Ana Mendieta, un arte marcado por la vida y la muerte
Hayward Gallery, Londres
La Hayward Gallery londinense ofrece la primera exposición retrospectiva de la artista cubana Ana Mendieta.
Durante su corta pero prolífica carrera, Mendieta (La Habana 1948-Nueva York 1985) desarrolló un lenguaje visual único, íntimo y devastador. Pintora, escultora, vídeo artista y performer, su obra estuvo siempre vinculada a su existencia personal. Su salida forzada de Cuba hacia Estados Unidos a los 12 años y la estancia en distintas instituciones de adopción temporal, marcaron una trayectoria artística enfocada siempre a temas como la identidad, la violencia hacia la mujer, el desplazamiento o la transcendencia. Mendieta usaba su propio cuerpo junto con elementos materiales tales como sangre, tierra, agua y fuego, realizando acciones performativas en una intensa búsqueda de simbiosis con la naturaleza, una fusión entre el performance y el body art, el llamado “Earth-Body”, un diálogo entre el paisaje y el cuerpo femenino que caracteriza toda su producción. Ella misma describió su obra como un arte basado en la creencia de una energía universal que corre a través de todas las cosas. Su trágica y prematura muerte sesgó una carrera visionaria inspirada por el amor a la vida, el compromiso político y su lucha por el cuerpo migrado femenino en busca de sus orígenes
La exposición reconstruye cronológicamente las distintas etapas de la artista, sus más significativos documentales de crudo contenido visual. Desde los performances del comienzo en los que aparece con el desnudo y deformado a través de un cristal ( Glass on Body, 1972), lleno de sangre después de haber sido supuestamente violado ( Rape Scene 1973), o después de haber sacrificado a una gallina ( Death of a Chicken, 1972), hasta el cuerpo que intenta el travestismo al colocar pelo de la barba de un compañero en su cara ( Facial Hair Transplant, 1972). Mendieta genera aquí una imagen sobre la traslación de género y un cuestionamiento político sobre los roles atribuidos a la mujer por una sociedad patriarcal, un símbolo que ha sido recogido por algunas transfeministas contemporáneas.
Mendieta usa la sangre dándole un significado ritual. Inspirada tanto en la santería Yoruba practicada en Cuba, como en las catárticas performances de los Accionistas Vieneses, la artista atribuía a este fluido una fuerza mágica y poderosa. El cuerpo de mujer presentado en la producción de Mendieta está íntimamente relacionado con dos nociones inseparables en su obra, las de vida y muerte.
Ante la prohibición de regresar a su Cuba natal, Mendieta descubre en México sus raíces espirituales latinas, allí en escenarios naturales desarrolla la mayor parte de su serie Silueta (1973-1980) utilizando la naturaleza como su lienzo y su medio. La artista utilizó su cuerpo para crear siluetas en espacios abiertos. La mayor parte de su producción fue hecha en lugares apartados y con carácter efímero. Ella exhibía sólo la documentación fotográfica que es lo que ahora se muestra. Las fotos eran el eslabón para comunicar al público su liturgia místico-artística. Una de sus piezas más poéticas, Entierro del Ñañigo. Ñañigo Burial (1976) - un título tomado del nombre popular de una hermandad religiosa afro-cubana - es un conjunto de velas negras en el suelo que forma el contorno de su cuerpo desnudo. A través de estas obras, que cruzan las fronteras del performance, el cine y la fotografía, Mendieta exploraba su relación con el lugar, así como una relación mayor con la Madre Tierra o la figura de la Gran Diosa.
La muestra, impecablemente comisariada por Stephanie Rosenthal, expone además cientos de documentos, contactos, apuntes y diapositivas que completan el acercamiento a sus procesos creativos. Traces revela la práctica única de una creadora adelantada a su época que supo aunar facetas tan candentes hoy día como género, otredad o ecología. Con esta muestra se reconoce a Ana Mendieta en Reino Unido como una figura influyente en la historia del arte, ofreciendo una ocasión única para apreciar el legado de su trabajo.